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Los días y semanas siguieron corriendo en el calendario, naturalmente también los meses.

Marzo, abril.

Guillermo contaba ya con 17 semanas de gestación, y tal como había prometido Lionel, no había dejado ni un sólo día a Ochoa.

Y por supuesto tampoco a su bebé.

La noticia aún no terminaba de ser digerida por el argentino, y mucho menos por su mejor amiga.

—Es que en verdad boludo, aún sigo sin poder creerlo ¿Leche radioactiva?— preguntó Antonela.

—Bueno, dice que no lo sabe con seguridad, esa digamos que es sólo una suposición.

— ¿Pero va todo bien con Guillermo y el bebé?

—Sí, todo va bien, recién lo acompañé a un ultrasonido.

— ¿Y?

—Boluda, fue increíble ¿Vos imaginás lo bonito que suena un corazón miniatura?— soltó con emoción haciendo sonreír a Antonela.

—Y pensar que estuviste evitándolo por meses ¿Ves lo bonita que es la vida cuando no te portás como un idiota? Ya tenés una familia ahora, Lio.

Familia.

Guillermo aún se rehusaba a llamar de esa forma a las dos personas que lo acompañaban en su día a día, y claro que era comprensible; en él aún estaba presente el dolor del rechazo por parte del argentino... Aún dolía.

Aunque aquel pensamiento estaba a punto de cambiar durante el partido del siguiente día contra los broncos de prepa 1.

Guillermo se encontraba en los vestidores analizando por milésima vez su físico, le parecía curioso cómo cosas como éstas eran posibles, justo cuando chicharito decidió aparecer para interrumpirlo.

—Wey, pareces de esos cachorritos panzones. — chilló Javi viendo a Memo.

Este rápidamente levantó la vista de su vientre y algo avergonzado bajó su sudadera.

—Chinga tu madre.

—Todo enojadito y todo panzón.

—Bueno verga, ya, ya sé que estoy panzón, todos los putos días desde hace como 4 semanas Vela, Layún, Andrés y tú están mame y mame con lo mismo ¡Ya!— gritó con molestia pero en el fondo quería llorar.

Le frustraba odiar todo de él, todo estaba cambiando con su físico en las últimas semanas y sus amigos no paraba de recordárselo.

Él sabía perfectamente que no lo hacían con intensión, simplemente eran medio bruscos demostrando su cariño.

Y aunque intentara reprimirlo, deseaba con todas sus fuerzas que Lionel estuviera ahí, le gustaba sentirse halagado por el castaño de flequillo, lo hacía sentir seguro.

Vos lucís como una estrella, mi rulitos. — y Memo no tenía más remedio que morder el interior de su mejilla para intentar evitar el sonrojo y las ganas que tenía de lanzarse a Lionel siempre que le decía aquello.

Y más ahora que las hormonas del embarazo estaban haciendo de las suyas con su libido.

—Perdón Memito, sabes que no lo hacemos por chingar. — Hernández se acercó al de rizos y palmeó su hombro. —Sólo se nos hace curioso, eso es todo.

—Pues sí ojetes, pero no tienen que estármelo recordando cada que pueden.

—Es puro pedo, vente, ya vamos a las canchas para que te sientes un rato en las bancas ¿No te duelen las patas o algo?

𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤í ||𝘔𝘦𝘴𝘴𝘪 𝘹 𝘖𝘤𝘩𝘰𝘢|| (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora