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Desconocido.

Mamá me enseñó que lo mal hecho es recompensado con un castigo. También decía que, ratón que huye, el deber del gato es perseguirlo, pues es su caza y el depredador siempre sigue a su presa.

Mamá era muy sabia, demasiado inteligente para este mundo mediocre.

Cuando mamá murió mi edad no sobrepasaba los 21. Quedé huérfano de madre y padre, pues el hombre con el que terminé de crecer y con el que viví por un tiempo no era más que un cascarón. Tiempo después de mi madre, mi hermano tomó el rumbo del suicidio.

Y yo me mudé.

No quise quedarme en una casa que albergaba tanta desgracia.

-¿En que piensas? -La pregunta me llega mucho antes de que sus manos toquen mi cintura, segundos después estoy sintiendo como la calidez me arropa y se siente incluso más reconfortante que el café que sostengo.

Doy un sorbo.

-A mamá le encantaría esa vista, a ella le gustaba mucho la naturaleza. -Sus brazos se aprietan y me encadenan metros bajo tierra. Si ella me soltara, si lo hiciera, estaría perdido en un mundo desconocido.

Mi ancla a tierra es ella.

Su cabeza se inclina contra mi, su mata de cabello castaño me roza la parte descubierta de la camisa. Inhalo su aroma, embriagándome de su rico olor a frambuesas.

Me declaré un obsesionado de ella hace un tiempo, hoy lo reitero.

-Ya sé. -Dice y yo ladeo la cabeza. Lo que se abre frente a mí es naturaleza pura y sin adulterar. Árboles verdes y césped del mismo color, para luego abrir paso a una cadena de montañas y matorrales. -Mamá amaría esta vista, lástima que él...

-Ya sé.

Y guardamos silencio.

Mamá nos fue arrebatada por uno de sus cuatro hijos. Es aquí donde aplica el cría cuervos y te sacarán los ojos.

Mamá confió demasiado en su hijo.

Ella era muy sabia, pero no muy inteligente.

Angie.

Ellas se van y esta vez me quedo yo sola con el tumulto de pensamientos que me invaden. No sé en qué momento sucede, pero mi trasero ya besa el piso y el teléfono en mi mano ya está marcando el número que repica y repica.

Me tiemblan los labios y el corazón me cuelga de un hilo tan fino que en cualquier momento podría perder el equilibrio y caer. Si cae, si cae y me mata, con gusto lo aceptaría.

Estoy lista para morir hace mucho, y aquello es de lo único que estoy segura. Estuve lista en muchas ocasiones anteriores, pero me aferré.

Porque eso es lo que pasa, ¿no?

Cuando te aferras. ¿Verdad?

¿No es eso? Aquello de depender de algo a lo que te has aferrado y luego fracasar. Ese sentimiento de hundimiento y decepción que te invita a dejar de aferrarte.

¿Qué más da?

Ya estoy harta de que todo lo que me traiga la vida sea decepción e incertidumbre.

¿Qué se puede esperar de un mundo que te ha mostrado su peor cara?

-¿Aló?

Y el suspiro que sale de mí se escucha tan roto, tan roto.

-Mami... mamá.

En las manos de Ángel.  (+18)  Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora