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Las cosas no habían hecho más que empeorar desde que las doncellas habían llegado al pueblo. Al menos para Alexby.

El Hotel de Karmaland seguía sin funcionar y Vegetta había decidido que la mejor opción era que cada uno de ellos alojara a una muchacha en su hogar. 

Akira, Alexa, Mónica, Kristina, Dulce, Lana y Nieves eran los nombres de las doncellas. 

Akira, una chica rubia, de ojos morados y la segunda más alta del grupo de doncellas, segura de sí misma y de su notable belleza, vestía siempre un pulcro vestido blanco que se meneaba con elegancia al andar y cuyo porte había captado la atención de Vegetta, quien le había ofrecido su vivienda. 

 Willy en cambio se la había ofrecido a Kristina, una muchacha de cabello largo, castaño y cuidadosamente decorado con flores de tonos rojizos. Sus ojos verdes destacaban entre las tonalidades obscuras de su vestido negro y rojo. 

Nieves destacaba de entre las demás por su timidez. Hacía lo posible por ocultar sus brillantes ojos azules detrás de su cabellera rubia rojiza y jugaba nerviosa con sus manos debajo de la capa negra corta que cubría sus delicados hombros. Aunque cuando Rubius la notó y, con toda su amabilidad, se le acercó a la muchacha para ofrecerle su hogar de manera temporal, ella no dudó en sonreír de manera dulce y asentir con la cabeza sin decir una sola palabra. 

Contraria de Nieves estaba Mónica, cuya altanera actitud repelió de inmediato a casi todos los héroes de Karmaland con excepción de uno. Auron se dejó llevar por su belleza, puesto que su larga cabellera negra y brillantes ojos azules, además de su voluptuosa figura y siendo la más alta de todas doncellas, destacaba de manera inmediata. 

Luego estaba Lana, tan amable y dulce que todos supieron de inmediato con quien se quedaría. Era de las pocas, junto con Nieves, que en lugar de usar un elegante vestido usaba un short y una sudadera con franjas rojas y blancas. Su cabello oscilaba entre el rubio y el castaño y sus ojos marrones. Luzu se ofreció a ser su anfitrión sin problemas. 

Casi de ultima estaba Dulce, la piedra en el camino de Alexby. Una doncella de castaña cabellera que había resultado encantadora ante los ojos de Fargan y que, por ende, había aceptado en su hogar sin ningún problema. 

Y como última estaba Alexa, la más carente de encanto de entre todas las preciosas doncellas. Su cabello era castaño, pero a diferencia del de Dulce o Kristina, carecía de brillo, no usaba vestido, más bien un extraño traje azul con blanco opaco que no pegaba en nada con su moreno tono de piel, y sus ojos eran grises y fríos. Y a falta de más candidatos, Alex tuvo que acogerla en su hogar. 

Tener a otra persona en su casa no era algo que a Alex le divirtiera. Si de por sí ya era complicado cuidar que nadie lo viese fuera de casa ahora era muchísimo peor. 

Esa mañana, por ejemplo, había despertado tan despistado que se olvidó de su reciente inquilina, la cual tenía menos de una semana con él. 

Se levantó de la cama y salió entre bostezos de la habitación, vistiendo únicamente el pantalón de su pijama, sin el casco. Caminó rumbo a la cocina y se sirvió un vaso de leche. 

- Buenos días - en cuanto escuchó la afeminada voz a su espalda se tensó de inmediato. Se obligó a despejarse y se sintió desnudo. 

Y no porque llevase el torso descubierto, sino porque su casco seguí estando sobre la cómoda al lado de su cama. 

- Alexa... - llamó a la muchacha.

- Dime - le respondió aún medio soñolienta. 

- ¿Me haces un favor? - preguntó aún sin voltearse y rezando porque ella no se acercara. 

Maldición //FARGEXBY//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora