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Charles sabía que era mala idea seguir trabajando en casa de los Lenhsherr.
Wanda lo tenía totalmente cautivado, Peter y sus antojos lo hacían enternecer. Y en cuanto a Erik...

No estaba seguro de qué pensar.

Hacía mucho tiempo que no se sentía atraído por nadie. Y sin embargo, ese tonto, hosco, bruto y ermitaño escritor, había logrado lo que otros no habían podido.

¿Qué demonios estaba pasándole por la cabeza? ¿Se habría golpeado?
De lo contrario era imposible que Erik Lenhsherr le pareciera atractivo.

En los tres meses que llevaba trabajando allí, se había encontrado observando con interés el ceño fruncido de Erik mientras escribía con concentración su novela.
Se había quedado embobado viéndolo abrazar a su hija. O trayendo ropa de bebé para su futuro sobrino o sobrina.

Quizás era la edad, o quizás eran sus hormonas alborotadas. Pero lo cierto es que cada día que pasaba, Charles se sentía más y más extraño.

- Charles, ¿te gusta mi dibujo? - Wanda preguntó con una sonrisa, sacandolo de sus pensamientos.

Él posó la vista en el papel, y tuvo que mirar dos veces para asegurarse de que lo que estaba viendo, era correcto.

- Cariño... ese... -

- Sí, eres tú. En la escuela nos pidieron que hablemos de nuestra familia, y que la dibujemos. Y tú estás casi todo el tiempo aquí, así que para mi eres familia. - La niña explicó con naturalidad, encogiéndose de hombros.

Charles tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no llorar.
Como toda respuesta rodeó a la niña entre sus brazos.

- Gracias cariño. Si hubiera tenido hijos, me hubiera encantado tener una como tú.

Wanda lo miró sonriendo, y tras darle un beso en la mejilla, volvió a su tarea.

Charles se quedó emocionado, hasta que levantó la mirada y se encontró con la de Erik.
No estaba seguro si había estado ahí escuchando, pero se sintió rápidamente avergonzado.
No sabía cuál sería la postura de Erik respecto a que su hija estuviese encariñándose con él. Después de todo, él sólo estaba trabajando en esa casa.

- ¿Necesitas algo? - Charles preguntó con serenidad, dejando atrás cualquier rastro de vulnerabilidad que hubiese podido mostrar con la niña.

El hombre lo miró de una manera extraña. O al menos eso le pareció a Charles. Sin embargo no podía comprender bien porqué.

- Necesito que vengas a mi estudio. -

El alma de Charles cayó a sus pies.
¿Acaso lo despediría por involucrarse sentimentalmente con su familia?
Quizás no estaba bien hacerlo, pero no es como si lo hubiese hecho a propósito.

Asintiendo en silencio lo siguió, y cuando llegaron, ya tenía todos los argumentos listos para refutar la absurda idea de ser despedido por una causa tan natural.

- Charles...

- ¡Oye amigo! Ya sé lo que vas a decir. Pero yo no obligué a la niña a ponerme en ese dibujo. Ella me tomó cariño, y yo a ella. Y también quiero a Peter. Y me parece injusto que t-...

- ¿Y a mi? - El hombre lo interrumpió con una mueca graciosa que desconcertó por completo a Charles.

- ¿Disculpa? - Preguntó confundido.

- Quieres a Wanda. Quieres a Peter. ¿Me quieres a mi? - Erik insistió, imperturbable. Como si le estuviera pidiendo cualquier cosa, y no una muestra de cariño.

¿Acaso se habría golpeado la cabeza?

- Yo... no entiendo a donde quieres llegar. - Charles respondió evasivo, tratando de cambiar el curso de la charla. Por alguna razón comenzaba a sentirse demasiado incómodo.

Mi chance eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora