16

234 22 7
                                    

~Bianca~

—Yo sé que no nos conocemos mucho, que no sabemos nada la una de la otra y que llevará tiempo confiar... pero desde ya te digo que soy tu gemela, puedo sentir como te sientes y te puedo entender — Comienzo a decir. —¿Por qué no les hablas?

—Ya te dije, por miedo — Responde.

—¿Miedo a que?

—No entenderás — Niega. Bajo la vista y entiendo que es muy pronto para que confíe en mí.

—Bien. Tiempo al tiempo ¿verdad? — Sonrío y ella me acompaña. Echo un vistazo a su habitación, es hermosa de verdad. Tiene miles de cosas, pero los diseños pegados en la pared me llaman la atención. Me levanto y los miro más de cerca. —¿Los hiciste tú?

—Cada uno — Afirma.

—Te gusta el diseño como a tu mamá — Susurro mirando cada bosquejo.

—Como nuestra mamá — Corrige. —Si — Dice acercándose a mí. —¿A ti no te gusta? — Sonrío y niego. No es que no me guste, pero no se me da bien dibujar.

—Dibujo pésimo... creo que me inclino más por el lado de tu papá.

—¡Nuestro papá! — Corrige riendo. —Acostúmbrate. ¿Qué te gusta, la medicina?

—Siempre quise ser veterinaria, o sea, médico de animales — Confieso. —Poncho es un buen médico.

—Mi padre es el mejor papá que puede existir en la tierra ¿sabes? — Me toma la mano y pone una pulsera en mi muñeca, la abrocha y sonríe. —Tenemos suerte de tenerlo en nuestras vidas. Es el amor de mi vida, pero te lo comparto — Ríe. Noto que habla con devoción por su padre, mientras que por Any no lo hace.

—Any también lo es.

—Claro — Responde. Inmediatamente cambia de tema. —Quiero que te quedes esa pulsera, es un regalo de mi abuelo Enrique — Sus ojos se le iluminan. —Le dará gusto saber que la tienes tú — La miro y es muy bonita, no es una cosa cara, más bien creo que tiene un valor sentimental. —¿Puedo regalarte otra cosa? — Pregunta. Veo la ilusión en sus ojos, entonces asiento. Abre un cofre de madera que tiene con llave y saca de allí una cadenita. —Ésta la compré yo, me gustó y pues me la compré — Pasa sus brazos por mi cuello y me la abrocha. —Te queda perfecta.

—Gracias — Logro decir. Me asombra lo bien que me aceptó mi gemela.

—Si te das cuenta dice Kaylee — Acaricio la cadenita que tiene un dije que dice 'Kaylee' y me quedo pensativa. —Tengo la misma que dice Kayra. Ni me preguntes por qué sentí la necesidad de comprar ambas, solo lo hice y ya. Creo que tenía un presentimiento de que esto iba a pasar.

—Yo... Creo que no me acostumbraré a este nombre — Digo.

—¿Oíste a mamá y papá? No es necesario que lo cambies. Bueno, si quieres te la guardas de recuerdo, no hace falta que la uses.

—Oh no — Me disculpo —Claro que la usaré, es mi nombre verdadero ¿no? Oye Kay ¿Cómo es que me aceptas tan bien? Creí que ibas a pensar que llegaba para sacarte el amor de tus padres, tu lugar...

—¿Cómo te iba a recibir mal si te deseé toda la vida? Desde que tengo uso de razón deseé tener una hermana, deseé tanto que Kaylee no hubiese muerto... y hoy esto se me hace realidad. Llegaste en un momento indicado, en el momento cuando más necesito de una hermana — Explica. Nos sentamos nuevamente en la cama, de fondo se escucha Adele.

—¿Por el momento que estás pasando? Kayra ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué te creyeron muerta cuando no lo estabas? — Quiero saber. Creo que metí mucha presión, porque ella baja la vista y su rostro cambia. —Lo siento. No debí preguntar. Hablemos de otra cosa.

—Hablemos de ti — Pide. —Cuéntame.

—¿Qué quieres que te cuente?

—No sé, algo. ¿Tienes novio? — Sonrío amargamente y niego.

—Tenía — Respondo. Ella se sorprende, no sabe si reír o qué.

—¿Por qué no tienes más? —Quiere saber.

—Ayer... ¿no te contaron tus padres que cuando me fueron a ver me encontraron en un mal estado? — Ella niega. No sabe. —¿Ves esto? — Muestro mi brazo izquierdo, con un pinchazo notable y un moretón. —Me drogó.

—¿Qué? — Pregunta aterrada. —¿Para qué? ¿Te hizo algo? — Está aterrada, y veo que sus manos aprietan fuertemente mis brazos.

—No — La tranquilizo y hago que me suelte. —No me hizo nada, solo me drogó y es algo que no se lo perdono. Kayra ¿Qué te han hecho? — Pregunto. Siento ganas de llorar al verla así.

—¿No te enteraste que me violaron? — Pregunta. Siento mis mejillas arder y me siento culpable por hacerle recordar tan aberrante situación.

—Lo siento, no... no sabía. No hablé con Anahí ni Poncho y... no sabía.

—Es parte de todo lo que me pasó — Explica. Veo como sus manos se aferran a la almohada y la retuerce como si fuera el cuello de alguien. —Y no me gustaría que te pase lo mismo, porque es algo... muy feo. Es algo que te marca para toda la vida y no se lo deseo a nadie.

—Puedo imaginarlo. Me imagino que nadie sabe quien fue.

—No.

—¿No lo piensas decir o no lo sabes?

—Claro que lo sé, lo tengo aquí — Señala su frente entre medio de cada ceja — Su rostro lo tengo aquí, no me deja dormir, no me deja comer, no me deja hacer nada. No me deja siquiera seguir con mi vida y ser feliz — Dice. Su relato me estremece, me hace sentir rabia por ese hombre que la ha ultrajado, siento ganas de encontrarlo y hacer algo por ella.

—Tienes que contarlo, Kay. De otro modo no tendrás paz — La aconsejo. —Te aseguro que los policías harán lo posible por encontrarlo y darle su merecido.

—¿Y que pasa cuando el tipo es un policía? — Pregunta con los ojos rojos. Me asombro mucho más y me quedo sin habla. —¿Ves? Ese es mi miedo — Solloza. —No puedo — La abrazo y le acaricio el cabello, tranquilizándola. —No aún.

—¿Sabes que si sigue suelto puede hacerle lo que te hizo a cualquier otra niña o mujer? Tienes que hablar — Advierto.

—No puedo. Ya no quiero hablar de eso — Pide. La entiendo y dejo de insistir. Escuchamos que golpean la puerta y ambas miramos. —Por favor, dame mi tiempo para hablar. Si mis padres se enteran que hablo querrán que haga la denuncia,  y yo no me siento preparada — Explica.

—Ellos entenderán — Explico.

—Ellos quieren justicia — Advierte.

—Cuenta con ello, no hablaré si tú no lo haces — Ella me agradece y me abraza. Entonces hace una seña. Abro la puerta y Any entra con una bandeja.

—Les traje algo hasta que esté lista el almuerzo ¿Bian, te quedas a almorzar con nosotros?

—Claro — Afirmo.

~Poncho~

Pasan varios días y las cosas van mejorando, notamos un poco de paz y tranquilidad en nuestras vidas. Bianca y Kayra se convierten en mejores amigas inmediatamente, y notamos a Kay mas animada. Dice su psicóloga que es un buen avance, que su hermana ayudará en su recuperación.
Ben, el hombre que robó a nuestra hija, está en la cárcel pagando por lo que debe... y se llevará un par de años como escarmiento. Bianca está mucho mejor, pasa mucho tiempo con nosotros y hasta ya se ha quedado a dormir en casa, sin embargo sigue viviendo con su tía. En cuanto a Alicia, está por irse a vivir al pueblo donde nació y ha hablado con nosotros, nos encargaremos de Bianca obviamente.
Mis días en el hospital se hacen llevaderos, ahora tengo una familia completa que me espera para cenar y eso me levanta los ánimos. Además mi hijo crece día a día cada vez más dentro de mi mujer, y las cosas con ellas van mejorando. Me da alegría notarla feliz, me causa felicidad verla sonreír y disfrutar de sus hijas... las tres y ese pequeño bebé me dan ánimos día a día. Pero no dejo de pensar en todo lo que vivió Kayra, no dejo de pensar en que quiero encontrar a ese desgraciado y partirle la cara, romperle los huesos para que no se olvide de mí. Pero Kayra no habla, y los policías no pueden hacer nada. La psicóloga intenta sacarle información, pero es muy poco lo que logra hacer. Mientras tanto seguimos esperando, pero ese maldito hijo de Oops! está libre haciendo de las suyas.

Me desconcierto cuando veo a Bianca llegar corriendo al hospital y llorando. Un deja-vu pasa por mi mente, recuerdo la vez que Kayra vino llorando por el motivo de su madre, entonces me paralizo. Ella me abraza y hago lo mismo.

—¿Qué sucede hija? — Ella mira hacia atrás y veo que un tipo la sigue.

—Bianca... — Dice el chico, de veintitantos años.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? — Pregunto ubicándola detrás de mí, protegiéndola. El tipo me desafía con la mirada.

—Usted no se meta, ella es mi novia.

—¡No soy tu novia! Hace tiempo no lo soy — Dice aferrándose a mí.

—¿Te está molestando? — Pregunto.

—Si papá, me está molestando — Me sorprendo al escucharla llamarme así, y el tipo también.

—A ver, o te vas o te saco yo mismo pero a los golpes. Con mi niña no te metes — Él se acerca y lo enfrento. —No te atrevas a tocarla — Digo cuando acerca su mano al brazo de mi hija. —Te vas ya mismo o no me va a importar golpearte aquí mismo.

—Esto no se queda así, Bianca — Dice antes de irse. Me volteo y la miro.

—¿Estás bien? — Ella asiente, llorando. La tomo de la mano y la llevo a uno de los consultorios de guardia para atenderla. Está nerviosa y pinchada. —¿Qué es esto? — Pregunto extendiendo su brazo.

—Me quiere obligar a que consuma ese tipo de drogas que utiliza él. No es más mi novio, no desde que me drogó aquella vez. Pero me sigue molestando.

—Lo denunciamos y te dejará en paz.

—No no. No quiero.

—No tengas miedo — La tranquilizo. —¿Sabes que puede hacerte algo más? Dime Bianca ¿te ha hecho algo?

—No, nada. Pero me persigue, no me deja en paz. No entiende que ya no quiero más nada con él.

—Por eso deberías denunciarlo, no se acercará a ti — Digo. Ella niega nuevamente. —No quiero que te haga algo, no quiero algo te pase.

—¿Y si se pone peor? Si lo denuncio se resentirá y me perseguirá peor.

—No se podrá acercar a ti, porque si lo hace se llevará su castigo. Confía en mí princesa — Me abraza y beso su frente.

—Bien. Lo haré — Decide. —Gracias papá — Esas palabras me hacen sonreír, la primera vez que me llama así.

—¡Hola Kayrita! — Freddy, el residente de primer año, saluda con una sonrisa y me entrega unas planillas. —Poncho, ¿puedes firmar aquí?

—Claro — Mientras reviso lo que me da, Freddy mira a Bianca.

—Estás mucho más linda ¿Recuperada al fin? — Pregunta. Bianca se da cuenta que la confunde con Kayra.

—No soy Kayra — Dice secando sus lágrimas. Freddy se desconcierta pero luego ríe.

—Ah claro, eres su clon — Dice en modo de chiste, pensando que Kayra le estaba haciendo una broma.

—En verdad, sí, soy su clon. O mejor dicho, soy su gemela. Bianca. Mucho gusto — Se presenta. Freddy se queda blanco como papel y río.

—¿Neta es su gemela?

—Algo que nunca te conté — Digo. Él acepta la mano de Bianca y la agita con suavidad.

—Wow. Guapa como su hermana — Le entrego las planillas y no deja de mirarla.

—Ya Freddy. ¿Puedes quedarte con ella mientras me cambio? Mi turno acabó — Digo mirando mi reloj de mano.

—Yo te la cuido Ponchito, tú ve tranquilo — Río, pues Freddy no cambia más. Es guapo pero es todo un don Juan, coquetea con todas las pacientes.


Llegamos a las doce de la noche a casa luego de ir a la comisaría a hacer la denuncia. Está todo apagado y creemos que Any y Kayra están profundamente dormidas. Dejo mis cosas y le digo a Bianca que me acompañe a la cocina. Allí veo la comida que Any me ha dejado y la recaliento.

—¿Comiste? — Pregunto. Ella niega, entonces le sirvo una porción. —Eres como tu hermana y tu madre, si no las obligo no comen — La regaño. Ella sonríe de lado y acepta el plato.

—Gracias — Susurra.

—No tengas miedo hija. No te hará nada ese patán, te lo prometo.

—Confío en ti papi, solo que... me da miedo ese tipo. Luego de lo que le pasó a Kayra tengo miedo que me pase a mí también — Dice.

—Les pondré seguridad si es necesario, pero ni a ti ni a tu hermana les pasará nada. Lo juro — Comemos mientras platicamos. —¿Cómo van tus días?

—Bien.

—¿El colegio?

—Todo bien por ahora. Me cuesta el inglés, lo contrario a Kayra que sabe mucho — Dice. Me sorprendo ¿Cómo sabe? Ella deja el tenedor y me mira como cayendo en cuenta que ha dicho algo de más. —Es que me ayuda, como puede se da a entender — Explica nerviosa. —Está muy rico esto.

—La especialidad de tu madre — Le cuento. —Bian, en cuanto a lo de tu tía... no dejaré que vivas sola cuando ella se vaya.

—Eso lo sé. Yo tampoco quiero seguir allí, al alcance de Diego.

—¿Diego es tu ex novio?

—Ese mismo — Explica. —Vive en el mismo suburbio, me lo cruzaré siempre si me sigo quedando allí.

—Creo que es hora que vengas a vivir con nosotros. Aquí no te faltará ni pasará nada — Le digo. —Además nos harás muy feliz si vienes. ¿Qué te parece?

—Me gustaría — Dice con una pequeña sonrisita de lado. —Me siento bien aquí ¿sabes? Siento que tengo la familia que la mía dejó de ser hace mucho tiempo. Cuando estamos los cuatro se siente la felicidad, la alegría y la paz... la tranquilidad y la buena vibra. Algo que no vivía hace mucho tiempo.

—Te sentirás bien aquí, haremos lo posible para que te sientas a gusto — Le prometo.

—Eso seguro.

—¿Entonces? ¿Ya te quedas? — Pregunto con una sonrisa. No puedo evitar demostrar mi felicidad.

—Me quedo — Sonríe. —Lo bueno es que le avisaste a mi tía que hoy me quedaré aquí, pero mañana iré a decirle que me mudaré definitivamente.

—Nosotros te acompañaremos, no irás sola ¿si?

—Gracias papá.

—Me gusta que me digas así — Confieso.

—Eres mi papá. El mejor padre que puede existir, y te quiero mucho — Se levanta y se acerca para abrazarme.

—Y yo a ti hija. Yo te amo — Con su abrazo siento plenitud, una alegría inexplicable. Que Bianca nos acepte como sus padres al fin me hace sentir completo. —Bien. Para no despertar a Kayra ¿Te parece quedarte en la habitación de al lado? Durante estos días Any te llevará de comprar y harás esa habitación de la tuya, decorándola a tu gusto.

—Claro.

Cuando dejo a Bianca en su habitación escucho unos quejidos que provienen de la habitación de Kayra, así que decido abrir la puerta y asegurarme que todo esté bien. Cuando ingreso veo que está mirando la herida, aquella que tiene en el vientre por el disparo.

—¿Te duele? — Pregunto acercándome. Ella asiente y deja que la revise. —Como estuvo mal curado por tres meses hubo infecciones y tardará en cicatrizar — Le explico. —Traeré algo para curarte mi amor — Busco las cosas y vuelvo, ella me espera recostada en la cama, con lágrimas corriéndole por la cara y asustada. —No dolerá cariño, todo está bien. Solo es para que deje de doler e incomodar — Saco la venda que tiene y le higienizo la herida, luego coloco una gasa nueva. —¿Ves? Tu padre no te hace doler. Ahora sí, puedes dormir — Sonríe y me abraza. —Te amo. Descansa — Beso su frente y salgo de allí rumbo a mi habitación.
Entro y me encuentro con Any sentada en la cama, con una cara de sueño increíble, el cabello revuelto y la mirada fija en la televisión apagada.

—Any — Ella me mira y sale de su hipnosis, sonriéndome. —¿Qué sucede? ¿Por qué esa cara? — Estira su mano y me acerco a ella.

—Tu hijo me está matando a patadas. Creo que le gustará el futbol como a ti — Dice con un mohín. Me acerco a su vientre y levanto su camisón. Ella se recuesta un poco y beso su vientre.

—Hijo, deja dormir a tu madre por favor. Jugaremos fut cuando salgas, ahorita no puedes hacerlo solo pateando a tu madre — Digo. Las manos de Any acarician mis rizos y la siento sonreír. —¿Te tranquilizarás?

—Tu padre ya está aquí, sano y salvo, puedes dormirte hijo — Añade Any. Le dejo un segundo beso cerca del ombligo que está hacia afuera y me acerco a su rostro.

—Estoy aquí amor, y Bianca vino con nosotros — Beso su boca y ella se sorprende.

—¿Bianca? ¿Qué hacía tan tarde?

—Fuimos a la comisaría a denunciar a su ex novio que la acosa — La noto tensarse y asustarse, así que la tranquilizo. —Todo está bien, no se acercará más a ella. Además vivirá con nosotros y la cuidaremos mucho — La tomo en mis brazos y ella se deja abrazar.

—¿Pero ella está bien?

—Si Any, está bien y dormida ya. Deberíamos hacer lo mismo — Me levanto y ella me mira. —Iré a tomar un baño. Ya regreso.

Relato: Una y Otra Vez | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora