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Aviso: Este capitulo fue escrito con datos completamente ficticios.

Pdta: No lo intente en casa (?) 



Los jadeos de Mingi no dejaban de aparecer, una y otra vez que incluso él mismo se llegó a hartar de ellos, estaba batallando para respirar que no sabía si se le estaba acabando el oxígeno ahí dentro por tanto hiperventilar o eran alucinaciones suyas luego de tanto tiempo de estar en ese sitio.

Su cuerpo estaba de rodillas sobre el piso metálico, sus manos manteniéndose en su espalda y su cuerpo sudando tanto que la misma ropa se humedecía y se volvía pegajosa.

–¡Agh! –Fue lo único que podía gritar, aunque ni siquiera estaba seguro de que alguien lo escuchaba, nunca estuvo seguro si alguien lo vigilaba ahí dentro o si alguien se divertía en algún sitio mirándole sufrir.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado ahí dentro, podían haber solo sido 30 minutos que para él se había sentido como una eternidad.
Pudo escuchar la campana matutina, estaba seguro que era de mañana, pero ni bien sonó, el cuarto en el que estaba comenzó a sentirse más caliente, y más caliente, y más.

El sitio estaba diseñado para que aumentara su temperatura con cada hora que pasara, tres grados por cada hora ahí dentro, grados suficientes para hacer que cualquier persona se doblegase y rogara por su vida, Mingi jamás había estado ahí más de doce horas, a una temperatura donde apenas lo hacía deshidratarse, sufrir dolor de cabeza, e incluso un par de veces llegó a desmayarse y al despertar descubrir que seguía en ese mismo sitio, pues una vez ahí dentro, no volvía a tener ningún contacto con alguien hasta su salida.

Pero tan solo habían pasado seis horas y Mingi sentía los mismos síntomas que si hubieran pasado diez.

–Esos malditos... cambiaron la temperatura. –Jadeó para sí mismo, no estaba del todo equivocado, al entrar en ese enorme cubo de metal el guardia Park había ordenado que la temperatura diera comienzo en 20 grados centígrados, por lo que Mingi ahora estaba recibiendo la energía de 38 grados sobre su cuerpo, pero él no tenía forma de saberlo con exactitud.

Si miraba detenidamente a cualquier sitio a su alrededor, podía distinguir las ondas de calor salir desde el metal, estaba seguro que incluso podrían salir de su cuerpo, sentía el rostro tan caliente, y las manos y el cuerpo en general tensarse provocándole leves calambres en un inicio.
Otra hora había pasado y esos calambres fueron aumentando de intensidad, el preso intentaba quedarse lo más quieto que pudiera para no generar más calor del que ya estaba sufriendo, pero era doloroso para él, el piso estaba ahora a 41 grados al igual que todo el lugar, sus piernas y rodillas le quemaban, el metal alrededor de sus muñecas también, sus propias gotas de sudor que se deslizaban por su cuello le provocaban dolor.

Las alucinaciones llegaron en otras tres horas, 50 grados le provocaban horribles jaquecas, los sonidos en el exterior que en un inicio se escuchaban lejanos, ahora los escuchaba como ecos en su mente, parecían 12 voces con distintos timbres que le hablaban justo en los oídos y le repetían las mismas palabras que lograba escuchar, quería dejar de escuchar, estaba intentando enfocarse en no caer desmayado sobre el metal ardiente, pero no tenía la concentración suficiente para mantenerse estable, apretaba sus ojos una y otra vez pues estaba seguro que los sentía salirse de sus sitios, incluso su mente le jugaba haciéndolo perder la vista por segundos, pero en realidad era su cerebro intentando enfocar ante tanta energía en forma de calor.

[ . . . ]

Justo cuando la campana nuevamente volvió a escucharse, Yunho comenzó a dejar cada uno de los platos servidos en la barra delante de los presos que pasaban tomando sus respectivos alimentos. Para fortuna de él los golpes se sentían mucho menores, los moretones desaparecían, era un alivio que su cuerpo fuera bastante resistente, tal vez no al recibir el daño pero si al momento de curarlo.

Prisionero. -Yungi-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora