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~Poncho~

Llegamos a un suburbio y estaciono el auto frente a una humilde casa. Bajamos, ayudo a Bianca a hacerlo, y caminamos los tres hasta la puerta.

—¿Quieren pasar? — Claro queríamos, era nuestra oportunidad de comenzar con la investigación. Asentimos y Bianca nos hace ingresar. La casa está a oscuras, por lo que ella prende la luz y nos señala el sofá. Tomamos asiento y nos ofrece algo para tomar, pero le agradecemos. —Mamá debe estar en su habitación — Dice incorporándose. —¿Me esperan un momento? — La esperamos y vuelve cinco minutos después empujando una silla de ruedas. La mujer que está sentada en ella se ve devastada, con oxígeno que la ayuda a respirar. Detrás una mujer las acompaña. —Mira mamá, ellos son los que me trajeron... los papás de una compañera — Miente. Le habíamos dicho eso a su madre para que no se preocupara. La mujer intenta hablar pero por la máscara de oxígeno no puede, entonces se lo quita un momento.

—Gracias — Logra decir. La mujer a un lado se acerca más a nosotros y nos ofrece su mano.

—Mucho gusto, soy Alicia, la tía de Bianca — Se presenta. —Les agradezco por haberla traído, este suburbio es peligroso para que ande sola.

—Hola, soy Anahí — Se presenta mi mujer. —No íbamos a dejarla venir sola.

—Alfonso Herrera para servirle. Tiene la edad de nuestra hija, la cuidaríamos como tal — La mujer sonríe agradecida. Veo a Anahí que siente una gran desilusión cuando vemos lo muy parecida que es Bianca a su madre. Any se sujeta fuertemente de mí y veo como su mirada se entristece.

—Muchas gracias. ¿Todo está bien Bianca? — Pregunta su tía. Bianca trata de parecer normal y asiente simulando una sonrisa.

—Todo perfecto tía — Asegura.

—Quisiera dejarles mi número de teléfono y mi móvil personal — Ofrezco una tarjeta que saco de mi chaqueta. —Ante cualquier cosa que necesiten no duden en llamar — Miro a Bianca. —Bianca, ya sabes — Ella asiente y agradece. Es tarde, se nota que su madre está cansada y Bianca necesita descansar. Así que decidimos dejarlos por hoy.

—Vuelvan cuando gusten — Logra decir la mujer con oxígeno. Asentimos, agradecemos, deseamos una buena noche y Anahí y yo nos salimos de la casa.

—Poncho, Bianca es igual a su madre — Llora una vez que llegamos al auto. La abrazo consolándola.

—Es igual a su madre — Farfullo... entonces su llanto se acrecienta. —Any, te dije que no podíamos hacernos ilusiones — Seco sus lágrimas y beso sus ojos.

—Y esa pobre mujer, que está casi muerta en vida — Añade entrando al auto.

—Puede que Bianca no sea Kaylee, y que en realidad estamos locos y la muerte de nuestra hija nos dejó así, pero volveré el lunes Any... quisiera saber que enfermedad tiene esa mujer, y quiero ayudar a esa niña... bueno a su madre — Advierto.

Salimos del suburbio y antes de dirigirme hacia algún lado, me dirijo hacia mi mujer.

—¿Volvemos a casa? — Pregunto mirándola.

—Quiero ir a la cabaña — Dice decidida con la voz rota.

—¿Segura? Tenemos un largo viaje — Le advierto acariciando su muslo. Ella asiente un tanto cansada, con los ojos casi cerrados. —Descansa mi amor.

—Llévame a la cabaña — Susurra agotada.

—Allí vamos — Dejo que se duerma, el camino es largo y puede dormir una hora.



Conduzco casi una hora hasta llegar a la cabaña. Ingreso el coche lo más que puedo y luego tomo a Any en brazos. Así la ingreso hasta la habitación donde la recuesto con cuidado. La admiro en silencio, es que mi mujer es perfecta, es hermosa, es un ángel, una diosa. Su blusa se levanta y no puedo evitar mirar su vientre, tan plano que es increíble pensar que allí lleva una nueva vida.
Sacudo mi cabeza, necesito pensar, no puedo encariñarme con ese niño... no cuando hay posibilidades de que no lleve mi sangre, sino la de un Oops!.
Regreso al auto en busca de las maletas que nunca saqué de la cajuela y las dejo con cuidado en la habitación. No es tan tarde, así que preparo una cena ligera por si Any despierta, y luego tomo un baño.
Lo hago en el baño de la habitación principal tratando de no hacer mucho ruido, quiero que Any descanse y por fin lo hace sin ningún calmante. Es un gran avance.
Cierro mis ojos bajo el agua y disfruto quedarme en silencio allí con la mente en blanco. No quiero pensar en nada, sin embargo algo se me viene a la mente. Es imposible despejar la mente cuando se tiene tantos problemas.
Una mano rodeando mi cintura por detrás me desconcierta. Estoy con ambas manos apoyadas en los mosaicos de la pared, y volteo levemente mi cara para ver a Any detrás de mí. Su boca besa mi espalda mojada, dándome mordisquitos sobre el hombro. Sus manos bajan un poco, acariciándome por completo. Mi cuerpo reacciona ante sus caricias y me doy vuelta para enfrentarla. Está completamente desnuda, y de hecho no sé en que momento lo hizo que no la escuché entrar.
La tomo de las mejillas con mis manos y me acerco a besarla con todo el amor que poseo, suave, disfrutando su boca unirse con la mía, su lengua enredándose con la mía. Mi beso comienza a intensificarse cuando siento sus manos en mi ya erecto pene, gimo contra su boca ante el contacto, ese contacto que me viene negando hace dos meses.
Sus habilidosas manos juguetean con mi miembro sin apartar su boca de la mía. La sigo sosteniendo de la cara, dando gemidos entre beso y beso. Cuando mi pene está más que tieso bajo mis manos hasta sus caderas y la tomo, volteándola y apoyándola de frente contra la pared. La inclino lo suficiente y guio mi miembro hasta su entrada, jugando con su centro, rozándolo... rozando ese pedacito de nervios abultado.

Relato: Una y Otra Vez | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora