Parte 19

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19: A.

El miércoles, tres días antes de la gran fiesta de mamá, Dewerman me llamó después de clase.

—Felicidades. Puesto que eres la única alumna que no ha elegido a nadie para el trabajo, me complace nombrarte la afortunada ganadora del concurso de Desidiosos Anónimos. El primer premio es una semana en Nueva Jersey y —me mostró una tarjeta con una caligrafía llena de florituras— el único nombre que nadie más ha querido. Puedes estar agradecida: el segundo premio eran dos semanas en Nueva Jersey. Escruté la tarjeta. ¿Alexis Depardieu? ¿Cómo... el actor?—Nada que ver. Esta Depardieu era la Rachel Carson de los mamíferos marinos. Estudiaba las ballenas y los delfines, principalmente, y escribió un libro, Ladyfish, publicado póstumamente un año después de su muerte.

—Umm.Teníamos que elegir entre gente que había escrito novela, poesía o ensayo. Quizá por eso nadie había escogido a Depardieu. ¿Y por qué está en la lista? ¿Cómo se suicidó?En el rostro de Dewerman se dibujó una fina sonrisa.

—No lo hizo. Su barco chocó contra un ballenero cerca de la costa de Japón en noviembre de 2000. ¿Un accidente? Es una manera de verlo. Está claro que si la he incluido en la lista es porque talvez tenga mis dudas, ¿no crees? Así que ve. Me hizo un gesto para indicarme que me marchara.

—Aprende. Tienes toda semana que viene para trabajar en una propuesta de trabajo, durante las vacaciones de otoño. Ahora, largo de aquí. Me largué. Al cruzar la puerta vi que el señor Mellark se acercaba por la derecha del pasillo, así que salí disparada hacia la izquierda. Cuando volví la vista, Dewerman estaba gesticulando con su taza de mamuts y el señor Mellark tenía las manos en los bolsillos. Ninguno de los dos miraba en mi dirección. Eso estaba bien. En la biblioteca no tenían el libro de Depardieu, así que lo pedí a través del servicio de préstamo interbibliotecario y luego realicé una búsqueda en Google. La entrada en Wikipedia era bastante exigua. Aquí está la versión abreviada, Bob: Alexis Depardieu era francocanadiense e hija única. Su padre había muerto cuando su barco de pesca naufragó a causa de un temporal en el mar del Norte. Alexis tenía nueve años cuando su madre volvió a casarse con un abogado acomodado y, a los doce, ingresó en un internado. Empezó a cursar la carrera de Medicina en McGillis, pero la dejo para estudiar Biología Marina, se doctoró en Cambridge y luego viajó de un lado a otro: Quebec, Nueva Zelanda, California. Trabajó como profesora en Berkeley y Stanford; empezó a publicar artículos sobre el comportamiento y la comunicación de los delfines, bla, bla, bla...  A finales de los ochenta, Alexis entró en contacto con el biólogo marino Stephen Wright, profesor y miembro de Sea Stewards, un grupo ecologista radical. Alexis y Wright fueron detenidos varias veces por intentar liberar delfines de los acuarios y otras actividades parecidas. Acabaron por despedirlos de Berkeley y entonces se unieron a Sea Stewards a tiempo completo. Otro enlace me llevó a un artículo sobre la organización. Eran una especie de Greenpeace; acosaban a los balleneros, ese tipo de cosas. En 1997, cerca de la costade la Antártida, Stephen Wright cayó por la borda mientras pilotaba su zódiac entre un ballenero japonés y una ballena jorobada. Aquello no detuvo a Alexis por mucho tiempo. Un año después, más o menos, reaparece a bordo del buque insignia de los Stewards, el Mystic Dreamer.
A finales del año 2000, y dependiendo de a quién creyeras, el Mystic Dreamer había chocado con un ballenero japonés o bien lo había embestido intencionadamente. El barco se fue a pique. Según los supervivientes, Alexis ordenó que la tripulación saltara a los botes salvavidas, pero ella se quedó al timón y la radio, desde donde continuó emitiendo la señal de socorro. (Los japoneses se esfumaron. Supongo que pensaron que la tripulación del Dreamer tenía su merecido.) La última persona que la vio con vida fue el primer oficial; después el Mystic Dreamer se hundió y au revoir Alexis. El resto de la tripulación fue rescatada al cabo de dieciséis horas por una embarcación australiana que respondió a la llamada de socorro. Fin De la historia.
No había mucho más. Algunos enlaces a artículos sobre lo mucho que se habían cabreado los japoneses, pleitos y cosas por el estilo. También encontré enlaces a ensayos, un par de biografías no autorizadas, bla, bla, bla. No tenía ni idea de qué iba a hacer con aquello, así que cerré la sesión y decidí no pensar en ello.

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