Cansada, esa era la mejor palabra que la describía.
Arta de su vida ella estaba debido a su alrededor el cual la presionaba y decía que debía de hacer y que no. Estaba enojada con su entorno y con ella misma, no sabía que hacer, estaba triste pero a la vez con un sentimiento de enojo dentro de ella.
No le agradaban sus compañeros, eran muy tontos y desobedientes. Pedían silencio para luego incumplir esa regla ellos mismos, no le gustaba ese entorno.
Entorno...
Entorno de escuela, de una escuela secundaria. Ese mismo edificio la tenía de esta forma, depresiva y sola. Se escondía en el salón en las partes más oscuras, pero siempre que le preguntaban algo con respecto a la clase contestaba sin dudar.
Destacaba por su inteligencia, pero no por su sociabilidad o amigos. Estaba cansada de ello, quería irse de una vez de ese cruel mundo que la oprime y le escupe sus semillas de odio en la cara.
Su mente la consumía, se distraía por segundos y estaba en un lugar colorido para luego volver al triste espacio que la rodeaba...
Triste espacio...
Que pena, que tristeza, todos los sentimientos la consumían con tan solo un segundo, ese segundo en el cual sentía que todo se derrumbaba y sus lágrimas llegaban a sus ojos para luego viajar a través de sus mejillas.
Esos ojos colorados por el llanto de cada noche. Cada noche en la cual ella se acostaba en su cama y no podía más se largaba a llorar mientras sentía que personas inexistentes se burlaban de ella, lo cual ocasionaba que más lágrimas salieran de sus ojos.
Pero después de todo ese llanto, ¿que pasaba?
La inundaba un alivio enorme gracias a descargarse de ese peso, así que iba al baño y limpiaba su cara para luego verla y forzar una sonrisa. Esa sonrisa que la acompañaba todos los días pero por la noche se desvanecía.
Luego de limpiarse esa hermosa cara que antes estaba llena de lágrimas, iba a su habitación a dibujar. Dibujar en un cuadernillo todo lo que sentía y lo que pensaba.
