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Wooyoung miró a aquel abogado quien llevaba ignorándolo prácticamente desde que puso un solo pie en su despacho, prestándole más atención a escribir en su ordenador, solo el sonido de las teclas inundando el espacio, aburrido bufó y siguió jugando en la silla giratoria justo delante del pelioscuro, la silla dando un pequeño rechinido cada vez que él giraba, y fue ese mismo sonido el que hizo al abogado poner las manos abiertas sobre el escritorio y levantar la vista al pelirrojo.

–Joven Wooyoung ¿qué necesita que haga para que pueda retirarse y dejarme trabajar?

Woo sonrió, deteniendo aquel sonido al instante en que fue llamado.
No había visto al abogado de ojos rasgados durante tres meses, tres jodidos meses que fueron un completo martirio para él, tres meses que fue el tiempo que su amante Hongjoong le dijo que se mantuviera quieto y ahora que le habían dado luz verde para moverse, no lo pensó ni un solo segundo cuando se dio un baño, se perfumó y colocó unos jeans pegados junto con una camisa de botones que cuidó especialmente tener los primeros dos botones sueltos mostrando el comienzo de su pecho y ya estaba golpeando la puerta de vidrio deslizadiza que daba al interior del despacho del abogado Choi San, aquel que seguía arreglando el asunto de su ex pareja.

Y para el letrado no había cosa más estresante y extraña que esa, transcurrieron meses desde que él no tenía rastro ni huella del pelirrojo, lo cual no le era de completa importancia, al menos podía intentar descifrar por cuenta propia sus asuntos, sin embargo que de repente lo tuviera delante suyo en busca de su atención le era complicado y sospechoso, más aun por lo que Woo le estuvo prácticamente implorando durante los últimos cuarenta minutos.

–Ya se lo dije… ¿Qué usted trabaja todo el día? Deje eso y vayamos por unos tragos. –Dijo con una sonrisa de oreja a oreja, aquella sonrisa que había ocupado para cautivar a cuanto chico quería, mostrando sus dientes y sus preciosos oyuelos, Wooyoung siempre sabía cómo aprovechar la belleza que la vida le había otorgado.

San levantó una de sus cejas mirando al chico delante y lo único que hizo fue soplar hacia su propio flequillo que obstruía un poco su vista, y volver a mirar al ordenador. Aquella sonrisa en el rostro del pelirrojo desapareció poco a poco y en cambio comenzó a morder el interior de su mejilla, tomando pedacitos de su piel que terminaba mordiendo una y otra vez hasta que se deshacían en su boca, estaba perdiendo la paciencia ante ese maldito y sexy abogado de rostro perfilado y ojos delgados como navajas, se sentó en el escritorio inicialmente dándole la espalda, pero al girar unos grados pudo verlo mejor, la luz del portátil golpeando su rostro. Sin previo aviso tomó de la pantalla y la cerró creando un sonido estrepitoso, ni siquiera se había tomado la precaución de asegurarse que las manos del pelinegro estuvieran lejos del teclado, había sido únicamente suerte y reflejos de San que no terminó con un par de dedos rotos o mínimamente heridos.

–¡Wooy-.–Ni siquiera pudo terminar su maldición cuando los labios del pelirrojo callaron a los suyos, y ni lentos ni perezosos estos empezaron a ahogarlo en un mar de pasión, moviéndose tan sensual y lento que incluso al pelinegro le fue difícil alejarse, teniendo la sensación de cosquillas en alguna parte de su labio inferior, justo donde Wooyoung había dejado una mordida como un recuerdo suyo, algo que le decía que a partir de ahora él no podría zafarse de su presencia.
Su mano acarició la piel caliente de la mejilla del sonrojado abogado, y su lengua se transportaba de un lado al otro sobre sus propios labios, encargándose de tenerlos hidratados y brillosos, exquisitos e invitantes para su objetivo, San tragó saliva y carraspeó su garganta, acomodándose el sacó que traía puesto, reflejo que hacía siempre que estaba nervioso.

Y su reloj sonó.

Wooyoung lo apagó y tronó la lengua, tanto tiempo perdido y ahora tenía más asuntos por resolver.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2023 ⏰

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Prisionero. -Yungi-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora