Leo

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Leo seguía enojado consigo mismo, el discurso que Piper le dio en el barco de Barba Negra le sirvió, pero justamente ahora, su habilidad debía sacarlos del aprieto. En estas veinticuatro horas, en otras condiciones, él podría idear algún plan dramático e infalible, como lo había hecho el año pasado. Como no era capaz de lograr eso, se esmeró en organizar un campamento provisorio de cinco estrellas para pasar lo que tal vez sería la última noche de sus vidas. Annabeth, con la pierna elevada y muy bien cuidada por Quirón, trabajaba intensamente en un gran diseño con la computadora de Dédalo, estaba muy feliz de recuperarla. Ella diseñó un gran tejido, bello, que sorprenda a Zeus, trabajaba en el diseño ahora y después instruiría a todos en el arte del macramé para que lo hiciéramos realidad. La lógica dictaba que nadie ganaría en fuerza a Zeus, pero si podían organizarse y crear algo maravilloso, demostraría mucho poder: Poder de concentración, poder de organización, poder de creatividad. Ese era el razonamiento al que llegaron, tenían un punto, pero, aun así, Leo no podía comprender como vencerían al gran Zeus con una manta. No expuso sus pensamientos porque cuando le pidan entonces una idea, él no la podría aportar y todos trabajaban animosamente buscando hojas secas y ramillas de coco para ser utilizadas como tela.

Sintió en su corazón un dolor terrible al no poder despedirse de Calipso, la última vez que la vio, fue a través del filo de una navaja. Le dejó un mensaje en la botella, vería como dejarla en algún lugar para que ella la encuentre. Esta isla le recordaba mucho a ese lugar, donde la conoció, trató de recordar lo que ella le enseñó de tejido, porque le iban a servir para esta misión, pero a sus ásperos dedos acostumbrados al trabajo pesado, le costaban mucho un trabajo delicado como ese. No quería rendirse, pero Frank le dio la excusa perfecta. Vino como un águila pasada de copas, bastante alterado, graznando, o como sea que se llame como gritan las águilas, hasta que se convirtió en persona. Leo llama rápido a Jason y Percy que estaban en la playa y realizan una rápida reunión.

- ¡Hay personas! – grita Frank - ¡Hay personas!

- ¿Qué pasa? – pregunta Quirón.

- Estaba buscando la planta que me pediste para el tobillo de Annabeth- dice Frank- y me encontré con un niño en medio del bosque, recogiendo la misma planta. Le pregunté con quién estaba y me llevó a su ciudad.

- ¿Ciudad? – pregunta Artemisa.

- ¡Ciudad! – afirma Frank- no es una isla desolada, hay una gran ciudad del otro lado de la isla.

- ¡Rayos! – maldice Jason – mi padre no vendrá pidiendo permiso, desatará todo su poder sobre esta isla mañana por la tarde.

- ¿Será capaz de matar a esas personas? – pregunta Hazel – si son humanos, tal vez...

- Nosotros somos sus hijos – dice Talia – y no vaciló en sentenciarnos a muerte, no dudó en tratar de matar a Percy y no dudará en achicharrar lo que se interponga en el camino.

- ¿Qué podemos hacer? – pregunta Percy – ¿puedes trasladarlos a un lugar seguro Frank?

- ¿Cómo haría eso? -pregunta Frank- ¿convirtiéndome en un águila gigante y atrapando a las personas una por una? Cundiría el pánico, me dispararían y ya vi suficientes balas hoy.

- ¿Y tú Jason? – pregunta Percy.

- Claro, porque explicar una persona voladora es mucho más fácil, además, solo puedo llevar de a dos personas y estamos en la isla más alejada de cualquier continente, con suerte salvaré a cuatro personas para la tarde.

- Ya dilo, Leo – dice Annabeth

- ¿Decir qué? – pregunta Leo.

- Lo que piensas – responde Annabeth- sé que te lo estas guardando desde hace tiempo.

Percy Jackson y la Tormenta en el Olimpo (LIBRO COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora