Capítulo 8

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Pasaron pocos meses cuando se enteraron de las dos tragedias. Una de ellas era que Laena, esposa de Daemon, había muerto trágicamente quemada por Vhagar, su dragona. Al parecer su parto se complico y prefirió ser quemada que seguir sufriendo. Cuando Leanor se enteró quedó devastado, su hermana era una persona maravillosa a la que amaba muchísimo y no se merecía morir tan joven y dejando a dos niñas pequeñas, Baela y Rhaena, sus primas.
La siguiente tragedia sucedió a la par que la muerte de Laena. Ser Harwin había muerto quemado en su propio hogar junto con su padre, lord Lyonel y otras cientos de personas. Nadie sabía cómo se había desencadenado el fuego, pero debió de ser espantoso. Todos lloraron por ser Harwin, fue un buen hombre que se había portado muy bien con ellos.
Tess se acercó lentamente a sus primas que lloraban la muerte de su madre. Abrazo a ambas intentando consolarlas, aunque no habia consuelo posible ante la perdida de una madre. Habían llegado a Marcaderiva por la mañana. Ya había sido el funeral donde un precioso sarcófago con el rostro de Laena era lanzado al agua como era costumbre ya que los Velaryon eran los dueños de las aguas con la mayor flota de la historia.
Los señores de Marcaderiva: lord Corlys y lady Rhaenys, padres de Leanor y Laena y abuelos de todos ellos recibieron, tras el funeral, a todos los invitados en una maravillosa terraza con vistas al mar.
Y allí se encontraba el. Vestido de verde, como siempre, con su melena rubia y ojos azules buscándola igual que ella a el. Durante todo el día sus miradas se habian cruzado varias veces, pero por respeto no se habían juntado para hablar aún.
Tess abrazo a Aemond. El joven se sintió avergonzado, no estaba acostumbrado a las muestras de afecto, no era un niño desihinibido como su hermano, no era tan alegre como Tess y sus hermanos, era más parecido a su hermana Helena, solitaria e incomprendido, prefería la soledad.
- Te he echado de menos.
- ¿Cómo has estado?
Tess se encogió de hombros. Sabía a qué se refería.
- Rocadragon es precioso. Te gustaría.
Aemond la miro fijamente. No había contestado a su pregunta.
- Tess.
Ambos se giraron. Rhaenira se acercó a su hija y la besó.
- Tesoro, tu padre necesita algo de ayuda. Cuida a tus hermanos ¿Si?
- Claro, madre.
Asintiendo a su hija y a su hermano se marchó corriendo tras Leanor y los guardias que iban con el.
- Me tengo que ir.
Sin mas, Tess salió corriendo a por sus hermanos. Cuando llegó junto a ellos agarro la mano de Luc y agarro a Jace, que no quería entrar, del cuello de su capa y los llevo al interior del castillo a sus aposentos.
Eso misma noche Aemond no podía dormir y salió a dar un paseo. pensaba en Tess, como siempre, no dejaba de pensar en lo poco que habían hablado. Mañana se prometió hablar más con ella y pasar el día juntos. Durante su caminata la vio. La inmensa dragona de Laena, Vhagar, el dragón más grande del mundo. Dormía plácidamente, aún con el asiento de su antiguo compañero a su espalda. Saco valor y se acercó a la inmensa dragona. Su respiración tranquila movía la hierba. Con valentía agarro el asa para subir, estaba decidido a tener a su dragón a toda costa.
Al instante en que la mano de Aemond tocó la cuerda la enorme dragona se despertó y comenzó a rugir. Hubo un momento de pánico cuando Vhagar abrió su enorme boca y la luz del fuego a punto de salir de sus entrañas paralizó al joven, pero reaccionó de inmediato.
- ¡Dohaeras, Vhagar! ¡Lykiri!
Al instante Vhagar cerró su enorme boca, miro al joven y se calmó.
Y en ese instante Aemond y la dragona quedaron unidos para toda la vida. Volo sobre ella, con miedo, ya que nunca había montado en un dragón, pero poco a poco con firmeza agarro las riendas y guio a Vhagar como cientos de veces había visto hacer a sus hermanos y sobrinos. Como cientos de veces soño en hacer.
Tess no podía dormir y estaba asomada en su ventana cuando los vio sobre el cielo. Vhagar y una diminuta persona del mismo color que su pelo. Sabía quien era. Feliz por Aemond salió corriendo de la habitación para darle la enhorabuena. Lo que ocurrió unos instantes después les dejaría huella a cada uno de ellos para siempre.

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