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El viaje pareció eterno en su mente, hasta que miró un edificio que le era conocido, pues estaba al centro de la ciudad pero que claramente él nunca había visitado y jamás creyó hacerlo. De la misma forma "cariñosa" en que lo habían metido a la patrulla, fue la misma en que lo obligaron a salir, y lo adentraron a aquel enorme sitio llevándolo a un telefono de piso.

–Tiene derecho a una llamada, tiene cinco minutos. 

Un policía le retiró las esposas de las muñecas, y en seguida Yunho tomó el telefono, sus manos temblaban inútilmente y se maldecía internamente por no recordar el número de Woo. Tecleó apenas los dos primeros dígitos, intentando con todo su ser que sus dedos marcaran por sí solos, como en cualquier llamada que le hacía a su novio cuando salía del trabajo. Pero eso no pasaba, tecleaba y borraba números al azar, y fue hasta que un dígito le coincidió en la memoria que sus dedos siguieron los números con naturalidad.

Sonó el primer pitido... el segundo, las gotas de sudor comenzaban a caer por la frente de Yunho y estaba por sonar el tercer pitido en espera cuando una voz ya conocida respondió en la otra línea.

–¿Hola?

–¡Wooyoung no hay tiempo! Estoy detenido por un fraude que no hice, por favor dile a mi madre que venga, que me saqué de aquí, no sé que hacer. 

Sin darse cuenta las lágrimas habían traicionado al alto, recorriendo por sus mejillas, nisiquiera eran lágrimas de tristeza o enojo, sino de desesperación por salir de ese lugar, de querer demostrar que era un error, que no tenía nada que ver en todo lo que estaba pasando, por primera vez quería salir huyendo a los brazos de su novio, cuando normalmente era el menor quien saltaba a los brazos de Yunho luego de un mal día, y este lo envolvía diciéndole que todo estaría bien, ahora era todo eso lo que él más que necesitar, rogaba por ello.

–¿Yun? ¿Qué estas diciendo? ¿Dónde estás?

–¡Woo, porfavor! Dile a mi madre que estoy detenido en el ministerio público.

Al otro lado se habían escuchado un par de platos moviéndose de forma brusca y a Wooyoung apenas hablando, parecía que había guardado el celular en su bata de cocina. El nombre de Woo se escuchó ser gritado por lo que parecía un hombre mayor y de un segundo al otro lo único que Yunho apreciaba era el sonido del celular rebotar contra la tela, ese sonido de golpe seco le rebotaba por toda la mente, era como si por enormes segundos, fuera lo único que Yunho escuchaba entre tanto silencio creado por su imaginación, era un silencio demasiado aterrador, que sintió como una navaja penetrándole el pecho al escuchar un sonido repentino.

–Se terminó el tiempo.

El teléfono le fue removido del oído y nuevamente sintió esa falsa amabilidad cuando volvieron a colocarle las esposas, para nada se había acostumbrado a esa sensación de dolor en su piel, uno que le quedaría marcado por siempre.
Fue dirigido hasta un cuarto cerca, donde había una pared de barrotes un poco oxidados impidiendo que pudiera salir.

–Esperarás aquí hasta tu juicio.

–¿Eso cuando será?

–Tu abogado se encargará de eso.

Las manos de un policía pasaron por todo su cuerpo, arrebatándole cada pertenencia suya y fue hasta que estuvo completamente vacío de sus bolsillos que le retiraron las esposas y fue encerrado hasta que alguien a cargo de él apareciera.
Con todo eso Yunho no tenía más opción que esperar, sentía que en cualquier momento el corazón le saldría por la boca, su estómago y cabeza le dolían, tenía la necesidad de llorar, pero debía de mostrarse fuerte, no debía demostrar cualquier acción que pudiera estar en su contra. O al menos eso era lo que él creía mejor.
De todas maneras él era inocente así que no tenía nada de que temer ¿cierto?

–Será mejor que te sientes, los juicios no suelen ser de un día para el otro.

La voz repentina le había hecho sobre saltar en su lugar, ni siquiera se había dado cuenta que no era el único en ese pequeño espacio.  Se giró en dirección a la banca y se acomodó al lado de ese chico que le había hablado y en seguida el olor a alcohol había embriagado a sus fosas nasales, sacándole una mueca de desagrado que le costó disimular.
El alcohol no era algo que disfrutara, ni probarlo ni olerlo y era que él ni siquiera tenía resistencia para beber, la única vez que recuerda haber tenido contacto con la bebida había sido en su cumpleaños de hace dos años, y luego de haber bebido tres cervezas su último recuerdo era quedarse dormido en el baño de su departamento y amanecer con una resaca horrible que cobraba todo el alcohol que bebería en su vida.

–¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Fue lo único que logro preguntar, intentando disimular que el aroma le incomodaba, solo dándole al chico delante suyo una pequeña sonrisa, pues la situación tampoco le permitía estarse alegre como él normalmente era, pero tampoco era una persona que le gustara no mostrarse amigable.

–Me atraparon ayer jaja, estaba regresando de una fiesta con unos amigos y chocamos contra una tienda de 24 horas, todos huyeron y yo no pude quitar mi cinturón de seguridad. –El chico mostró una risa divertida, como contando orgulloso su experiencia de haber provocado un accidente y eso de cierta forma incomodó aun más al castaño, quien solo podía pensar una cosa al ver al chico "Como le encanta hablar."– Pero ¡Ey! No fue mi culpa, esa tienda no estaba ahí la última vez, lo juro...¿Y tú, por qué estás aquí?

–Me inculparon de un fraude.

El silencio se alargó bastante, terminando por aquel chico alegre que pasó su mano por la espalda de Yunho.

–Tranquilo, si eres inocente...

–¡Claro que lo soy!–Sin pensarlo gritó en dirección al chico.

El grito había rebotado por todo el cuarto, la desesperación una vez más había salido involuntariamente por sus labios, y no era extraño que él único que se había sorprendido, había sido su acompañante, pues la demás gente estaban tan acostumbrados a esas palabras y a esos volúmenes tan altos, que les era normal en esas situaciones.
El ambiente se tornó aun más incomodo, y fue hasta que Yunho se sintió más calmado, que volvió a recargar su espalda sobre la fría pared.

–Lo lamento, estoy exaltado por todo esto. –Dijo con sinceridad mirando hacia sus zapatos, tenían una pequeño raspón, seguro por los jaloneos que le habían dado.

–Ey, esta bien, es entendible... por cierto, me llamo Lee Know.–Estiró su mano al alto, dejando una sonrisa al aire.

–Soy Yunho. –Estrechó su mano, fingiendo una sonrisa más amplia de lo que él verdaderamente sentía.

–¡Yunho! –Una voz femenina le llamó  de forma desesperada, a través de esos barrotes fríos.

La mujer mayor–al rededor de unos 49 años– estaba acompañada de dos chicos, a su lado el novio de su hijo, y  al otro un hombre bien vestido que había venido representando al abogado de Yunho.
En seguida, Yunho los reconoció y sus pies se movieron solos hasta llegar a ellos, siendo detenido a medio camino gracias a la pared de metal.

–¡Mamá!

–Mi amor, ¿qué ocurrió? –La expresión que su madre reflejaba era difícil de descifrar, sentía preocupación, claro, como cualquier madre por su hijo, tristeza de verlo así, confusión, miedo, pánico, toda emoción negativa que pudiera complementar esa bomba de emociones que reventaría en cualquier segundo.

–Yo... no lo sé, iba a mi trabajo como cualquier día y de repente los policías me arrestaron... no pude decir nada para defenderme. –Se aferró con fuerza a los pilares de metal delante suyo.

Por un segundo miró a su novio, en busca de una señal de decepción de su parte, pero lo único que obtuvo, fue la hermosa sonrisa de Woo, que le decía que todo estaría bien.

–Tranquilo, muchacho, me encargaré del caso para que se demuestre tu inocencia... por ahora me daré de alta como tu abogado, y comenzaré el papeleo.

El joven en traje salió con su pequeña carpeta de papeles hacia una recepción para comenzar su trabajo.
Yunho tenía ambas manos aferradas a sus familiares, entrelazando sus dedos con los de Woo por un lado, y recibiendo caricias se su madre por el otro.

–Tranquilo hijo, te sacaremos de aquí.

El alto solo asintió. 

Prisionero. -Yungi-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora