Frivola e insoportable.

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Después de una cena incómoda y ser tratada como la señora de la casa él me ordena ir a la habitación. Respiro hondo mientras lo miro de modo confiado. Confiada de mi misma para no demostrarle temor.

—Prefiero tener mi propia habitación — mencioné para nada. Igual debí ir a la habitación principal. Compartiría cama con nuestro principal enemigo. Intentaría no dejar que algo así causara en mi demasiada afectación que no me dejara ni pensar. Soy fuerte y si he pelearme con su ejército con tal de no ser humillada por él lo haré.

Más tarde estoy en la habitación cuando él entra.

—No. soy tan vil como crees, sabré esperar que te encuentres preparada Layla, solo serás mía cuando tú decidas serlo, eso sí, no tardes demasiado eh—agarro aire y me cruzo de brazos mirando la pared. Su sola precensia me agobia.

—Si fueras caballero saldrías de aquí , no está bien visto que una mujer comparta habitación con un hombre que no es su esposo—él suelta una carcajada. Frunzo el entrecejo.

— tu usurpadora no piensa como tú, es tan libertina, y en cuanto a mi me importa una calabaza lo que digan las normas moralistas. Sir Loran no tiene que vivir para agradar a nadie. Que no se te olvide.

— Ella es una descarada que algún día pagará haberse atrevido a tanto igual que tú Sir Loran, y aunque a ti te importe poco, de todos modos, no me siento cómoda compartiendo habitación contigo.

—Deberías agradecer que estoy dispuesto a dormir en el piso. Es lo más que puedo hacer. He dicho a todos aquí que eres mi esposa. Así que no te preocupes por lo que los demás piensen—agarro aire. Que me crean su esposa me causa una sensación amarga. Entonces como puedo me levanto y camino harta la puerta. Gritaré que no soy su esposa y que me tiene aquí en contra de su voluntad. Alguien tal vez me crea y decida ayudarme . Él me mira curioso. Abro la puerta.

—¡ Alguien que me ayude! ¡ No soy su esposa !—enseguida siento un tirón del cabello y me arroja a la cama cerrando la puerta con ira. Se pone sobre mi y tapa mi.boca con fuerza.

—Ya viste como te traté siendo una dama, eso no me impidió arrojarte a los cerdos ... ¿ Que crees que podría hacerle al príncipe? No me costaría nada. Ante todos serás una feliz esposa, ¿ De acuerdo?—asiento solo de pensar que haga algo contra Cristian. Una lágrima resbala por mi mejilla. Él se levanta y yo doy la espalda llorosa.

Me quedo dormida después de tanto lamentar mi suerte. Entonces abro los ojos en la oscuridad de la noche avanzada al oír un grito tenebroso. Afino mi oído y oigo uno segundo y uno tercero. ¿ Que es esto? Me pregunto nerviosa. Entonces cubro mi cuerpo completamente con una manta y cierro los ojos asustada recordando lo que dijo la mucama. Que habían fantasmas en este castillo.

P.o.v. Cristian.

Regreso al palacio después de pasar con el doctor que curó mi herida. Entonces se me ocurre ir con Celestino. Debo hablar con él. Los guardias me hacen pasar a su celda. Está más delgado y su piel ha palidecido bastante. Respiro hondo y cuando se da cuenta de mi presencia me mira fijamente. No baja la mirada ni la esconde.

—¿ A qué vino usted?

—Quiero hablar contigo.

—No se que quiere hablar conmigo, ya dije todo lo que tenía que decir su alteza.

—Quiero saber la verdad, ¿ Que pasó realmente con Layla?

—¿ Para que me pregunta eso si no va a creer en mi palabra?—agarro aire.

—Quiero creer en tu palabra Celestino. Solo asegúrate de decirme toda la verdad.

—La verdad es que nunca puse un dedo sobre la princesa, no entiendo por qué ella diría algo así. Tal vez fué para cubrir sus propias debilidades que lo hizo.

—No hables así de la princesa. Te prohíbo que ....

—Yo solo creo que si ella inventó algo como eso fué porque tenía que cubrir alguna otra mentira, una mentira se cubre con otra, suele suceder—analizo sus palabras. La verdad que Layla oculta cosas. Tal vez Celestino nunca mintió y cometimos una injusticia al meterlo en este lugar.

—Prometo que investigare y si dices la verdad pronto saldrás de este lugar —le digo.

—Hagalo pronto , no creo que pueda resistir mucho más tiempo en este lugar su majestad—me dice. Asiento y salgo de su presencia.

Llego a palacio y oigo los gritos de mi esposa desde la entrada del castillo. Está furiosa con todos. Gamaliel ha hecho un buen trabajo. Ella gritó, amenazó, hasta soltó improperios, pro no se le permitió salir de la habitación. Agradezco a Gamaliel su labor fiel y le digo que me encargaré ahora. Que puede salir y tomarse unas cervezas. Imagino lo fatigado que lo dejó Layla. Se ha vuelto una mujer frívola e insoportable.

Subo las escaleras y entro a la habitación. Enseguida se echa sobre mí fuera de control. Ejerzo fuerza para controlarla.

—¿¡Acaso te has vuelto loca!?—le pregunto cerrando la puerta con rapidez. Me señala furiosa con su dedo.

—¡ No puedes encerrarme aquí!—dice y respira agitada, trás lo cual toma una escultura de la cómoda y la lanza con fuerza sobre mí. Afortunadamente fuí ágil y la esquivé. Entonces la tomo por los brazos intentando dominarla. Tocan a la puerta con insistencia. Es el rey Carlos quien entra luego atraído por los gritos de su hija. Me mira con furia mientras pregunta que demonios le estoy haciendo a su hija. Ella corre a sus brazos empapada en llanto y yo respiro hondo tratando de darle una explicación convincente.

—Tenemos que hablar de esto su majestad, no es lo que cree, créame que jamás le haría daño a Layla y ...

—¡ No le creas papito ! Cristian se ha vuelto loco y me dejó encerrada todo el día bajo llaves, me ha prohibido salir de palacio mientras él se va y me abandona todo el día, creo que anda con mujeres papito y ya no me ama, llévame contigo —dice rompiendo en llanto con un drama impresionante. El rey me mira con gesto muy enojado mientras consuela a su hija.

—Sé que se ve terrible, pero créame no es así. Su hija está presentando un comportamiento poco recomendable, creo que está poseída, así que solo la dejo encerrada por su bien y por el bien de la corona su majestad —él me mira con desaprobación.

—Es una canallada de tu parte tratar a mi hija de un modo tan vil—camina hasta mí y me asesta un golpe en la mandíbula. Entonces toma a Layla del brazo y camina con ella hasta la puerta. Corro para impedirlo. Me atravieso en la puerta.

—¡ Papá! — se queja Layla .

—Es mejor que te quites de nuestro camino Cristian o lamentaras esta afrenta —dice muy enojado. Su cara se ha vuelto roja y sus venas se han engrosado.

—Le recuerdo su majestad que Layla es mi esposa ahora y soy quien decide su destino y si tengo que usar a mi ejército para mantenerla bajo mi autoridad como esposo que soy lo haré —me atrevo a decirle.

El brillo de tus ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora