Capítulo 24

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Playa Salinas, según Jacqui, el lugar perfecto para pasar el rato durante el día en Ibiza. «Durante el día» es para Jacqui ese lapso de tiempo entre las cinco de la tarde, cuando la gente ha conseguido desempolvarse de la noche anterior para arrastrarse fuera de la cama. Por «pasar el rato» se refiere a eso, a dejar que la brisa te balancee.

No toda la playa es nudista, la parte que está pegada al aparcamiento está llena de respetables familias españolas, pero nosotras hemos vagado medio kilómetro bajo el calor achicharrante para ver cómo la gente guapa pasea sus palmitos. Incluso aquí el nudismo es opcional, no es obligatorio, por lo que decido un punto intermedio, dejando mi masa forestal (o al menos parte de ella) dentro de mi biquini de marca.

Jacqui, por supuesto, opta por la versión íntegra obligando a todos los hombres desnudos a desviar la mirada (la versión de «es que llevo un revolver en el bolsillo» no funcionaría en este caso). Cuando os hablé de la belleza contagiosa de Jacqui, se entiende que me refería a cuando va vestida. La versión desnuda es otro cantar. Me siento como un Citroen dos caballos aparcado junto a un reluciente Ferrari; un Ferrari sin neumáticos de repuesto, he de añadir. Mira qué carrocería, mira esos globos dorados y el extravagante podado púbico.

Ahí tumbada en la esterilla, guiñando los ojos por el sol me viene a la cabeza la primera vez que vine a Ibiza hace algunos años con Fiona. Recuerdo algunas cosas, me vienen imágenes: aquella extraña conversación, el pub o la playa.

Fue un viaje organizado, no uno de esos con concursos de camisetas mojadas y bebercio por un tubo, fue un viaje organizado de los normales. Nos pareció la manera más fácil de ir.

Recuerdo la decepción de Fiona la primera vez que estuvo en el Café del Mar («es sólo un montón de rocas») y cómo se fue difuminando esa sensación tras sentarnos y ver la puesta de sol más espectacular de nuestra vida. Aquellos intensos destellos anaranjados y rojizos que irradiaba el sol al caer tras un mar tranquilo y resplandeciente. Sabíamos que era un tópico utilizado para vender miles de sueños insulares y CD, pero nos daba igual.

Recuerdo aquella noche: tomamos éxtasis y bailamos durante siete horas en Amnesia, abandonándonos absoluta y voluntariamente a la música. Ya en el hotel, aun nos duraba la euforia:

YO: Ha sido la noche más alucinante de mi vida.

FEE: Me han encantado los combinados.

YO: Y a mí los combinatres.

FEE: Y los combinaseis.

YO: ¡Y los combinacientosmil! (risas histéricas durante unas dos horas)

YO: Es increíble, ¿verdad?

FEE: ¿El qué?

YO: Sentirse así, tan feliz, tan satisfecha.

FEE: Sin sexo.

YO: Es como si hubiéramos encontrado la llave secreta al universo.

FEE: Sin hombres y sin sus bolas.

YO: ES genial.

FEE: Creo que mientras recordemos esta noche jamás volveremos a ponernos tristes.

YO: Te quiero.

FEE: Te quiero.

YO: ¿No crees que, realmente, somos la misma persona?

FEE: Es que somos la misma persona.

YO: Es a lo que me refiero.

FEE: Eso ya lo he dicho yo.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora