Capítulo 38

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Un poco más tarde, llego a casa de Stuart, que, desde dentro está casi irreconocible, no hay latas vacías de cerveza ni manuales informáticos esparcidos por la moqueta, ni cajas de pizza por donde mires; el cenicero plateado está reluciente y hasta hay menos nenitas con melones y la melena al viento. Y luego está el olor, bueno, mejor dicho, no está el olor, lo cual puede significar tres cosas:

1. Me he equivocado de casa.

2. Eso de que Stuart haya empezado a beber en vaso sólo era el principio de su proceso de transformación en Mary Poppins.

3. Fiona vuelve a ser la misma de siempre.

Descartamos la número uno por la vista que se ve desde la (ahora transparente) ventana. La número dos es poco probable, dado que la cuchara de azúcar de Stuart (para su taza de té recién hecho) no está en su sitio y permanece tirada sobre la encimera, por lo que debe de tratarse de la tercera opción.

-He pensado que habría que ir ordenando un poquillo -me explica.

-Has hecho un buen trabajo -le aseguro. Me sonríe con gratitud.

-Aquí tenéis chicas -Stu nos da una taza de té a cada una y cuando digo té, quiero decir té, en el sentido más amplio de la palabra (siempre que esté implicada una bolsita de té y agua caliente). Accidentalmente, derrama un poco del té de Fee sobre sus inmaculados y bien planchados vaqueros.

-¡Puta mierda! -exclama, para mi alegría: vuelve a ser la misma.

-Perdón, herma... -dice Stu, patético.

-No pasa nada, pero ten más cuidado.

Stu se tira en el sofá junto a su hermana.

-Ya se lo he contado -dice Fee.

-¿Le has contado qué?

-Que me mudo.

-De todas formas ya estaba un poco harto de ella -bromea Stu-lo desordena todo.

-Yo también -le respondo-, ya se lo he dicho a Jacqui.

-¿Cómo se lo tomó?

-Dentro de lo esperado.

Fee asiente con la cabeza y coloca su taza en la mesita.

-Así que, definitivamente, ¿lo hacemos?

-¿Hacerlo?

-Irnos a vivir juntas.

Me quedo un momento en silencio para asegurarme de que quiero hacerlo.

-Si tú quieres, yo quiero.

Se le iluminan los ojos y me lanza una abierta sonrisa, sin reservas.

-¿Y cuándo empezamos a buscar?

-¿Mañana?

-Mañana.

-Mañana está bien.

La miro, ahí sentada bien derechita junto a su desgarbado hermano, sintiendo el impulso de protegerla, pero, a su vez, me doy cuenta de que ese impulso llega tarde. La compensaré, lo intentaré, eso es lo que más me importa, porque justo en este momento me doy cuenta de que esto no es el fin, ni el retorno, simplemente, el inicio de algo. Algo hermoso, algo real. Al levantarme para marcharme, para volver y ponerme a empaquetar mis cosas, riéndonos de Stu al verle colocarse bien los calzoncillos, en el aire permanecen nuestras palabras, decorándolo.

Mañana. Mañana está bien.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora