Especial de año nuevo: primer extra.

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Angie.

—Estás siendo demasiado mimada...

Mi ceño se frunció.

—La niña es la que lo pide, no soy yo—Dije, Clean me miró, sus cejas fruncidas en un claro indicio de...

—Ajá.

Hice un puchero, moviendo mi mano derecha hasta mi estómago de ocho meses.

—Es la niña, lo prometo.

Él suspiró, alborotando su cabello rubio con sus dedos.

—Angie, son las dos de la mañana, ¿dónde crees tú qué voy a conseguir leche de almendras y helado de chinola?

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lo miré, mi boca fruncida en un mohin.

—No sé, pero yo quiero leche de almendras y helado de fundita.

Volvió a suspirar, agarró mi brazo y me jaló con él hacia el auto. Entrar por la puerta de copiloto fue toda una travesía; tenía la panza tan grande que apenas y podía acomodarme.

Para cuándo me senté, Clean ya había tirado su quinceavo suspiro de la noche y me esperaba con una mueca de exaspero, tamborileando los dedos en el volante. Abrocharme el cinturón fue aún más difícil, me sentía como un pingüino, pequeña y con una barrigota.

—Ya estoy.

—¿No es mejor comprarte un Macdonald?

Se me hizo agua la boca. Una enorme hamburguesa, refresco y papas embadurnadas con ketchup...

—No.

Volvió a suspirar.

—Si vuelves a suspirar acabarás con el límite de suspiros por día. Ya supéralo.

Me miró mal, y yo solo encogí mis hombros.

—Todo está cerrado a esta hora, Mikeyla.

Lo miré, mis ojos volvieron a cristalizarse y mi boca se frunció en un mohin. Antes de que siquiera pudiera parpadear, lágrimas gruesas estaban empapando mis mejillas.

—Está bien, está bien. Para de llorar, mierda, me desesperas.

Asentí.

—Mira que haremos...—dijo—Te compraré un Macdonald hoy y mañana el helado, ¿sí?

Me lo pensé. Quería Macdonald pero quería también helado y leche de almendras hoy... además de eso, tenía un extraño gustito de chocolate amargo en la garganta y un pan con salami y queso; el jugo de cereza sabía bien, y s i lo acompañaba con un tazón de avena sabría mejor... pero si le echaba mostaza al pan entonces no sabría bien y además no me gustaba la mostaza. La mayonesa y los plátanos maduros son una buena...

—Angie. Espabila y deja de pensar en comida, tengo sueño.

—Pero no quiero Macdonald—Mentí.

—Eso vas a comer.

***

—Cuidado con ensuciarme el carro, pareces una indigente que tiene meses sin comer.

En las manos de Ángel.  (+18)  Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora