I COME BACK ━━bts

10. LET'S PLAY

10. LET'S PLAY

            Su vaga mirada viajaba lentamente por cada una de las presentes.
A ciencia cierta resultaba imposible saberlo, pero se podría decir que un ápice de desolación se colaba en sus oscuros y opacos globos oculares, que al contrario de mostrar esa ávida chispa que tanto los caracterizaba, ahora aparentaban gritar en desesperada angustia.

—¿Cleo?

Saltó en el lugar, tomándole por completa sorpresa aquel repentino toque sobre su hombro. Le tomó unos cuantos segundos salir de aquel trance en el que había estado metida de forma intermitente hace ya unas trágicas dos horas.
Miró a Seulgi, quien permanecía con una ceja levemente enarcada y una mueca que poseía un gran signo de interrogancia hacia su persona. Ésta traía una copa repleta de vino en su mano libre, y cuando la pelinegra estuvo a punto de hablar, se le adelantó.

—¿Todo en orden?

[ Había atropellado todo lo que se encontró en su camino al baño, arrojando violentamente las llaves de su vehículo hacia algún punto de la sala, soltando así su bolso y chaqueta en medio del pasillo.

Alaridos mal reprimidos se deslizaban tremulamente por sus labios, al mismo tiempo que lágrimas gruesas y tibias rodaban sin permiso alguno por el carmín de sus mejillas. Su rostro, cada tanto, se arrugaba cuando todo ese desasosiego revestido de dolor emergía en su pecho, cada vez con más fuerza y trayendo consigo nuevos recuerdos que se implantaban en los confines de una mente desgastada y endeble.

Recuerdos de todo tipo que podrían destruirla aquí mismo.

Una vez llegó a destino, de un sonoro estampido cerró la puerta a sus espaldas. Y con la poca fuerza que su cuerpo casi convulsivo le permitió obtener, se dejó apoyar contra el lavamanos. Sus propios brazos sostuvieron débilmente toda esa carga que ahora se triplicaba en sus hombros, y permitió que absolutamente todo el llanto que brotaba incesantemente de ella, impacte de forma directa contra el mármol blanquecino.

Sacudió la cabeza, con la vista borrosa y el alma hecha trizas. En verdad, aquella tristeza se volvía una dolencia corporal, y era horrible.
En momentos como estos era donde deseaba ponerle fin a todo el sufrimiento al que, injustamente, se debía someter.

Por un grupo de personas que se habían dedicado a arruinarle la vida.

Pronto, la gota de un fluido rojo rompió con la armoniosa blancura del mármol bajo ella. Y sus pensamientos se detuvieron por un instante.

Luego, otra gota más, y otra más, y así sucesivamente. Jadeó con nerviosismo, llevando inmediatamente una de sus manos hacia la zona de su nariz. Y en cuanto la alejó de su rostro, se encontró con sus dedos empapados de sangre.

Tragó dificultosamente.

Alzó la vista hacia el espejo, por primera vez.

Se observó. El reflejo de algo hermoso y corrompido; con ojos cristalinos, lágrimas dolorosas, y mirada perdida. Un rostro manchado de sangre, con la misma goteando de éste como si de un manantial se tratara. Tumulto de espasmos a causa de un llanto que se dedicaba a romperla cada vez que se dignaba a surcar y sacudir su cuerpo.

Quiso gritar.

No era justo.

Y tampoco se dejaría vencer por aquel manojo de emociones denigrantes.