Capítulo 11.

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Primer día sin preocupaciones ni enanos molestos.

Robin Arellano.

Los pequeños brazos de Maia me rodeaban la cintura mientras tenía su rostro recargado en mi pecho, durmiendo con tranquilidad.

Su mano estaba encima de la mía y las alcé con lentitud para verlas pero no despertarla.

Joder. Su mano era demasiado pequeña a comparación de la mía y eso se me hacía extrañamente muy... atractivo.

Besé el dorso de su mano y sin soltarla la puse de nuevo en su lugar.

—Deja de observarme como psicópata —dijo en voz baja ronca.

Me sonrojé y me hice el tonto por unos momentos hasta que decidí mirarla a los ojos con mis mejillas aún calientes.

—Yo no estaba mirándote como psicópata.

—Llevo observándote quince minutos, Rob.

Me sonrojé aún más si eso era posible y me escondí en su cuello, respirando su aroma.

—Pero no me molesta —escuché que susurraba cerca de mi oído y me ocasionó escalofríos.

Alcé mi cara a su altura y besé sus labios con ternura al comienzo. Después comenzó a tornarse bastante diferente... como solíamos hacerlo antes.

Soltaba suspiros entre nuestros besos y yo solo apretaba más su cintura.

Joder. Hace demasiado que necesitaba esto.

Recargué mi frente en la suya, rozando nuestras narices y nuestras respiraciones inestables chocaban.

—Necesitaba esto —mi voz sonó más desesperada de lo que esperaba.

Ella sonrió y asintió con la cabeza, murmurando algo que también me hizo sonreír.

—Ahora no puedo ni hablar —habló apenas en un suspiro.

Volví a atacar sus suaves labios, mordiendo de vez en cuando el inferior.

—No te soltaré en toda la jodida tarde. No hay preocupaciones y tenemos todo el día para estar juntitos.

—No sabes cuanto deseo que eso pase —recompuso un poco su voz agitada.

—Mierda. ¿Por qué tuviste que soltarme? —susurré cuando sentí como cortaba esa electricidad entre nuestras manos y se aferraba a mi como Koala.

Tomó mi mano al darse cuenta y la apretó con fuerza mientras yo dejaba caer mi cabeza en su pecho.

—Esta es mi almohada personal —susurré, disfrutando la comodidad.

Su risa resonó como el canto de un ángel en mis oídos y casi me desmayo allí mismo.

Dio un beso tierno en mi frente y me permitió recostarme.

—¿Dormiste bien?

—Ni siquiera dormí. Siempre hay que estar alerta —susurré.

My Pretty Girl // Robin Arellano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora