La noche de Thyler

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Thyler

Marta se me acercó y me miró una mescla de miedo y deseo.

— ¿Estás segura? — logré decir sin creérmelo ni yo mismo, pero es que me importaba demasiado que se sintiera cómoda.

— Bueno, puedo intentarlo, aunque nunca lo he hecho — dijo mientras su cara pasaba a ser cada vez más parecida a un tomate muy maduro.

Ella se sentó en la cama y mientras se tapaba con la sábana en un movimiento rápido volvió a ponerse el bóxer, era tan jodidamente sexy que tanto mi corazón como otra parte de mi anatomía no paraba de palpitar por ella, y créanme, esas partes casi nuca se ponen de acuerdo.

Luego se levantó de la cama y se acercó a mí y juro que en ese momento me sentí virgen otra vez, porque con sólo un beso en el cuello y que rozara mi miembro a través de la toalla podría haberme corrido, pero es que era ella, era Marta, la imagen que acompañaba mis noches solitarias hacía mucho tiempo.

Me lamió suavemente el lóbulo de la oreja mientras seguía frotando a través de la toalla mi erección que gracias al cielo no estaba atrapada o podría romper la tela.

Intenté aguantarme, juro que lo intenté, pero no podía darle el control, la necesitaba, así que tomé su mano y la llevé a mi miembro mientras le enseñaba como darme placer.

Y ahí, de pie los dos, en medio de la habitación donde tantas veces me masturbé pensando en ella, mi sueño se hizo realidad.

Empecé a besarla y mientras ella me masturbaba yo me sentía cada vez más cerca del cielo.

— Oh... Marta... — gemí sin poder evitarlo cuando tomó un ritmo que me hizo enloquecer.

Me sentía en las nubes cuando un grito interrumpió el momento y rompió la magia, además de ponerme de un mal humor de la hostia y con ganas de matar a quien sea que estuviese tocando la puerta.

— ¡Thyler! Tenemos que irnos, el jefe llamó, el encargo llega al puerto en una hora, sabes que no le gusta esperar.

Fue Mica la que habló y en ese momento sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo.

— Marta... yo ...tengo que .... — murmuré queriendo matar a Mica por no poder esperar cinco putos minutos pero esto era importante, tenía que ir.

Marta se encogió de hombros.

— No te preocupes, pero creo que al final si vas a tener que tomar esa ducha fría — me dijo mientras me mostraba su bella sonrisa.

Luego me dio la espalda, se vistió con la ropa que le había prestado y me dijo que se iría a casa. Me sentí lo peor por no poder acompañarla.

Joder!!! Como me hubiese gustado abrazarla toda la noche, pero se lo compensaría más delante de eso no tenía duda.

Me vestí en cinco minutos y salí al pasillo donde estaba Mica, vestía un conjunto deportivo Adidas con unos tenis a juego, el color de siempre, todo negro.

— ¿Thyler, cogiste tu arma? — Mica me miraba con cara de preocupada.

¡Joder! Odiaba estos encargos, pero todo era por la puta familia y el negocio.

— Maldición! Espera, lo había olvidado — fui hacia la tercera gaveta del closet y tomé mi arma, una Glock 19.

Por suerte Marta ya se había marchado, porque aún no le había explicado a que se dedicaba mi familia y yo.


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