Capítulo 6

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- Seulgi deja de caminar en círculos, le harás un agujero al suelo y recuerda que este lugar es rentado.- Dijo Rosé mientras la miraba sentada en el sofá con una sonrisa, cruzada de brazos. Podía notar el nerviosismo de la morena por su repentina cita con Irene.
Era la primera vez que veía a su prima tan emocionada y nerviosa por una cita, más bien, era la primera vez que veía a Seulgi prepararse para una cita. Todos sabían que la morena no había tenido ninguna cita desde que había llegado allí.

-Opino lo mismo, tranquila Kang, te ves muy bien, nunca te había visto usar labial... Ni un vestido.- Dijo Minho mientras salía de la cocina, vio como Seulgi le dedicaba una mirada ofendida y después ponía los ojos en blanco, haciendo reír al contrario. Este caminó hasta el sofá donde estaba Rosé para sentarse a su lado.
Minho era lo que Seulgi podía llamar un hermano y mejor amigo, lo conoció un año después de que llegó al pueblo. Era un chico con una historia similar a la suya, se había ido de su ciudad en busca de un nuevo comienzo. Así que le ofreció su amistad y su apoyo. Empezó trabajando en la tienda de mascotas de la ciudad y más tarde cuando Seulgi subió al cargo de sheriff, le ofreció el puesto de segundo al mando.
Se encargó de ser el cupido de Rosé y Minho, al principio parecieron odiarse, sin embargo empezaron a encontrarse en todos lados, en la calle, el supermercado, la cafetería, tanto que Minho empezó a decirle a Rosé "siempre te encontraré" antes de irse del lugar donde ambos se encontraban. Al parecer eso llamó la atención de Rosé, ya que pronto la vió suspirando cada día por él, hasta que logró juntarlos en una cita, tiempo después de un montón de citas y encuentros se hicieron novios, y años después tuvieron una boda en el pueblo. Era una historia similar a un cuento de hadas. O al menos eso decía Yeji cada vez que escuchaba dicha historia.

Seulgi miró la hora en el reloj que colgaba de la pared y buscó las llaves de su auto, se miró una última vez en el espejo y soltó un suspiro, los nervios se reflejaban en su rostro, en el cual había aplicado una ligera capa de maquillaje, sobre todo en sus ojos, haciendo resaltar aún más lo felino de estos.
El día anterior había sido arrastrada por Joy y Rosé a comprar un vestido, además de que le obligaron a prometer de que no llevaría su chaqueta negra a su "super importante cita con la sexy profesora" o al menos así la llamaba Joy a su cita con Irene.
Finalmente encontró un vestido rosa, era lindo y perfecto para ello, y solo por esa vez, su chaqueta negra no la acompañaría.

Seulgi tomó las llaves de su auto, se despidió de Yeji, quien estaba en su habitación y parecía demasiado ocupada jugando videojuegos, y de Minho y Rosé, quienes cuidarían a Yeji en lo que ella intentaba tener una cita con aquella mujer tan hermosa y enigmática que le atraía sin fallar en el intento.

La morena condució por el pueblo mientras se repetía en su mente a modo de mantra que todo saldría bien esa noche. Quería agradarle de nuevo a Irene, y si tenía suerte, saber más sobre la profesora de su hija y de porqué la había estado evitando todos esos días. Pensaba que la mujer debía tener una razón lógica para hacerlo y ella quería saberlo a toca costa.

Después de haber investigado con Joy la dirección de Irene, pudo estacionar frente a la gran casa de la pelinegra, Rosé tenía razón. Irene vivía en una mansión, algo que no podría pagar un sueldo de maestra, pero de nuevo la justificación de que tal vez la pelinegra venía de familia adinerada volvió a su mente.
Bajó del auto y caminó hasta la puerta de la casa que tenía frente a ella, tomó aire y se repitió una vez más en su mente que todo estaría bien, ya había compartido una cena con Irene, y todo había salido a la perfección, a pesar de que casi la besa y al parecer eso había causado que la pelinegra la estuviera evitando durante días. Si, nada podía salir mal esta vez.

Tocó el timbre de la casa y se balanceo sobre sus pies con las manos en su espalda en lo que esperaba a que abrieran la puerta.
Un minuto después una mujer de cabello negro apareció frente a ella, y no pudo evitar mirarla con asombro.
Una vez más los labios de la pelinegra estaban pintados de rojo, cosa que a Seulgi le encantaba, sus ojos estaban maquillados en tonos cafés y tenues para que toda la atención fuera a sus labios. Llevaba un vestido negro, sin mangas que llegaba unos cuantos centímetros por encima de la rodilla y unos tacones rojos. Por si nadie se lo había dicho a la pelinegra, el negro definitivamente era su color. Aunque pensaba que ella ya debía saberlo, la había visto varias veces utilizar ese color en su ropa y accesorios. Y de nuevo olía a vainilla, aquel característico olor que solo podía disfrutar cuando estaba cerca de Irene.

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