Twenty-two

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La cabeza de Fargan era todo un caos cuando despegó. 

Un vacío se instaló en su pecho en el momento en el que comenzó a alejarse y se obligó a sí mismo a no mirar hacia atrás. Sabía que si lo hacía no podría evitar volver. 

Lo que Alex le había dicho tenía mucho sentido, tenía que regresar y cumplir su labor, era lo más sensato, pero dejar atrás a su compañero le pesaba más de lo que consideraba normal. 

No podía con la idea de que le pasara algo. 

Fue eso lo que le dio la fuerza de volar con toda su velocidad de regreso al pueblo. 

Se supone que la maldición de Alex no era efectiva en él. Al menos eso es lo que le había dicho, aunque no le dio ninguna explicación al respecto. 

¿Entonces porqué se sentía tan extraño cuando estaba cerca de él?

Alex era atractivo. No había mentido en todas esas ocasiones en las que había adulado su apariencia. Tenía un cabello obscuro y sedoso que contrastaba a la perfección con su pálida tez y la claridad de sus ojos y tenía una sonrisa que todo el tiempo deseaba mirar. 

Pero no era solo su apariencia la que le atrapaba. A pesar de saber que era el único que podía mirarlo, sentía que no solo era eso lo que Alex le ofrecía de manera exclusiva. 

Lo había analizado de sobra durante el tiempo en el que era nuevo en el pueblo. Su comportamiento y la manera en la que se dirigía a las demás personas era diferente a la manera en la que lo trataba a él. 

Ese tono dulce que había implementado antes para convencerle, no lo había escuchado jamás hablarle así a nadie más. 

Su corazón se aceleraba de solo pensarlo. 

Y de no ser porque su cabeza le recordaba que ya estaba con Dulce, su corazón ni siquiera se habría molestado en recordárselo. 

Sacudió la cabeza con desesperación. Ya tendría tiempo de pensar en eso. Ahora debía concentrarse en la misión que Alex le había confiado. 

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Estaba agotado cuando finalmente logró divisar el pueblo a la distancia.

La noche ya había caído, sus alas se quejaban con cada aleteo y le faltaba el aire, pero nada de eso había sido suficiente para detenerlo.

Voló con la poca energía que le quedaba. Pudo ver a los guardias apuntar con arcos y ballestas al verlo sobrevolar, pero las bajaron en cuanto alguien lo reconoció e informó al resto. 

Fargan trató de aterrizar con cuidado en el patio de Vegetta, pero las fuerzas le fallaron y terminó estampándose contra el césped sin mucho remedio.

Apenas tuvo tiempo de quejarse. Las luces interiores de la casa se encendieron y unos segundos más tarde un confundido Vegetta salió por la puerta envuelto en una ridícula bata morada. 

- ¿Fargan? - la sorpresa en su voz se vio opacada por la preocupación de verlo tendido en el suelo sin poder levantarse - ¿Qué ocurrió? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Alex? ¿Estas bien? - hizo las preguntas sin para ni dar espacio a responder. Su maldición le obligaba a necesitar respuestas. 

Fargan alzó su dedo, pidiéndole silenciosamente un segundo para recuperar el aliento. Vegetta no se quedó quieto esperando, se agachó para ayudarle a ponerse de pie, aunque le costó bastante. 

- La misión... - empezó a decir entre jadeos. Vegetta asintió.

- El campamento que tenían que vigilar, ¿Qué pasa con él? - no había nada que Vegetta no supiera acerca de Karmaland. 

Maldición //FARGEXBY//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora