Capítulo 11

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En cuestión de segundos, Irene le había quitado la chaqueta negra a la morena, dejando que cayera al suelo sin tomarle importancia, para así poder verla en una simple camiseta blanca, tal vez la oscuridad no dejaba a Irene ver perfectamente, pero algo le decía que esa simple camiseta hacia lucir a Seulgi extremadamente bien.

Seulgi empujó suavemente a Irene hacia el sofá más grande que había en la sala, haciendo que ambas cayeran en este. Todo eso sin romper en ningún momento el beso que ambas estaban compartiendo.
Lo único en lo que Irene podía pensar con claridad era que esta vez todo esto era real, esta vez no era un sueño, y esta vez no tenía la necesidad de estar ebria para poder besar a Seulgi como quería. Esta vez no tenía miedo, y esta vez no quería huir. Por primera vez en mucho tiempo su corazón latía con fuerza de emoción.

Por otro lado Seulgi sentía una sensación de alivio mezclada con felicidad, el saber que se sentían atraída una por la otra y que Irene le correspondía la hacía feliz. En un principio habría tenido miedo de besarla de esa manera y que Irene le golpeara o algo similar.
Si tuviera la oportunidad de sonreír en esos momentos, podría apostar a qué estaría sonriendo como estúpida, y que posiblemente Irene pondría los ojos en blanco al verla.

Los besos en el sofá parecían querer transformarse en algo más.
Seulgi estaba encima de la pelinegra, se despegó de sus labios para tomar aire y miró por unos pocos segundos su rostro, sus pupilas estaban dilatadas, y el negro de estas se perdía con el café del iris de sus ojos, su respiración estaba ligeramente agitada. Seulgi le sonrió ligeramente antes de acercarse a su cuello, empezando a repartir besos.
El notar como Irene movía su cabeza para darle más acceso a su cuello, lo tomó como signo de aprobación, por lo que siguió repartiendo besos en su cuello, y dejando una que otra pequeña mordida, mientras escuchaba los suspiros que salían de los labios de la pelinegra.
Una de las manos de la morena que había permanecido en la cintura de Irene, empezó a subir suave y lentamente, hasta llegar a uno de sus senos , puso delicadamente su mano en este, escuchando como respuesta otro suspiro de los labios de Irene, cosa que le hizo sonreír.
Su mano siguió su camino hasta encontrarse con el cuello de la camiseta, el cual era lo bastante amplio como para tirar de el y descubrir parte del hombro de la morena, así lo hizo y no tardó mucho en empezar a repartir besos y mordidas en su hombro.

Por sus pensamientos pasó el poder bajar más la camiseta de Irene, pero no pudo ejecutar su plan ya que escuchó la puerta de la casa abrirse, seguido de la voz de Karina y Hanni, preguntándose porque las luces estaban apagadas.

-Mierda...- murmuró Irene empujando a la morena a un lado levantándose rápidamente, haciendo que Seulgi cayera al suelo sobre la alfombra en un golpe seco soltando un pequeño quejido.

-Ay...-murmuró la morena. -Si, hoy es día de arrojar a Seulgi al suelo.

Las luces de la sala se encendieron dejando ver a una Irene con las mejillas sonrojadas y su cabello ligeramente alborotado, y a una Seulgi que seguía en el suelo sin su chaqueta.
Karina arqueó una ceja al ver aquello y no pudo evitar sonreír.

-¿Por qué la sheriff Kang está en el suelo mami?- Dijo Hanni al ver a la morena -Tia Rene nunca te había visto con las mejillas rojas.- Dijo la niña riendo.

-Estoy segura de que tía Rene y la Sheriff Kang debieron estar jugando a las escondidas en lo que la electricidad volvía, y supongo que la sheriff tropezó. ¿No es así?- Dijo Karina intentando no reír. -Ahora Hanni, lleva esto a la cocina y puedes ir a llamar a papi y explicarle porque lo estás llamando una hora tarde.- La niña asintió y la vio irse. -Es una suerte que no tenga que darle la charla hasta dentro de unos años, ni siquiera a mí me dieron la charla.

Seulgi se levantó rápidamente del suelo y buscó su chaqueta en el suelo.
-Ahora que la luz volvió... Yo, debería irme... Yeji debe de estar esperándome, y es tarde... Las veré después... O, tal vez otro día... me voy- Dijo mientras reía nerviosa y retrocedía, pasando a lado de Karina, quien pudo jurar haber visto gesticular un "gracias".
Caminó hasta la puerta y cerró suavemente. Karina e Irene escucharon el motor del auto amarillo encender, y luego alejarse poco a poco.
En esos momentos Irene se sintió como una adolescente que había sido descubierta haciendo algo indecoroso, definitivamente estaba empezando a perder la cordura.

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