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Levantándose de su asiento, Angie caminó con confianza hasta la oficina de Jared. Giró su cabeza un poco, guiñándole un ojo a las chicas y dejándoles en el aire una sonrisa presuntuosa. Ya él había entrado minutos atrás y era de esperarse que Angie también lo haría. Bueno, de esperarse solo para Skay y Gwen porque después, para todos, Angie seguía viéndose con el padre de su hija; que, por cierto, no era ni tan mentira ni tan verdad, de hecho.

Solo que no se veían, sino que era él quien las veía.

Entrando por la puerta de la oficina, por la cabeza de Angie pasaron aquellos ojos verdes del hombre que con solo una noche la enamoró; no fue por el sexo, porque sexo bueno se puede tener con cualquiera. Fue su aura, sus ojos, su voz, su aroma, su caminar, incluso su forma de hablar lo que la enredó tan rápidamente.

Extraño, ya que en una noche nadie se enamora, pero ella lo hizo.

Es, será y fue, el único hombre que había querido en su cama por tres años y el cual tuvo que reemplazar con un hombre de ojos grises, que, aunque era bueno en la cama, no era él. Y eso ella lo sabía a la perfección.

Sonrió, aún con esos ojos verdes en su mente y en su pecho un sentimiento de añoranza aflorando, lo miró y al instante fue impactada con fuerza contra la pared y siendo besada con fuerza y desesperación. Los labios de Jared aumentaron la fuerza y los fue bajando por la barbilla, la mandíbula y el cuello de Angie.

No eran los labios por los que quería ser besada, pero eran los que tenía.

O se conformaba, o se conformaba.

Jared agarró los muslos desnudos de Angie y los amarró a su cintura, pegando la cadera de Angie a su miembro aún resguardado por el pantalón de vestir. La falda color cobalto de Angie se subió un poco, dejando entrever unas bragas de encaje en color negro.

Caminado hacia atrás y aun besando el cuello de Angie, Jared se sentó con Angie encima en su silla, la volteó y la recostó contra el escritorio, causando que Angie soltara un jadeo por lo bajo por la brusquedad del movimiento. Jared bajó los tiros finos de la blusita de Angie, dejándola en sujetador y con la blusita a la mitad del vientre.

Angie se recostó más contra el escritorio, subiendo y poniendo en pompa su trasero y dejando que los dedos curiosos del hombre pasaran desde su columna hasta su cadera. Jared puso las manos a cada lado y lentamente los fue bajando hasta las nalgas, las estrujó y apretó con sus grandes manos mientras Angie no dejaba de mover el trasero en un constante vaivén de derecha a izquierda.

De nuevo, los ojos verdes de Ángel se cruzaron por la mente de Angie, aun así, no dejó de moverse y de soltar jadeos que retumbaban en aquella oficina. Jared movió una de las manos hasta el dobladillo de las bragas y lentamente los fue bajando hasta que llegaron hasta las puntas de tacón en forma de triangulo de las zapatillas de Angie.

Y ahí, expuesta, Jared la miró de forma lasciva.

Jared bajó la falda, dejando sus nalgas expuestas y sin ningún tipo de ropa. El miembro le molestaba bajo el bóxer y el pantalón y él no duró demasiado antes de quitarse la correa y bajar la bragueta y, por ahí mismo, desabotonar el botón y bajarse el pantalón junto al bóxer hasta dejar aquella erguida erección tocar la nalga derecha de Angie.

El dedo pulgar de la mano de Jared oprimió el punto de placer de Angie, haciéndola soltar un gemido de placer e inclinar levemente la cabeza hacia abajo. Agarró su pene y empezó a subir y bajar mientras metía y sacaba dos dedos dentro de la feminidad de Angie, tanteando su intimidad.

La humedad de ella escurría por sus piernas haciéndole más fácil para él el penetrarla con los dedos. Llevó su pene a la entrada húmeda de ella y punzó, metiendo la punta un poco.

En las manos de Ángel.  (+18)  Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora