ch. 13

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𝐍adie sospechó de Val y su interés en acompañar a su tío hacia la enfermería en vez de ir a ver a sus propios hermanos, desordenados y cubiertos de polvo

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𝐍adie sospechó de Val y su interés en acompañar a su tío hacia la enfermería en vez de ir a ver a sus propios hermanos, desordenados y cubiertos de polvo. Simplemente, encontraban adorable la dupla que hacían esos dos: una inocente princesa velando por el bienestar del príncipe que era distinto al resto.

Los pasillos de la Fortaleza Roja estaban custodiados por los guardias reales, quienes prestaban especial atención a ambos jóvenes de la realeza. Val tomó la mano de Aemond, quien hizo un gesto de dolor ante el contacto, pero no retiró su mano. El guardia real aseguró que pronto se curaría de sus heridas, y Val asintió a la llegada del maestre a cargo.

—Puede hacer guardia afuera, ser Criston —indicó el maestre Mellos con una mirada despectiva hacia el caballero—. No quiero que el joven príncipe se mueva por miedo de sus lecciones en el campo de entrenamiento.

—Yo no tengo miedo —dijo apresuradamente Aemond, mirando de reojo a Val que le sonrió como si fuera un chico valiente por decir eso.

Ser Criston observó la habitación clara de piedras y sus ojos se depositaron en la joven princesa, dirigiéndole una mirada de advertencia, como si fuera su culpa que lo echaran de la enfermería. Finalmente, dio un asentimiento de cabeza y se retiró al pasillo.

—Princesa, veo que sigue reacia a abandonar este tipo de situaciones —el maestre Mellos se dirigió a una mesa con agua fresca y pañuelos para limpiar el rostro de Aemond—. He perdido la cuenta.

—¿Mi presencia lo incomoda, maestre? —preguntó Val, sintiéndose pequeña al lado del erudito y alejándose de los dos, en consecuencia, soltando la mano del más joven.

—No —su tío habló, usando un tono de voz ahogado por sus propios pensamientos, lanzándole un vistazo al hombre—. ¿Cierto, maestre Mellos?

El hombre mandó un vistazo de Aemond y luego a Val, jóvenes e inocentes príncipes de los cuales, como maestre, debía guiar.

—Claro que no, mi príncipe —respondió al final—. La princesa Valaena es más que bienvenida. Sólo revelo mi preocupación de que vea demasiadas cosas aquí, indignas de una dama de su altura.

Val a veces sentía que el maestre Mellos la repudiaba con la mirada, pero ante Aemond, actuaba como si las cadenas de su cuello fueran una correa y ésta estuviera siendo apretada fuertemente, ahorcándolo.

El maestre Mellos se volvió hacia Aemond, aplicando con delicadeza un ungüento sobre sus heridas. Val observó en silencio, sus ojos recorriendo la habitación austera. Como había dicho el maestre, no era su primera vez allí. No sólo acompañaba a su tío, sino que también cuando se encontraba muy mal, su madre solicitaba un encuentro con los maestres, y ellos le pedían que la llevaran a la enfermería. Por supuesto, el maestre Mellos nunca se había presentado.

—Mi príncipe, debe tener más cuidado en el entrenamiento —dijo el maestre, con voz grave—. No todas las cicatrices sanan fácilmente.

Aunque Aemond no tenía ninguna herida que diera aquel indicio, era una clara advertencia de que debía hacerse más fuerte y que él no estaría siempre salvándolo.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ──── hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora