¿Un hijo?

EPÍLOGO

EPÍLOGO

Luego de que Esdeath y Tatsumi desaparecieran, la Armada Revolucionaria obtuvo un momento de paz, pero pronto la idea de que solo se hubiesen ido a un lugar lejano con la posibilidad de que aquella temible mujer regresara, el temor se mantenia latente, así que se desplegó una gran búsqueda por todo el mundo donde la Armada envió a sus mejores espías a investigar y tratar de localizar en donde pudo haber terminado aquella pareja, solo aquellos que conformaron Nigth Raid estaban seguros de que Tatsumi había cumplido su palabra y había alejado a Esdeath de este mundo. Aquella posibilidad remota de que Esdeath regresara se mantuvo como un secreto celosamente protegido por altos mandos de la Armada que pronto tomaron el control del Reino transformandolo en una República, se mantuvo en secreto gracias a la alta probabilidad de éxito de Tatsumi y para mantener al pueblo tranquilo.

De igual forma todos aquellos que aún mantenían ideas que apoyaban al viejo sistema fueron eliminados y la República se levantó dando poder democrático al pueblo, se reconstruyó la capital, se redujeron los impuestos y se realizaron cientos de cambios en pro de la nueva vida. Akame se mantuvo cerca de la nueva política con la misión de eliminar diversas amenazas que surgían cada cierto tiempo para oponerse al nuevo gobierno o aprovecharse del mismo, a pesar de todo siempre habrá maldad en el mundo.

Con el imperio anterior destruído, una nueva esperanza y alegría se levantó.

Han pasado 12 años desde la caída del imperio. En una pequeña ciudad cercana a la capital una familia de empresarios vivía cómodamente junto a la playa, con su única hija adoptada durante la caída, la niña tiene heterocromía con bellos ojos color verde y azul brillantes, así como un cabello azul celeste y unas cejas muy llamativas. aquella niña siempre lucía una gran sonrisa para todos. Desde pequeña creció con gran amor por parte de sus padres adoptivos que no dudaron en darle todo para que creciera feliz y sin restricciones, afortunadamente a pesar de ello su corazón era noble y nunca dudaba en ayudar a otros con lo que estuviese en sus manos. Ahora con casi 13 años y en pro de su futuro sus padres la enviaron a la academia más reconocida y establecida dentro de la capital, donde podría buscar desarrollar sus habilidades y decidir qué hacer con su futuro, ya que no estaba en su plan solo casarse.

—No llores papá, volveré en ocho años —dijo la niña mirando con felicidad a su padre que derramaba lágrimas por verla partir—. Estaré bien y los haré sentir orgullosos.

Subió al carruaje con una sonrisa radiante esperando por el futuro.

Por otro lado, en la capital en una recaudería un joven con la misma heterocromía, pero el cabello castaño atendía a unos clientes con una seriedad propia que siempre lo ha acompañado. No es que fuese una mala persona, solo era muy serio aunque podía sonreír con personas de confianza como amigos y familiares, la frialdad general que transmitía se debía a que había luego de la caída del imperio, donde vivió hasta sus cinco años como huérfano con el resto de niños en la misma condición, hasta el día que una pareja ya mayor que había perdido a sus hijos lo adoptó, criandolo de la mejor manera que pudieron aun con sus limitantes económicos, pero le brindaron el suficiente amor necesario para crecer como un hombre de bien, aun con sus apenas 12 años.

—Buen día —se escucharon las campanas del local seguidas de la voz de una mujer mayor.

—Buen día —contestó el chico mirando al cliente.

—Ryutaro ¿verdad? —dijo la mujer dirigiéndose a él con una sonrisa cálida.

—¿Cómo sabe mi nombre? —encaró con confianza ante la desconocida frente a él.

La mujer frente a él lucía mayor, con múltiples arrugas y un parche cubriendo su ojo derecho, su cabello era totalmente blanco así como su espalda curva que la hacía lucir más pequeña, pero lo que más llamó la atención del niño fue que donde debía estar su brazo derecho tiene un brazo de metal delgado cubierto apenas por una bata que le llega hasta las rodillas.