¡Soy la princesa!

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Layla se baña en el pozo cristalino y frio que está cerca de la cabaña de Dede, se siente cómoda con su nueva vida, aunque no recuerda ninguna otra. Se siente feliz en compañía de Dede que se comporta como una hermana para ella. Dede se baña junto a ella. Para Layla es especial atender a las personas que llegan hasta Dede heridas o con algún divieso, para ser aliviadas con las poderosas plantas. Layla colabora con Dede así que se siente bien de ayudar también a esas personas.

—¿Estas contenta Rubí?—Le pregunta viéndola con una sonrisa dibujada en su rostro mientras lava su hermosa cabellera roja en las cristalinas aguas.

—Si Dede... es maravilloso ayudar a las personas, verte atenderlas, curarlas con tanta dedicación, eso me hace sentir muy felíz.

— ¿Sabes que tus ojos brillan intensamente cuando estas feliz?— Le pregunta mirándola fijamente.

— ¿Mis ojos?... ¿segura?—Dede busca en su bolsa un espejo.

—¡Mírate!

—Oh Dios— dice Layla mirándose. Sus ojos brillan con un brillo que no es común. Layla se queda pensativa mientras se mira y luego su semblante se entristece.

—¿Qué te sucede?—pregunta Dede notándolo.

—Tuve un recuerdo, recordé como un hombre me dijo que el brillo de mis ojos le gustaba mucho.

—Bueno, salgamos del agua, está muy fría, preparemos algo de comer— dice Dede cambiando el tema. Aún le cuesta mucho asimilar que Rubí algún día y tal vez muy cercano pueda recuperar la memoria e irse de su lado.

Pasan los días y Dede está encantada con tener tan buena compañía.

Una tarde luego de atender vários clientes ella y Layla se sientan a tomar el té.

—Me gusta tu trabajo Dede, cómo eres capaz de ayudar a las personas, se van de aquí con más esperanza. ¿ Cómo haces para saber tanto de plantas eh ? —pregunta Layla curiosa y fascinada con las buenas obras de Dede.

—Creo que es un don, más bien una facultad heredada de mis antepasados—responde Dede. —Te conté que un día vino la reina del distrito oeste para que fuera a su castillo a ayudar a su hijo mal herido? —Layla abre la boca impresionada.

—¿ Sí? Debió ser una maravilla entrar a un castillo. ¿Y como es el príncipe? ¿ Pudiste curarlo ?—Dede cuenta la historia y Layla se impresiona de la maravillosa experiencia de Dede, entrar a un castillo y curar nada más y nada menos que al príncipe.

Pasan los días y las semanas, Cristian está bastante mejor de su salud y una tarde que merienda con su madre le dice que quiere ir y agradecer a la mujer que salvó su vida. Hace días que no habla con Layla , si va a palacio se encierra en otra habitación , sale muy temprano y llega muy noche.

Tiempo después decide hacer lo pensado e ir personalmente y agradecer a la mujer que lo ha curado. Tres de sus hombres lo acompañan. Montan sus caballos y emprenden el largo viaje. Desea con ansias agradecer a la mujer que le salvó la vida. Siente que está en deuda con ella.

Layla se baña en el cristalino pozo, se extraña al oír el galope de caballos acercarse, piensa que deben ser pacientes que buscarán la ayuda de Dede, pero como está desnuda se esconde detrás de unas rocas mientras ve a quienes se acercan. Ve cuatro jinetes, uno de ellos le parece muy familiar, es un hombre muy guapo que hace que ella sienta algo muy extraño dentro de si. Es Cristian, quien al ver sobre las rocas de este lado del pozo ropa y un par de zapatos se baja del caballo, le da curiosidad ver quien está por ahí, no ve a nadie, mira hacia todo el horizonte y se extraña. No hay nadie. Se acerca aún más y  puede ver junto al vestido sobre la roca un hermoso colgante, uno con una piedra de jade, Cristian frunce el ceño. Su corazón se agita, es el mismo, no tiene dudas, es el colgante que le regaló a Layla el día que se comprometieron, ¡qué extraño! Pensó. Seguro que se lo robaron el día que la secuestraron. Sigue allí, agachado al lado de la roca, mirando para todos lados, Layla se esconde muy bien. Entonces él mpuña su espada y Layla se asusta. Pero algo le hace creer que él no le hará daño y siente deseos de abrazarlo, siente algo que no logra entender. Siente ternura, pero no se atreve a dejarse ver. Cristian guarda el colgante en su bolsillo, se levanta y siguen su camino. Llegan a la cabaña y Cristian toca a la puerta. Dede abre y cuando lo ve se alegra de que el príncipe por fin esté bien.

El brillo de tus ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora