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Los corazones de los hombres del Taeyang habían comenzado a preocuparse por primera vez en sus vidas y recurrían a sus respectivos jefes para preguntarles sobre su futuro como organización, pero ni siquiera Bang el más racional de los jefes comprendía lo que estaba sucediendo en la mente de Han.

El jefe principal parecía haber perdido la razón y sus últimas decisiones apuntaban derechamente a la quiebra total del Taeyang, nadie comprendía por qué de la noche a la mañana Han había comenzado a considerar la pérdida de su propia organización, aquello que era su sustento y su forma de vida desde que tiene memoria, sin ello nada tenía sentido.

La situación peligrosa se hacía cada vez más evidente con las extrañas pérdidas de clientes, las ventas habían bajado considerablemente y el flujo de droga no era correcto, gracias a ello las ganancias eran mínimas contrastadas a las que tuvieron hace un año atrás, cuando se habían vuelto la primera potencia en relación a la organización más grande de contrabando en Corea.

Bangchan comenzó a molestarse, había estado esforzándose para lograr tener los pedidos a tiempo, en tener una buena producción de droga y mantener a sus subordinados trabajando constantemente en ello, para que luego sus pedidos se cancelaran y los clientes desaparecieran como por arte de magia sin decir explicación alguna.

Han no decía nada al respecto tampoco, y sus subordinados comenzaban a molestarse preguntándole para qué los hacía trabajar tan rápido si al final de cuentas la droga no se vendía como Bang les decía. Es por esta razón que el mencionado comenzaba a sufrir dolores de cabeza intentando hablar con un jefe Han que parecía más agresivo que nunca.

Era difícil encontrarlo, ya sea en la oficina como en su propia mansión, nunca podía seguirle los pasos y cuando lograba encontrarlo en la oficina, él simplemente estaba ocupado o no quería hablar.

Su relación se volvía áspera rápidamente, los gritos y protestas entre ellos se hacian presente cada que se encontraban, después de todo Bangchan nunca había sido una persona con mucha paciencia, menos si era él el que intentaba entender el raro comportamiento de Han.

Un día cuando Bangchan ya no soportaba la incertidumbre y el silencio de Han, fue a su oficina temprano por la mañana para hablar con él, apelando a la suerte para poder encontrarlo y al parecer si estuvo de su lado, porque a penas entró al ascensor hacia el piso diez del edificio, sintió el olor a café recién hecho.

Y ahí estaba él, delgado saliendo de su oficina con rostro inexpresivo, con un cigarrillo encendido en mano y ojeras prominentes bajo sus ojos cafés.

—¿Volviste a fumar? —preguntó caminando hacia él, viéndolo esconder su mano tras su espalda asustado.

—¿Qué haces aquí tan temprano? No le digas de esto a Minho —soltó volviendo a mirar el cigarrillo.

—¿No le haz dicho? Últimamente no dices nada, ¿Cuándo será el momento en el que expliques lo que está pasando con la organización? —dijo ya sintiéndose molesto y Han simplemente no era capaz de mirarlo a los ojos, llevando su mano inconscientemente a su boca y daba una calada.

—Sólo vuelve a tu trabajo, no hay nada de lo que deba hablar contigo —dijo Han con voz baja, girándose a su oficina, siendo retenido por la mano de Bangchan que sujetó su brazo con fuerza.

—¿Entonces qué quieres que haga Han? ¡Ya casi no tenemos pedidos! ¡Todos los clientes se han ido y no haz hecho nada para impedirlo! ¿¡Qué mierda está pasando por tu cabeza!?

Han se soltó de su agarre con fuerza, apretó su mandíbula y su rostro se vió completamente enfurecido, sus ojos miraron al contrario con molestia pero aún así Bangchan no se quedaría cayado tan fácilmente.

BE MY BOSS S2 | hanknow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora