04. A bad day of shopping

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Nuevamente, y como de costumbre, Merlina estaba sentada frente a su máquina de escribir, pero no podía hacerlo.

Y como siempre, la causante de esto era la empalagosa chica lobo que tenía como amiga: Enid.

Esa chica la tenía enferma. Las ganas de hacerse una lobotomía para poder olvidarse de ella por unos segundos eran cada vez mas grandes.

Esto ya le recordaba a su padre, que siempre andaba pensando en cada momento en su querida esposa, Morticia. Con la diferencia de que él y su madre estaban casados, mientras que ella y Enid eran amigas...

Carajo, ¿Cómo es que podía compararse a ella y Enid con sus insoportables padre? Si, puede que la rubia sea demasiado empalagosa aveces, pero no tanto como sus padres...

Su cabeza era un caos. Lo único que quería en ese momento era dejar de pensar.

Cuando Merlina escribía, solía expresar sus sentimientos. Ahora lo único que expresaba en sus escritos eran tan sólo cursilerias de adolescente enamorada, talvez porque eso era...

Patrañas. Solo patrañas. Debía distraerse con algo luego, o terminaría cayendo en la locura.

Justo cuando iba a levantarse, sintió como alguien ingresaba con agresividad a la habitación.

Oh ho, alguien tuvo problemas con el noviecito, otra vez.

Merlina se levantó y volteó a ver a su amiga. Esta no estaba llorando, pero se veía algo furiosa.

—¿Todo bien? ¿Problemas con el novio de nuevo? —Cuestionó la pelinegra. Si bien su tono parecía uno de burla, en el fondo estaba preocupada.

—Es mi madre... No le importa que ya me haya enlobado y que ya le aulle a la luna como ella quería ¡Sigue creyendo que soy una decepción! —Exclamó con el ceño fruncido. —No es que me importe mucho, pero aun así me enfurece un poco que no se de cuenta del esfuerzo que hice para que ella me dejara en paz.

Merlina simplemente asintió y, de imprevisto, se acercó a su compañera y la abrazó. La rubia quedó sorprendida, ¿acaso estaba soñando? Merlina Addams, la gótica mas temida de la academia ¿la estaba abrazando, sin sufrir en el intento?

—Enid, no te preocupes por ella. Por lo que veo, tu madre nunca estará conforme con como eres, y eso no debería importarte. Lo importante es que tú estes conforme en como eres, ella ya no tiene derecho a entrometerse en tu vida.

—Supongo que tienes razón, pero aun así, su llamada solo me amargó el día... —acarició la espalda de la más baja, causando un extraño escalofrío en esta.

Ahora sería trabajo de Merlina Addams arreglarle el día de nuevo.

—Es primera vez que digo esto, pero ¿quieres ir de compras a Jericó? Ya sabes, como una salida de amigas... —Decir eso fue una completa tortura... Pero haría lo que fuese con tan de mejor los ánimos de su amiga.

El rostro de Enid era felicidad pura en su máximo esplendor.

—¿Lo dices en serio? —estaba a punto de ponerse a saltar de la felicidad, Merlina solo la miraba con una mueca que intentaba asimilarse a una sonrisa. —¿No me llevarás a invocar un demonio sediento de sangre otra vez? —La pelinegra negó —¡Entonces vamos!

Y luego de eso, tomó las pálidas y frías manos de su amiga para empezar a dar saltos de alegría que terminaron contagiando a la gótica, provocando una risa genuina de su parte.

Merlina disfrutó como nunca ese momento, porque había podido sentir la calidez de su amiga, aquella calidez que tanto le gustaba.

Y ya no le costaba tanto admitirlo.

Calidez | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora