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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀La forma calculadora en la que Bak Cleo había ingresado a la habitación pasó desapercibida por la joven que se encontraba postrada sobre la camilla. La visitante había optado por evitar registrarse en la recepción para que así su nombre no figure en ningún registro. Para eso mismo Seulgi se había encargado de averiguar absolutamente todos los detalles y datos necesarios, para evitarle aquello.
El sonido de los tacones de la pelinegra había sido lo suficientemente imponente dentro del silencio de la habitación, que para la misma Karina le fue imposible no bajar la vista y analizarle minuciosamente la exuberante apariencia con la que se había presentado. Y es que, cualquiera hubiera envidiado sin pudor alguno los finos y -evidentemente- costosos ropajes que Cleo llevaba consigo, agregándole aquel bolso y par de anteojos de sol que acababan por darle ese toque de elegancia y exquisitez que tanto la caracterizaba. Se veía, cómo quien diría, igual que una exitosa villana.
—Cleo, ¿Que... qué haces aquí?
La pelinegra tuvo que retenerse en sus adentros por no enseñar una placentera sonrisa al escuchar el sorpresivo y nervioso tono de Karina, más la forma en que su voz se escuchaba. Sonrió, sacándose los lentes. La pobre se encontraba mirándole atenta, en la medida en que podía, claramente. Pues, muy a pesar de que era capaz de hablar, su voz en sí no era la misma. Se escuchaba un tanto rasposa y extraña, y más baja de la normal. Misma razón por la que, aparentemente, una venda envolvía gran parte de su cuello. Sobre su rostro, pequeños cortes y rasguños lo decoraban en toda su extensión. Muchos de ellos luciendo más profundos de lo que cualquiera desearía. El resto de su cuerpo, en cambio, se encontraba tapado por la sábana de hospital que iba desde su torso hasta el final de la cama. Pero, en base a suposiciones de Cleo y lo comentado por Seulgi, su anatomía se encontraba igual de dañada que su parte superior.
—Estaba de paso y quería tomarme unos minutos para saludar... y ver cómo estabas. —espetó la joven, mientras se mantenía de pie en la entrada, con una gracil y abierta sonrisa. Notó a leguas los desconcertados orbes de Karina ante su repentina aparición, por lo que decidió jugar un poco más con ese rol de falsa inocencia. —Si es que está bien para ti... si quieres puedo marcharme y-
La castaña negó repetidas veces. —No, no... está bien. —habló, pareciendo un tanto cohibida. —Yo... en verdad lo siento, es solo que me tomó por sorpresa. —admitió, sonriendo a labios cerrados.
Cleo, entonces, tomó aquello como una luz verde para seguir adentrándose. Continuó sonriendo, mientras se posicionaba a los pies de su contraria.
—Y... dime, ¿Cómo te sientes? —indagó, observándole fijo y dejando que sus ojos encubran el sentimiento cínico con una preocupación casi tan real como su apenada sonrisa. —Sé que es una pregunta tonta, pero-
