Los días pasan y Cristian aunque mejor no vuelve a ser el mismo. Se ha vuelto un amargado y pierde todo interés por el regir. Vuelve al palacio con Layla. Pero ya hasta comer con ella es todo un suplicio. Ha empezado a añorar su soledad. Ambos comen en completo silencio. No sé dirigen la palabra en días, y ya a Cristian no le interesa esforzarse más por Layla.
Layla por su lado prefiere eso a tener un marido controlador. Aunque Gamaliel la sigue a todas partes por lo menos no tiene a un esposo recriminando por cada paso que da. Asi que ambos han tomado caminos diferentes, y Sophia por su puesto se vale de la situación. Insiste en verse con Cristian y muchas veces le envía notas citandolo a lugares apartados o a simplemente tomar un café o un té. El hombre no duda en pasar momentos a su lado. Son un oasis a su martirio. Pero por el lado del principe no hay más que una gran amistad que lo ayuda a sobrellevar su insípida vida. Por el lado de Sophia no pierde las esperanzas de ganarse su corazón.
Una mucama elige los vestidos que ha de lavar esta semana. La princesa cambia de vestido cada día y aún hay mucho por lavar. Con eso de que ha hechado a muchos de los criados al príncipe no le quedó opción más que contratar algunas personas para poner al día los asuntos del palacio. La ropa se acumulaba y las arañas comenzaban a hacer de las suyas.
Está mujer revisa cada uno de los vestidos para asegurarse de que no contengan alguna joya o alguna cosa que deba poner aparte. Entonces toma uno de los vestidos y al revisarlo se encuentra con una nota, la toma y al leer se sorprende de lo que está escrito en ese trozo de papel. Es una confesión. La confesión de Dylan dónde revela el motivo por el cual se quitó la vida, no pudo soportar haber traicionado la confianza de su amo. Allí revela que la princesa Layla consiguió lo que tanto buscó. Que él la hiciera suya , y ahora él no podía calmar su conciencia. La mucama alza la vista sorprendida. Sus manos tiemblan. No puede creer lo que está leyendo. Ya había oído rumores en el pueblo de las andanzas de la princesa. Pero prefería no creerlos. Ahora esto lo confirma. Piensa si decirle al príncipe y entregarle la nota, esto supondrá una tragedia para él. Teme lo que pueda pasar y sentirse culpable.
Esa noche la princesa Layla cena y momento después llega Cristian.
—Llegas tarde querido, se ha vuelto rutina —dice. Él la mira con gesto cínico.
—No sabía que eso te importara.
—No me importa, de verdad que no, pero debes dar el ejemplo al pueblo, eres un príncipe, no lo olvides_dice ella con descaro. Él la mira con ojos hostiles. Se sorprende de su desfachatez.
—Deberías darte ese consejo tú misma.
—Últimamente no me pueden acusar de nada, ese Gamaliel no me deja ni a sol ni a sombra —se queja. Antes de que Cristian responda un ruido estruendoso se oye afuera del palacio. Es una multitud enfurecida que vienen armados de antorchas y exigen al príncipe haga algo para liberar a Celestino. Están enterados de que el príncipe lo fué a ver y le prometió sacarlo de prisión lo antes posible. Pero éste sigue preso y la fecha de la ejecución se aproxima. Cristian sale del palacio y ruega que tengan más paciencia. Pero el pueblo está enardecido. Él trata de explicarles la situación pero amenazan al príncipe y los soldados tienen que poner control. El rey Carlos se niega a liberarlo. Cristian no puede hacer nada en ese caso. Los soldados dispersan a la multitud quienes hacen destrozos en el pueblo a modo de protesta. Cristian está cansado. Irá a exigir al rey que libere a ese hombre. Solo espera convencerlo de una vez.
El principe monta a caballo para ir al castillo a ver a su suegro cuando Mel la mucama casi se atraviesa frente a él.
—Su alteza, perdón por ponerme así en su camino, tengo algo importante que decirle—dice y mira a los lados. Está nerviosa. Ha oído rumores de que la princesa dejó de ser buena y teme le haga daño si sabe lo que piensa hacer.
—Por favor Mel, tengo prisa—dice el soltando las riendas.
—Pero su alteza, es importante, usted tiene que saber que ...—no la oye, sencillamente se va a cumplir su cometido. Pensará que son solo cosas del servicio lo que desea exponer Mel. Ya tendrá tiempo para eso.
Muy lejos de ahí.
Layla acompaña a Dede de compras, necesitan provisiones. La cabaña de Dede está aislada de todo, en la cumbre de una montaña. Así que salen muy temprano, Dede se siente en buena compañía con Layla.
—No sé por qué presiento que eres alguien muy importante niña... ¿de verdad no recuerdas ni tu nombre?— Le pregunta mientras van de camino en un viejo carruaje.
—No recuerdo nada Dede, lo intento, pero es inútil, solo consigo que me duela la cabeza—dice Layla
—Entonces para mí será Rubí—Le dice Dede guiñándole el ojo.
—Si, por lo rojo de mi cabello, ya sé, me parece un lindo nombre—dice y ambas sonríen. Al atardecer llegan al pueblo más cercano, Dede compra frutas, cereales, panes, especias, y un lindo vestido que vió, para Layla.
—Es hermoso Dede, muchas gracias—Dede le sonríe felíz de que le haya gustado. Después de seguir buscando muchas cosas necesarias y hacer un largo recorrido por el mercado, deciden volver, piden a un joven cargador que las ayude a subir las cosas al carruaje, mientras sube las cosas, mira a Layla y parece reconocerla.
—¡Tú eres!...—El joven niega con la cabeza rectificando mentalmente.
—Oye, dime, ¿me conoces?— Pregunta ella tomándolo del brazo.
—No, no creo, al menos que a usted le guste andar en tabernas.
—¿Tabernas?—pregunta Layla confusa.
—Si, lugares para divertirse, , beber, disfrutar de buena compañía, y para una que otra ligereza— Le dice mirándola con picardía.
—No, no creo— dice ella confundida y ruborizando ante la actitud del hombre.
—Quizás te confundí, te pareciste a una joven que conocí en uno de esos lugares, pero... no creo, tú no pareces de esas, pareces muy ingenua—dice él. Ambas suben al carruaje y Layla no puede dejar de pensar en lo que dijo ese hombre. La sola idea de ser ella esa mala mujer la perturba.
—Rubí, olvida ya eso, Tú no pareces ese tipo de mujer—dice Dede animándole. Ambas vuelven a la cabaña por el largo y peligroso trayecto.
Los días pasan rápido y Layla se acostumbra rápido a su nueva vida. Una noche mientras duerme tiene una pesadilla. Se despierta agitada, y no puede conciliar más el sueño.
—Vi a un hombre muy guapo, muy lindo, que me amaba, pero sufría por mi culpa, en mi sueño yo no era buena, causaba dolor a mucha gente, vi un imperio derrumbarse, vi muerte y lamento— Le cuenta a Dede la mañana siguiente.
—Son solo pesadillas Rubí, no tiene que ver contigo, tú no eres esa mujer, olvídalo— Ya Dede no quería que Layla recordara su pasado, se había convertido en su única compañía y no quería perderla. Pero Layla se preguntaba si el joven en el mercado tenía la razón, si ella no era tan buena persona realmente.
..........
Layla duerme, en un sueño" se ve vestida con un traje hermoso, vestida de novia, sus ojos brillaban intensamente, se sentía muy feliz, camina hacia el altar de bodas, al fondo ve a un hombre muy guapo, su corazón late con fuerza a medida que se acerca a él. De pronto unos hombres inservibles montados a caballos y armados con filosas espadas irrumpen en el sitio, tomándola cautiva y huyendo con ella a toda prisa, Layla llora desconsolada, y grita por ayuda sin que nadie la escuche".
—¡NO! ¡NO! ¡NO!—Layla despierta gritando y bañada en sudor. Dede corre hasta ella.
—¿Qué te pasa rubí?
—Tuve un sueño extraño Dede— Le dice mientras Dede la abraza, Layla llora confundida. Le cuenta el sueño, Dede acaricia su cabello mientras la oye.
—Quizás esa sea tu realidad Rubí, ten paciencia, tus recuerdos vendrán, y sabrás que hacer—Dede no quisiera que Layla la dejara pero le tiene tanto afecto, que solo quiere que sea felíz.
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El brillo de tus ojos.
Historical Fictionpara finales de 1940 los reinos de Inglaterra se hallaban mas estables y unidos que nunca, se esperaba que el matrimonio arreglado entre la princesa Layla del reino del sudoeste y del príncipe cristian del oeste diera mas paz, unidad y estabilidad...