07. You're my medicine

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Estornudos y tos seca era lo único que se escuchaba en la habitación de ambas chicas. Nuestra gótica sadomasoquista favorita, Merlina, estaba enferma, y cómo buena amiga que era, Enid se encargaba de cuidarla.

La chica rubia acababa de entrar a la habitación, pues había ido a buscar algo que pudiese ayudar a la enfermería.

—Bien, Meloncita. Conseguí pastillas para la fiebre, para dormir, para el dolor de cabeza, congestión nasal, jarabe para la tos y un tecito de hierbas que me recomendó la enfermera.

Merlina no pudo responder, pues su garganta se encontraba en muy mal estado, su voz se había prácticamente esfumado esfumado.

—E...nid.—Susurró con dificultad, recibiendo la atención de la rubia casi de inmediato. —¿E-en serio faltaras a clases?

—¡Por supuesto!, no puedo permitir que te quedes sola en este estado, y la enfermera no te prestará la atención que te mereces.

Tenía razón, Enid era mejor que cualquier enfermera. Pues solo con su presencia, Merlina ya se sentí mucho mejor.

Ella era la mejor medicina, su medicina.

Merlina se removió entre sus mantas. A pesar de sentirse como el culo, estaba feliz de poder pasar más tiempo con su chica favorita. Enid la miraba enternecida; parecía un pequeño gatito negro escondiéndose en su cama.

—Merli, créeme que si no estuvieras así de enferma, llenaría tu tierna cara con besitos.

"Y créeme que si tú no tuvieses novio, besaría tus labios hasta que ya no los sintieses..."

—Déjate de cursilerias y pásame las pastillas, me estoy muriendo...

Enid rió y obedeció a la más baja, entregándole las pastillas y un vaso con agua.

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—Enid... Ya me siento mejor. —Exclamó la gótica, acababa de despertar de una larga siesta de 3 horas y para su sorpresa, Enid seguía junto a ella, atenta a todo lo que pusiera ocurrirle.—¿Ya me puedo levantar? Estar aquí es una verdadera tortura.

—Te sigues viendo para el culo... Iré a buscar el termómetro, ¿si? Tu quédate ahí, ni se te ocurra levantarte.

Enid buscó entre los objetos de su escritorio hasta que finalmente encontró el termómetro. Volvió con la pelinegra, pero esta parecía dormida.

—¿Ya te dormiste otra vez, Meloncita? —Se acercó a ella y se sentó a su lado. —Merlina, despierta. —dijo moviendo suavemente su brazo, ya empezaba a preocuparse—¿Merlina? —Esta vez sacudió con más fuerza a la chica, ahí fue cuando se percató de algo que la alarmó muchísimo— No respira... ¡Puta madre, no respira!

Se levantó sumamente asustada, ¿qué haría ahora? ¿Su amiga en serio había muerto, así sin más? ¿Cómo le diría esto a su familia, a los profesores, a la directora, a sus compañeros?...

¿Cómo viviría sin su querida amiga a su lado?

—¡D-DESPIERTA, POR FAVOR!—La agarró de los hombros y empezó a agitarla, sin conseguir resultados. La acostó nuevamente y puso su cabeza en su pecho, esperando escuchar sus latidos.

Las hormonas de Merlina salieron disparadas con aquel gesto, pero no podía salirse de su papel, o arruinaría la broma.

—Me-Merlina... —se aferró a sus prendas, aun con su cabeza en su pecho. Empezó a llorar, ¿en serio esto había ocurrido tan rápido? Solo se había distraído un par de segundos.

Casi se le sale el corazón por la boca cuando sintió las frías manos de la gótica acariciar su cabeza, para empezar a reír a los segundos después.

Enid se separó de ella, sumamente enojada.

—¡Eres una idiota! ¡C-casi me matas del susto! —Ver a la pelinegra reír solo le causó más enojo, pero no podía enojarse con ella... En el fondo también le daba risa, vaya que había sido estúpida al caer en la trampa de Merlina.

—Tú eres la idiota, Enid —nuevamente cerró los ojos, aún riendo. — Bien, bien, perdón. No lo volveré a hacer, pero no seas tan exagerada.

—¿Exagerada YO? ¡TÚ ERES LA QUE HACE SEGUNDOS ESTABA LITERALMENTE MUERTA, Y TODO POR UNA BROMA! —Merlina tomó la mano de su amiga sin previo aviso, para intentar calmarla —Vuelves a hacer eso y te juro que esta vez me voy a la habitación de Ajax.

—Me harías un gran favor con eso. —Exclamó burlona, por dentro se sentía como una verdadera mentirosa, no podría vivir ni un día sin la rubia en su habitación... —Es broma, no me mires así...

La rubia, con los ojos cristalizados, se acercó a la pelinegra y la abrazó con todas sus fuerzas. Merlina, sin poder hacer mucho, respondió al abrazo y como siempre, escondió la cabeza en el pecho de su amiga, escuchando su corazón latir... Esa era la mejor melodia que podría escuchar.

Por un momento, a la pelinegra se le olvidó completamente que estaba enferma. Se sentía tan bien con la rubia, que todo lo malo que sintiese era ínfimo comparado con el amor que sentía por ella.

Enid Sinclair era su medicina, la mejor medicina...


Calidez | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora