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Mi cuerpo no me pertenecía, me sentía ajena a mis sentidos. Mi visita era pobre y mi capacidad de respirar se deterioraba con las horas que pasaban. Moriría.

Mi piel sucia no era un problema, habían manchas que ni el tiempo disiparía y lo acepte una vez que deje caer mi puñal a los pies de Jeon.

Todo lo que quise y desee aferrarme por un poco más de tiempo se había esfumado entre mis dedos.

Estaba sola. Sin embargo, siento que siempre lo estuve y nunca lo supe.

Las calles de Soul eran ajetreadas, muchas personas iban y venían, los autos no se detenían al igual que la noche, nadie se detendría por mi. La misericordia parecía un engaño para corazones débiles y yo era uno de ellos.

Replantee mi misericordia por él y la culpa cayó sobre mis hombros.

Al salir de ese almacén donde me tenían pude arrastrar mi existencia hacia una gasolinera. Necesitaba transporte y los sujetos que fueron al baño dejando las puertas sin seguros no parecían necesitarlo tanto como yo.

Cerré la puerta y arranque lo más pronto que se me fue posible, la importancia que le daba antes a los descuidos había desaparecido de mi sistema. Tenía cosas más importantes que hacer en lugar de pensar que ocurrirá luego de mis decisiones.

Nunca tuve oportunidad de equivocarme.

Necesito arrepentirme.

Necesito un castigo.

Necesito que reciban un castigo.

Las palabras de Sangtae se repetían sin cesar en mi cabeza, su seguridad y prepotencia me hacían dudar de la historia que en algún momento mi padre relato para calmar mis penas.

Poco tiempo después de mi nacimiento, alrededor de un año, o eso recuerdo haber escuchado, mi madre iría de regreso a su país, volvería con su gente porque esa era su voluntad. El vuelo saldría en la madrugada, pero en el camino hubo un aparatoso accidente en donde murieron todos los que iban dentro de ese auto.

Dejando poco rastro de lo que en algún momento fue mi madre.

Recuerdo las pocas ocasiones en que mi padre la mencionaba, solo usaba su nombre cuando estaba dentro de los gimnasios o salas de tiros en los primeros años de mi entrenamiento. Fueron años llenos de noches imposibles de conciliar, noches en las que no podía dormir por renegar su muerte, sintiéndose de alguna manera culpable de que no estuviera con nosotros y no ser tan buena como ella.

Las mañanas eran más tormentosas que las noches, como si la luz del sol incentivará a los malos pensamientos que cruzaban por mi cabeza. La rutina era mi peor enemigo.

Hasta que un día me di cuenta que no se sentía igual.

Me había acostumbrado a todo.

Las comparaciones con mi madre ya no existían, la rutina me amoldo a mi vida y a mi sistema.

Él nunca me amó.

Mi padre nunca me amó lo suficiente.

Golpee el volante y deje caer mi cabeza sobre mis brazos.

De camino a la cabaña solo tuve una idea en mente.

Venganza.

Cerré la puerta principal de la cabaña y lo primero que hice fue buscar un botiquín. No se sentía igual estar aquí.

Parecía que este no era mi lugar.

Sin llegar a la habitación quite mi camisa y los moretones marchaban mi piel de forma escandalosa. Apreté mis labios cuando pase mis dedos por las manchas de sangre que acompañaban a los moretones, dolían como el infierno. Mis ojos se desviaron a la puerta que me separaba de la habitación y mi estómago se retorció provocando una arcada que me robó mi estabilidad.

𝐁𝐔𝐋𝐋𝐄𝐓 - 𝐉𝐉𝐊 © (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora