Capítulo 21

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Irene se separó de la morena después de haber pasado más tiempo de lo normal aferrada a su cuello. Varias personas las miraban, incluso la pelinegra vio como algunas personas le sonreían. Tal vez pensaban que se trataba de un romántico encuentro y no estaban tan lejos de lo cierto, aunque no sabía si podía llamarlo precisamente así.
Sin embargo sabía que necesitaba ese abrazo, algo dentro de ella parecía tranquilizarse ante la presencia de Seulgi, era como si la morena fuera una especie de regalo de navidad atrasado.

-Supongo que no viniste solo a tener un cursi encuentro, ¿No es así?- Habló finalmente Irene desviando la mirada hacia los edificios de la gran ciudad. La realidad cayó sobre ella de forma repentina y una vez más los recuerdos de los sucesos transcurridos días atrás en su casa llegaron en su mente arruinando lo que parecía ser un encuentro digno de uno de esos clichés románticos que odiaba ver en las películas.
Seulgi debía seguir molesta. O tal vez no lo estaba, sino no hubiera viajado hasta Seúl solo con la esperanza de encontrarla ¿No es así?

-Bueno, venía a buscarte, a recuperarte y a llevarte de vuelta a Maine. Lo del cursi momento era solo una posibilidad que ahora es más bien una realidad- Respondió Seulgi haciendo que la joven profesora sonriera sin poder evitarlo. Tal vez tenía razón y Seulgi no la odiaba como había creído todos aquellos últimos días en los que estaba sola y el rostro de la morena era lo único que aparecía en su mente.

-Ya tienes dos de tres. Sin embargo sabemos que también vienes por las respuestas que no obtuviste antes de que me fuera.- La morena guardó silencio ante aquellas palabras y eso solo confirmó la suposición de Irene. No hacían falta palabras para llegar a esa conclusión. Al no escuchar respuesta por parte de Seulgi, la pelinegra continuó: -¿Por qué no vamos a un lugar más tranquilo? La calle no es el mejor lugar para hablar de esto... Además, es algo largo. Supongo que debes estar acostumbrandote al hecho de que tengo millones de historias largas.

Seulgi sonrió viendo como la pelinegra empezaba a caminar por la calles después de que esta le hiciera una seña para que la siguiera. Y así fue, Irene solo tardó unos cuantos segundos en alzar su mano con dirección hacia la carretera para así poder detener a uno de los taxis que transitaba en ella.

La joven sheriff se limitó a subir al taxi en los asientos traseros del auto junto a la pelinegra, la cual ya se encontraba dándole al chófer una dirección, la cual no logró escuchar por completo.

El silencio reinó durante todo el transcurso del viaje. Seulgi apartó la mirada de la ventana y del paisaje que le estaban ofreciendo y miró a Irene. Esta miraba hacia el frente con una expresión seria. O más bien aquella era la expresión que solía llevar consigo todos los días cada vez que salía a la calle, había pasado meses a lado de la mujer como para saber que esa expresión era una especie de máscara para ocultar sus sentimientos o sus verdaderas intenciones.
Aquella era la mirada que había hecho que la morena se fijara en la hermosa pelinegra de ojos color chocolate y se hiciera la pregunta de porque esa mujer parecía tan misteriosa y perfecta a la vez.
Solo una mirada había bastado para que Seulgi decidiera internarse en aquel peligroso juego de misterios y secretos que Irene sabía jugar como una experta. Aunque algo le decía que ambas estaban jugando un juego que no tenía ganador.

Miró en dirección a las manos de la pelinegra y pudo ver cómo de vez en cuando Irene se pellizcaba una de sus manos hasta dejar la marca de sus uñas en la delicada y suave carne, las marcas desaparecían progresivamente conforme los minutos avanzaban, y estás eran reemplazadas rápidamente con más marcas en forma de media luna.
Justo cuando estaba a punto de preguntarle a la pelinegra por el motivo de aquella "agresión" a su mano el taxista detuvo el auto anunciando que habían llegado a su destino.
Seulgi escuchó como Irene daba las gracias y sacaba de uno de los bolsillos interiores de su abrigo unos cuantos billetes que dejó en la mano del chófer antes de bajar del auto mientras la morena imitaba la acción.

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