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~Anahí~

Sus ágiles manos levantan mi blusa y acarician mi vientre haciéndome gemir contra sus labios. Alzo mis brazos para que la quite completamente, dejándome en brasier. Su boca busca mi cuello y mi pecho, repartiendo besos por toda esa carne sensible, volviéndome papel de lo temblorosa que estoy. Sostengo su rostro contra mi cuello para que ni piense en separarse, pero se separa finalmente por el sonido de su celular. Lo beso en la boca para que no conteste, sin embargo lo hace.

—Freddy — Contesta. ¿El chiquito residente? Frunzo el ceño y espero, aún encima de él. —¿Ya, tan pronto? — Pregunta confundido. —Bien, no estoy en la ciudad, tardaré una hora en llegar — Cada vez entiendo menos. —¿Hay algo grave? — Mis ojos se abren grandes, tratando de entender. Sigo acariciando el cuello de Alfonso con mis dedos, haciendo que él cierre sus ojos pero no se si por mis caricias o por lo que le están diciendo por teléfono. —Ah, entonces iré a retirarlos. Gracias por avisarme Freddy — Agradece. —Si, es que no estamos en la Ciudad. Gracias — Cuelga y acaricia mi rostro. —Tus análisis, tengo que ir a retirarlos o si no tendré que esperar hasta el Lunes y... la verdad no quiero. ¿Puedes quedarte sola unas horas o quieres ir conmigo? — Pregunta con un tierno tono.

—Me quedo — Susurro besándolo una vez más. Me quito de encima de él y tomo mi blusa para volver a ponérmela.

—Pasaré por casa y traeré algunas cosas — Añade incorporándose. Lo miro y asiento... no digo nada. Él me toma de la cintura, me acerca a su cuerpo y deposita un beso en mis labios, tierno y corto. —Ten cuidado — Pide. Lo acompaño en busca de las llaves del auto, luego hasta la salida. Se sube al coche y yo lo despido con la mano. El auto desaparece y yo me quedo aquí, sola, parada en medio de la nada mirando la carretera. Bueno, hay una casa a unos doscientos metros. Me quedo allí pensativa cuando escucho un golpe. Me desconcierto y miro a dos metros, una chica se ha caído andando en rollers. Lleva cascos, rodilleras, coderas, lentes negros para el fuertísimo sol y un mp3. —¿Estás bien? — Pregunto ayudándola a levantarse. Por más que tenía rodilleras se hizo un raspón en el tobillo.
—Gracias — Susurra. La voz vuelve a desconcertarme pero trato de no darle importancia. —He tropezado con una piedra — Añade. Tiemblo por su voz, sin embargo sonrío de lado.

—Se te puede infectar, tengo un botiquín, puedo curarlo — Digo examinando la herida. Ella se quita los lentes y sus ojos chocan con los míos. Siento que el cielo se me cae, que el piso está a la altura de mi cara... y que todo me da vueltas.

—¿Se siente bien? — Me pregunta. No. Me da todo vueltas. —Señora — Me paso las manos por la cara y me repongo.

—Si, solo un mareo. ¿Quieres entrar? — Ella me mira con desconfianza y hace un mohín.

—Me duele — Susurra. —Está bien — Acepta. Entramos y camino a su lado sin dejar de mirarla... Es tan parecida a Kayra... ¡Es tan igual a Kayra! Siento que es ella... siento que estoy nuevamente con mi hija. La diferencia es que esta niña tiene los ojos más grandes, más azules que los de Kayra... y el cabello más lacio. Sacudo mi cabeza... ¿No dicen que en el mundo siempre hay alguien parecido a ti? Esta es la ocasión... no es Kayra. No lo es.
Entramos a la cabaña y le digo que se siente en el sofá mientras busco el botiquín de primeros auxilios.

—¿Vives muy lejos de aquí? — Pregunto sacando los materiales del maletín.

—Si, pero trabajo en la casa de aquí al lado. Igualmente llegaba temprano — ¿La casa de al lado? ¿De que?

—¿De que trabajas? — Quiero saber. Se quita sus rollers quedando en calcetines de florecitas, sonrío y limpio su herida.

—Oh, soy la chica de la limpieza. Mis patrones se han ido a Alemania y tres veces por semana vengo a limpiarles — Explica. Hace un gesto de dolor cuando acerco el algodón con agua oxigenada a la herida.

Relato: Una y Otra Vez | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora