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Habían pasado semanas en realidad duras.

Al menos duras para Memo quien, tuvo que abandonar la idea de seguir entrenando, al menos por los meses restantes de su embarazo.

Sabía que después de dar a luz volvería, seguía en pie la idea de no quedarse con el bebé.

Y no porque lo odiara, simplemente no le agradaba la idea de ser padre soltero, jamás; pero aunque lo negara, ya estaba comenzando a acostumbrarse.

De lo único que pudo sacar ventaja a todo esto era de sus amigos.

¿Quieres que te cargue tu mochila?— preguntaba chicha.

Si quieres en hora libre te invito unos mollequiles, si no tienes ascos, ya ves que tienes antojos de cosas bien culeras. — decía Guardado.

Vete a dormir un rato, yo ahí a ver que invento para que no te regañen. — decía Vela.

Y ahora un Guillermo de 11 semanas de gestación se paseaba como alma en pena de un lado a otro por el pequeño departamento que compartía con Andrés.

Sólo tenía una cosa en mente.

Antojos.

— ¿En serio es muy necesario que despertemos a Andrés a esta hora?— preguntó al aire, pero en realidad estaba hablando con su vientre muy poco notorio. —No puedes esperarte a... No sé ¿Mañana en la mañana?— el chillido en sus tripas indicó un "No" en respuestas. —Bueno, pero si se enoja vas a ver. — murmuró con el ceño fruncido y de inmediato reaccionó a lo que dijo. —No puede ser, ya hasta estoy hablando como mi mamá. — se colocó ambas manos en el rostro para frotarse lentamente los ojos y soltar aire.

Abrió despreocupadamente la puerta de la habitación de su mejor amigo y se acercó a mover su hombro.

—Despierta. — musitó alargando la a, recibiendo como respuesta un pequeño suspiro por parte de Andrés. —Tengo hambre.

—Hay una maruchan de habanero en la alacena. — murmuró volteando el rostro al otro lado.

—No quiero una puta maruchan, quiero comida.

—Con eso aguantamos una semana en lo que nuestros jefes nos depositaban lo del mes, para mí es comida.

—No seas pendejo. — golpeó su hombro para moverlo y Guardado soltó un quejido.

Volteó de mala gana y miro el reloj para después mirar a Ochoa.

— ¿Qué quieres?

—Una gringa al pastor, con un chingo de cebolla. — Andrés frunció ligeramente el ceño, observándose aún adormilado.

— ¿Una qué? ¿Escuché bien?— Memo asintió en respuesta. —No mames ¿Por qué yo tengo que andarme chutando todo esto?— preguntó Guardado observando a Memo parado a su lado.

—Porque Messi es un pendejo y tú un excelente amigo.

—Chinga tu madre wey. — murmuró frotando su rostro con ambas manos y se sentó sobre la cama. — ¿Dónde chingados voy a conseguirte una pinche gringa al pastor a las 3:00 de la mañana?

—A dos calles hay una taquería que cierra a las 3:30, si te apuras ahuevo la consigues.

— ¿Y por qué no vas tú?

—Es que me duele la espalda.

—Pinche exagerado.

—A ver, carga a un chamaco adentro de tí por tres meses a ver si aguantas.

𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤í ||𝘔𝘦𝘴𝘴𝘪 𝘹 𝘖𝘤𝘩𝘰𝘢|| (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora