_17 Una mentira piadosa_

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   Billy se despertó nuevamente sobresaltado por la alarma, la cual escuchó por unos minutos hasta que Dipper finalmente decidió levantarse y apagarla. Esa había sido su rutina en el tiempo que llevaba como humano, y a pesar de eso aún le resultaba molesto.

   –Buenos días. – Saludó malhumorado el rubio, viendo cómo el castaño se frotaba los ojos como si nada.

   –Buenos días. – Respondió él antes de que Bill saliera por la puerta. Otra vez, y como todos los días se dirigió a la puerta de la habitación de Mabel, se escuchaban sus pasos dentro, lentos e irregulares, como siempre.

   Si bien ninguno de los jóvenes se cambiaba para desayunar, sí tenían sus distintos rituales antes de comenzar el día. Dipper daba vueltas en su cama hasta despabilarse, luego la acomodaba y, finalmente, salía de su cuarto. Esto tardaba entre cuatro y cinco minutos.

   Mabel simplemente deambulaba por su cuarto hasta que recuperaba su ánimo natural. Su ritual, aunque pareciera lo contrario, duraba más que el de su hermano.

   Finalmente, el castaño salía de su cuarto y junto con el moreno bajaban al comedor, seguidos de Mabel unos minutos más tarde.

   Era así desde que Dipper dejó que Billy saliera del cuarto para que él no tuviera que verlo hacer su extraño ritual, pues era menos incómodo para ambos así.

   Finalmente, cuando los tres estuvieron abajo, los gemelos comenzaron a preparar el desayuno y Billy se quedó sentado esperando a que ellos terminaran. Todas las mañanas eran iguales. Solo faltaba que Stanley saliera de su cuarto antes de que los gemelos terminaran el desayuno para poner la mesa.

   A Bill casi le dio un infarto cuando, en lugar de el viejo, apareció el seis dedos, quien lo miró como si fuera a matarlo.

   –¡Buenos días tío! – Exclamó suavemente Mabel, que estaba preparando huevos revueltos, y unas tostadas.

   –Buenos días Mabel. ¿Cómo amanecieron?

   –Bien, seguimos vivos y con ganas de estarlo. – Bromeó Dipper, que se encontraba exprimiendo unas naranjas para tomar jugo recién hecho.

   Era un comentario que se había hecho común por su parte, pues era su forma de aliviar un poco la preocupación de su familia. Sabía que no había actuado de la mejor manera cuando comenzaron a hacerle Bullying en la escuela, o cuando la sociedad lo dejó de lado. Así que darles un pequeño consuelo era lo menos que podía hacer.

   –Eso es bueno muchacho, muy bueno. – Declaró el mayor, que en ningún momento quitó los ojos del moreno, que ya se estaba sintiendo mal. Finalmente fue Stanley quién golpeó la cabeza de su hermano con el diario de la mañana apenas llegó a la sala.

   –Deja de asustar al pobre chico. – Reprendió el hombre. – Buenos días a todos, espero que estén de humor para trabajar hoy. – Bromeó.

   El desayuno fue igual al anterior, Billy comió como si no hubiera un mañana, Stanford no quitó sus ojos de él, Mabel y Dipper se preguntaron cuánto más viviría el pobre rubio, y Stanley le reprochó su actitud a su hermano cada tanto.

   Cuando terminaron, Billy fue quien lavó todos los utensilios, mientras que los integrantes de la familia Pines se preparaban para su jornada laboral. Si bien la estrella y el pino intercalaban las semanas de trabajo, se ayudaban mutuamente en sus horarios correspondientes. Las semanas libres eran más una excusa en caso de que quisieran salir con sus amigos, o algo por el estilo.

   Stanford por su parte, se quedó en la sala observando al rubio. Su hermano tenía razón, era un joven delgado y con poca presencia, pero eso no era razón para bajar la guardia. Años atrás el pequeño Gideon era un niño de baja estatura, con más pelo que cerebro, y aún así fue alguien muy peligroso.

   La apariencia del nuevo inquilino no era excusa.

   Apenas terminó de lavar, secar y guardar todo, el moreno se dirigió con paso rápido a la habitación de Dipper para escapar de la mirada incesante de Stanford, donde se quedó por varios minutos sentado mirando el techo, hasta que recordó el libro que consiguió con los gemelos el día anterior.

   «Lo peor que puede pasar es perder el tiempo. De todas formas eso es lo que estoy haciendo ahora.» Pensó mientras sacaba el libro de la mochila del castaño, para luego sentarse en su cama y comenzar a leer.

   Al no tener nada para hacer, avanzó mucho en la lectura. El libro tenía unas 250 hojas, con 40 capítulos de entre 4 y 7 páginas, de los cuales leyó 10. Para ser sincero, el libro le había parecido una mierda. No solo había gastado su tiempo, lo había desperdiciado.

   No entendía porque un niño al que podía llamar puberto era la última esperanza del mundo, o porqué sus padres le permitían viajar con desconocidos, o el porqué los supuestos misterios del libro eran tan complicados si él ya los había deducido sin la necesidad de obtener pistas. Todo era muy obvio, apresurado y sin sentido.

   Su rostro había pasado de uno relativamente emocionado, a uno lleno de asco. Realmente estaba odiando ese libro. Lo peor de todo era el romance, lo artificial de la relación entre los personajes le generaba una repulsión increíble, era demasiado cursi, demasiado irreal. ¿En serio a alguien le gustaba eso?

   Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando ambos gemelos llegaron a la habitación, solo para encontrarse con Billy leyendo el libro del día anterior. Sin darse cuenta, ya era hora de cenar.

   «Espero que no hayan comido, porque si se olvidaron de llamarme a comer a la tarde los mataré ahora mismo.» Se quejó para sus adentros el mayor.

   –¡Así que ya empezaste! – Exclamó Mabel. – ¿Qué te parece hasta ahora? – El mayor iba a responder con la verdad , hasta que no lo hizo. Recordó que a la joven le gustaban mucho esos temas, el amor, aventura y todas esas mierdas. No sabía porqué, pero no quería decirle lo mucho que había odiado todo eso.

   –Me resultó entretenido. – Mintió, haciendo que los ojos de la castaña se iluminaran.

   –¿Qué te pareció el romance? ¿Te gustó? – El moreno realmente había acertado. La joven en verdad amaba ese tipo de cosas.

   –Sí, me gustó mucho… – Su voz había sonado muy tosca, así que rápidamente la cambió a una más amigable y siguió hablando. – ¡Hay una escena en la que el protagonista le da una rosa a la chica que le gusta! Al final ella le sonríe sonrojada y le da un beso en la mejilla. Fue muy… romántico. – Era una escena del libro que realmente había odiado, pero que recordaba a la perfección justo por eso.

   Mabel estaba más que feliz ante la reacción del rubio sobre su género favorito, mientras que Dipper por otra parte lo miró extrañado. ¿Realmente le gustaban ese tipo de cosas?

   Stanford miraba la escena escondido tras la puerta, había notado que el moreno mentía. ¿Porqué? Habían muchas razones para hacerlo, pero sentía que no era por malicia. Aún así, ignoró ese presentimiento, no debía ignorar los peligros que ese joven podría traer consigo, una pequeña mentira podía ser parte de algo mucho más grande.

   Pero ahora dejemos al pobre anciano y centrémonos en los más jóvenes. Veamos cómo Billy se veía envuelto en miles de historias y anécdotas románticas por parte de la muchacha, y en los gemelos Pines creyendo que a él realmente le interesaba todo ese tema.

_Nuevo comienzo_ BilldipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora