La primogénita del Príncipe Daemon Targaryen con su hermana y primera esposa la fallecida princesa Alysanne Targaryen fue prometida en su undécimo día del nombre con su primo el príncipe Aemond Targaryen, tan solo tres años mayor que ella.
Dicho co...
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Luego de que Rhaenyra y Daemon se fueran, Daenerys trato de tranquilizarse.
¿Por qué Daemon a veces era tan cruel? Él siempre lo había sabido. Nunca se interesó ni un poco en ella.
Si había ignorado a su madre aunque sea la mitad de lo que la había ignorado a ella, entendía porque está se había enamorado de otro hombre.
Daenerys no sabía porque le sorprendía tanto, por algo lo habían apodado el príncipe canalla.
Trato de descansar, al día siguiente sería su boda y tendría que ver a Aemond. No sabía si podría perdonarlo.
Su comportamiento le asustaba. Siempre había sido posesivo, pero entre más crecían, peor actuaba.
No era ninguna excusa. Daenerys le temía, sobre todo cuando no tenía puesto el parche, pero ella debió haberle dicho que le escribía a Jacaerys, si se lo hubiera dicho nada de todo esto hubiera pasado.
Al menos quería convencerse de que esto era en parte su culpa, sino tendría que aceptar que Aemond tenía un grave problema y no quería hacerlo porque eso significaba que se casaría con alguien que la atemorizaba y la agredía, no debía permitirlo, pero no sabía que más podía hacer.
Cerro los ojos.
Soñó con Aemond montando a Vhagar. Está vez ella lo acompañaba con Stormfyre, estaba persiguiendo a alguien en una tormenta.
Daenerys le suplicaba que parará, pero Aemond no la escuchaba, no sabía si por la lluvia y los truenos, o porque estaba ignorándola.
Pudo visualizar a lo lejos por fin de quien se trataba, era Lucerys a lomos de su pequeño dragón Arrax.
—¡Huye, Lucerys! Yo lo distraeré.
Daenerys le ordenó a Stormfyre que atacará a Vhagar, el dragón le dio un zarpazo en el ojo y voló lejos.
Cuando pensó que ya estaba en calma, lejos del peligro, se relajo.
Fue cuando Aemond apareció soltando alaridos en Alto Valyrio, Daenerys volteo a verlo, no entendía lo que quería decirle
—No, Vhagar, no, no, no. Huye Daenerys, no puedo controlarla. No puedo.
Lo último que vio fueron las descomunales fauces de la dragón de guerra.
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