Pobre Felicia.

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Muy lejos en un frío calabozo.

Entre ratas, mosquitos y piojos la princesa comenzaba a perder toda esperanza en ese sucio calabozo, ignoraba lo cruel que podía ser para cualquier mortal recibir la pena de prisión en condiciones tan deplorables para cualquier ser humano. Sea cual sea su crimen merecía algo de humanidad. la habían encerrado como una cruel delincuente y no podía parar de pensar y preguntarse quien era esa mujer que había conseguido casarse con su prometido. ¿Cómo es que Cristian no la reconocía? ¿ Habían caído sus padres también en el engaño? ¿ Hasta sus propias damas que siempre estaban tan cerca de ella como para percibir hasta su modo de caminar? Tanta inquietud y tristeza habían calado tan hondo que el hambre huía de ella y hace días no quería probar bocado.

-anda niña come algo, te vas a enfermar si sigues así- Le dice la anciana a Layla quien tiene días sin querer probar comida, los carceleros envían a Frida, la cocinera quien con su carácter amable y dulce podría convencer a la prisionera a que pruebe bocado. El sir Loran ordenó que se le mantuviera viva. Layla niega con la cabeza, no ve razones para seguir viviendo si está lejos de su reino, sus padres y su amado príncipe.

-Vamos a hacer algo- dice Frida mirando con cuidado para los lados para que los guardias no la escuchen.

-Si aceptas probar bocado puedo ayudarte, podría lograr que te dejen salir de este sucio lugar y trabajes conmigo en la cocina-Layla percibe en esta oferta una magnífica oportunidad para escapar.

-¿Por qué quiere ayudarme?- pregunta Layla.

-Porque no creo que seas una mala persona niña...¡yo si te creo!- le dice Frida, una mujer de piel oscura, con abundante cabello recogido en una cebolla y cubierto con una pañoleta, de unos sesenta y cinco años para con fuerzas aún para brindar sus servicios en ese ambiente tan hostil para cualquiera. Frida se había convertido en el refugio de muchos condenados con su trato dulce.

-¿Me cree?- pregunta Layla esperanzada, sentándose en el suelo donde estaba y abrazando sus rodillas.

-Si niña, usted no tiene cara de ser mentirosa, menos una impostora-Layla ve un rayo de esperanza en que alguien confíe en sus palabras. Empezaba a creer que tal vez era ella quien estaba loca. Todos la culpaban y señalaban como una impostora y no la dejaban expresarse. Nunca antes había tenido que jurar que era la princesa ante gente tan desconfiada y conflictiva. Su vida pendía de un hilo si llegaban a creerla una vil mentirosa.

-¡Entonces corra, dígale al príncipe Cristian donde estoy, él vendrá por mí, por favor ayúdeme, ¡se lo suplico!- Frida niega con la cabeza, y cubre de inmediato la boca de Layla con su mano.

-Que no la oigan señorita, me gustaría ayudarla, pero ¿usted cree que confíen en mi palabra? Lo más seguro es que me maten... ¡no!... no me pida eso, lo único que puedo hacer es ayudarla para que la dejen salir a prestar servicio en la cocina... y después veremos- Layla limpia sus lágrimas y prueba bocado, ve en las palabras de Frida un rayo de esperanza que no puede desaprovechar..

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El príncipe Cristian llega de una reunión con sus padres y otros representantes del reino, en la cual se le exigió vigilar su conducta, ya que no está dando últimamente un buen ejemplo y eso podría perjudicar el reino.

-Si no te está yendo bien con "Layla" por lo menos aparenten que se aman, piensen en el reino-Le dice Herald el primer ministro.

-Pero yo si la amo, no tengo que aparentar nada-dijo Cristian consternado.

-Entonces pónganse de acuerdo, pero el escándalo es lo menos que necesitamos Cristian- dice muy molesto Herald. Cristian decide recuperar su matrimonio por el bien del reino y también porque en el fondo sabe que la ama. De camino al palacio se detiene a comprar algunas flores, compra claveles para su esposa. Llega y un guarda recibe el caballo, entra a palacio directo a la recamara matrimonial, pero "Layla" no está, la busca por todos lados, pregunta a la servidumbre, nadie sabe nada de ella.

El brillo de tus ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora