Frank

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Percy es un buen amigo. Lo había probado desde el primer encuentro, cuando Percy lo rescató de esas furias en el Pequeño Tíber. En el proceso sacrificó su bendición de Aquiles, así es, perdió su invulnerabilidad por un extraño. En ese momento, Frank supo lo que era un héroe y sabía cómo quería ser cuando cambiase su placa de probatio. Estando en cubierta, cuando Percy estaba por morir o, en realidad, bueno, ni quería pensarlo... Frank sentía que quería un enemigo con quien pelear, sintió que su padre se apoderó de él y quería atravesar con su espada a cualquier enemigo. Estuvo a punto de partir el palo por la mitad y ofrecérselo a los dioses, para que la mitad de la vida de Percy cuelgue de él. No quería que Percy pase por la incertidumbre y miedo que Frank sentía en los inicios, pero parecía que eso sería mejor que estar a muerto. No le importaba si su vida se reducía por la mitad, significaba mucho menos que lo que Percy había hecho por él. Resultó ser un tremendo alivio cuando vio a Percy moverse bajo el agua, sintió como cuando, por primera vez, pudo transformarse para salvar a sus amigos.

Recién después de todo ese ajetreo, pudieron reflexionar sobre lo que pasó. En su forma delfín empezaron a conversar y afortunadamente Percy entendía perfectamente el idioma. Frank escuchó atento lo que percibió su amigo y le comentó todo lo que vivieron ellos en el barco, obviando la parte del Percy fantasma, ya que el mismo Percy no lo mencionó y le pareció que tal vez no era importante o fuese incómodo. Frank recordó cómo el aire se sintió pesado, frío, incluso más que cuando fueron al ártico. Le habló de que se sintió mejor al instante en que tocó el agua, en cambio, a Jason, parecía afectarle, y demasiado, lo había descrito como agua hirviendo. Frank vio, en cámara lenta, cómo cambiaba la expresión de Percy.

–        ¿Qué pasa si no somos los únicos afectados? – dijo Percy.

–        Dioses – alcanzó a decir Frank, imaginándose lo peor.

–        ¿Los demás semidioses podrían estar muriendo asfixiados ahora mismo? ¿Qué pasará de nuestros hermanos? ¿Tyson? ¿Thalia? Por favor, Frank, ve a preguntar por ellos.

–        ¿Puedes quedarte...?

–        Ahora mismo puedo enfrentar veinte monstruos juntos yo solo– contestó Percy, tocando su bolsillo donde siempre está guardada Anaklusmos.

Frank no necesitó más, saltó como delfín por fuera del agua y se transformó por los aires en águila. Si Percy tenía razón, sería catastrófico ¿Cómo estarán todos los semidioses? ¿Y las demás criaturas? No pudo evitar sentirse culpable por no estar en el campamento en estos momentos, pero si algo había aprendido en su periodo de pretor, era que no debía llevarse la carga de la culpa encima, y mucho menos ensombrecer al equipo con ella.

Al aterrizar a cubierta, descubrió que Jason estaba más herido de lo que creía y ni siquiera podían comunicarse con los campamentos. Si eso no fuera poco, la videollamada o Katoptris–llamada o como sea que se llame, no trajo tranquilidad. No podía creer cómo se comportaban sus hermanos griegos, ya le decía Percy que le caía mejor Marte que Ares, pero recién estaba entendiendo el porqué, apenas procesaba lo que pasaba cuando Rachel soltó la información de Thalia y luego la del campamento Júpiter, quería que todos pararan de hablar porque cada vez que algo decían, la situación empeoraba.

El año pasado pensó que el peor enemigo al que se había enfrentado jamás era Gaia. Ahora creía que existe algo peor, no saber a quién te estás enfrentando. Comprendió perfectamente lo que decía su abuela: "Mejor mal conocido que mal por conocer". Quisiera poder haberle dado más crédito antes, pues se lo merecía, sin que él supiera, su abuela lo estaba forjando para lo que es ahora, lo estaba preparando para la batalla. Frank quería que lo viera ahora, se preguntaba si por fin lo felicitaría o si encontraría de todas maneras algo que criticar, cualquiera de las anteriores sería bienvenida. Todavía estaban frescas en su memoria las palabras de su abuela y el sinsabor que le produjo visitar con Hazel su antigua casa. Estaba hecha escombros, pedazos de madera quemada se encontraban frente a lo que solía ser el patio, los viejos muebles no eran más que trizas, la querida loza de su abuela quedó esparcida en pequeños trocitos blancos por lo que solía ser la cocina, incluso el marco de la puerta donde su mamá marcaba el progreso de su crecimiento estaba quemado por la mitad, a Frank le pareció irónico. Sin embargo, no había ningún rastro de su abuela en el lugar. Quería darle la sepultura que merecía, al mismo tiempo tenía miedo de encontrar sus restos al mover los destrozos. No obstante, no estaba allí, movió cada piedrita y no estaba allí ¿Podría ser que se desintegró? ¿O tal vez logró escapar? Si era así ¿por qué no se contactaba con él? Era muy linda idea para ser verdad. En aquella ocasión, se largó con la incertidumbre que carcome como el fuego a la madera, ahora la incertidumbre se traduce también a ¿Cómo vencer a este enemigo sin nombre? O, fijando prioridades... ¿¡cómo sobrevivirían a él?!

Percy Jackson y la Tormenta en el Olimpo (LIBRO COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora