Capítulo 32

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Si estuviéramos en una película, ahora mismo estaría lloviendo, no una de esas lloviznas londinenses, no, estaría lloviendo a mares, con la fuerza de una tormenta tropical; a mi lado pasarían los viandantes chapoteando, sin paraguas y con un periódico en la cabeza mientras yo me hubiera quedado ahí empapándome en húmeda tristeza.

Pero no se trata de una película y si lo es, es la de otra persona.

Mi estado de ánimo no influye en modo alguno sobre el clima. Hace sol y hay una suave y cálida brisa. Unas pequeñas nubes como de algodón motean el estrecho cielo azul, parece que hubieran estado ahí siempre.

Por mi lado pasa a toda prisa un rasta sonriente. Y no está sólo, de hecho, todo Notting Hill tiene hoy una enorme y radiante sonrisa, aprovechando lo que probablemente será uno de los últimos sábados soleados del año.

Desdeputona.

Sé que mis pruebas no son concluyentes, sé que cabe la posibilidad de que Luke me dijera la verdad y de que la persona con la que se acostó a mis espaldas fuera una extraña, tanto para él como para mí. También sé que jamás lo admitirán, a menos que se lo saquen mediante torturas empleando algún artilugio medieval diseñado para provocar el máximo dolor posible. Pero no estoy siendo realista ¿de dónde iba yo a sacar un aparato de esos?

Además, no necesito pruebas más concluyentes, sé que Luke me fue infiel de la misma forma en que Desdémona se lo está siendo a Alex. Es decir, su infidelidad fue deliberada, sabía lo que estaba haciendo y con quién lo estaba haciendo. El tiempo que lo llevara haciendo es otra cuestión. Lo sabéis tan bien como yo, bueno, quizá no tan bien como yo, ahora que lo pienso.

Ya veis, ahora sé algo más: sé, por ejemplo, que Luke fue a verla dos meses antes de su confesión; se supone que para fines inocentes: me dijo que quería hacerle una entrevista para un artículo que estaba haciendo sobre la situación del mercado laboral en las altas tecnologías y, aunque el artículo jamás se publicó, nunca sospeché. ¿Por qué debería haberlo hecho? Era habitual que le echaran para atrás los artículos en el último minuto. Pero ahora ya lo veo de otra forma y estoy empezando a preguntarme sobre qué trabajos hablarían realmente. ¿Empezó todo ahí? Probablemente, posiblemente, no lo sé.

Así es Luke, ahora lo ves, ahora no lo ves. Ahora ya sé a ciencia cierta que ese cabrón mentiroso de mierda es capaz de cualquier cosa, lo que sea.

Y aquí estoy, ahora me doy cuenta de todo. ¿Adónde voy? ¿Por qué sigo caminando?

Aunque la boca de metro más cercana está en la otra dirección, me dirijo hacia la puerta color turquesa ¿Realmente es una buena idea? Por supuesto que no lo es, me digo mientras toco el timbre, pero, al fin y al cabo, de malas ideas está el mundo lleno, así que, ¿por qué debería quedarme fuera? Estoy en estado de shock, traumatizada, no puedo pensar con claridad. Esta es mi justificación y me aferró a ella. Ahora mismo sólo hay un hombre en el mundo al que me apetezca ver, y está detrás de esa puerta, sé que está, puedo sentirle, siempre ha estado ahí ¿no? El primero que me dijo «te quiero» antes que todos los demás, antes que Luke y que Siraj, antes que todos esos lances nocturnos que jamás significaron nada. Mi ex más genuino, no el que conozco ahora, realmente jamás le conocí.

Aunque, al fin y al cabo, tampoco llegué a conocer a Luke ¿no? Y, como dice Jacqui, la virtud de conocer a la gente está sobrevalorada. Conozco su cara, que es lo principal, esos rasgos que se han acentuado con la edad, las cejas que se han vuelto más pobladas, el mentón que ahora es más prominente. Ésa es la cara que tengo en mente en estos momentos, madura, segura, acogedora.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora