1. Satisfying curiosity 101

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Era su segundo año como maestra en esa escuela, había recibido ofertas mucho mejores dado su buen desempeño, pero se rehusaba totalmente a abandonar ese trabajo, no porque sea lo que siempre soñó si no que por fin, después de en todo su primer año haberse esforzado al máximo, pudo alcanzar un ascenso no solo monetario, si no también de confianza, ahora era prácticamente la mano derecha de la directora, el amor imposible de su adolescencia, Wanda Maximoff.

Suspiraba de solo pensar en ella, se había vuelto la directora de la escuela dos años antes de que se gradúe, nunca se había interesado tanto en sus notas escolares como cuando la vio por primera vez, de hecho su rendimiento académico mejoró notablemente, estuvo como primera en el cuadro de honor esos dos últimos años, estar en primer lugar te ofrecía una cena toda pagada en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad junto a la directora, era una tradición de mucho prestigio y con la llegada de Maximoff no fue la única en competencia para ganarse dicha cena, recordaba los nervios que tuvo los dos años seguidos, era realmente joven para ser directora, en esas cenas la conoció un poco más y además de las felicitaciones, supo que realmente no era tan seria como aparentaba y se interesaba por su trabajo como también por el bienestar de los estudiantes, solo se volvía cada vez más perfecta mientras hablaba.

Recordaba haber llorado meses cuando terminó la escuela, decidió estudiar pedagogía, claramente la directora nunca se había dado cuenta del gigante crush que tenía con ella, aunque notaba su admiración y respeto, hasta ahora se sonrojaba cuando le recordaba lo excelente alumna que era y como se estaba convirtiendo tan importante en el plantel, también que siempre podía contar con ella.

Sentía que su nombre se volvía más lindo solo porque se lo decía ella, cuando empezó a trabajar y al igual que en su época estudiantil, Wanda le decía por su apellido, después ya empezó a llamarla por su nombre y ahora cada vez que estaban solas, escuchaba un "Nat" salir de sus labios que la volvía loca, ella por el contrario no podía simplemente llamarla por su nombre por más que le insistía en que ahora eran una especie de colegas y que no tenía porque seguirla llamando "Señora directora", le aclaraba mil veces que ya no era una estudiante, y ahora que prácticamente era maestra y también una especie de asistente para ella, aunque prácticamente vivía en la escuela, no podía sentirse mejor al respecto.

Alzó la mirada de las pruebas que corregía y se topo con el rostro serio de Wanda, la directora estaba atenta a la computadora revisando unas cuestiones de la escuela, se la veía tan imponente desde su silla, era en serio muy linda, sus ojos verdes resaltaban en su piel blanca que parecía de ensueño, ese coqueto lunar en su rostro le lucía tan bien, a veces llevaba faldas y blusas, otros días sí iba en traje, de cualquier forma lucía espectacular, su cabello castaño largo caía en bonitas ondas en sus hombros, cuando la conocías te dabas cuenta de lo dulce que era, en serio le gustaba su profesión, no había nadie en ese lugar a quien no le agrade o que no esté enamorado de ella, los niños siempre le sonreían cuando caminaban en el pasillo o ella iba a despedirlos a los viajes escolares y esa sonrisa, esa sonrisa era simplemente preciosa, toda ella era hermosa en todos los sentidos.

Siempre le había resultado extraño que esté soltera o que al menos no se le haya conocido una pareja formal en tanto tiempo, vivían en un pueblo pequeño en el que se sabía todo de todos y si no, se inventaba, muchas personas creían que la imagen que tenía era solo una fachada para su trabajo, que en verdad era una mujer demasiado liberal para un lugar tan conservador, nunca se la vio en ningún desfiguro, pero esos viajes que se daba casi todos los fines de semana o en vacaciones eran ciertamente sospechosos para los vecinos que se dedicaban a observar a detalle a las demás personas, nunca lo sabrían porque así como de gentil y educada era Wanda, también lo era de reservada.

– ¿Qué tanto me ves, Romanoff? – Se sonrojó al instante de notar que se había quedado viendo a la directora por quien sabe cuantos minutos y seguro con la cara de enamorada que le habían mencionado sus colegas que tenía cuando Wanda estaba cerca suyo

Lust & Loss | WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora