Capítulo 13

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      Fiona y Desdémona han coincidido sólo en una ocasión: en mi cumpleaños, hace dos meses. Éramos pocos: Fee, Des, Alex, Luke, Siraj, Stu, Carl, yo y algunos compañeros de Glamour. Ahora que lo pienso, no fue una combinación muy armoniosa, la verdad, lo cual probablemente explica por qué la noche fue un absoluto desastre. Siraj y Luke se tiraron toda la noche excluyéndose el uno al otro de la conversación; a Fee casi le da un ataque cuando se dio cuenta de que había perdido el monedero en el Voodoo Lounge, Luke y Des terminaron perdiéndose entre la multitud en la pista de baile en La Fábrica, y un Stu bien regadito de tequila decidió que la mejor manera de conseguir que los porteros nos dejaran entrar en el Laguna era mostrándoles el contenido de su estómago.

      Después, pido a Fee su veredicto sobre Desdémona.

      —Bueno, es difícil de definir —contestó muy diplomáticamente—, supongo que realmente es difícil opinar sobre Desdémona, ¿verdad?

      De hecho, cada vez es más difícil. Sí, sí, está todo eso del instituto y sus sutiles menosprecios, y todos aquellos intentos por expulsarme de la existencia con un coletazo de su rubia melena. Pero tampoco es mala del todo ¿no? Vamos, ¿tú crees que Alex se enamoraría de una zorra de sobresaliente? Es verdad que es una tía difícil; no te digo que no sea capaz de pisarle el cuello a quien sea con tal de conseguir lo que quiere, pero es que para ella fue duro, ya sabes, crecer. Al fin y al cabo ella fue la cuerda del tira y afloja en el que consistió el divorcio de sus padres y para ella, el periodo entre los once y los trece años no fue más que una larga noche de insomnio. No me extraña que sienta que necesite reinventarse a sí misma más a menudo que Madonna.

      Además, con este correo electrónico desconcierta aún más:

     

      Martha:

      He tratado de llamarte, pero no me has cogido el teléfono así que he pensado escribirte a tu cuenta de Hotmail.

      En pocas palabras; estoy preocupada por ti. Lo que Luke hizo estuvo fatal; tú te mereces algo mejor. Tienes que pasarte por mi casa un día de estos. Llámame... Ciao

      Des. Xxxx

     

      Sé que el correo electrónico es muy impersonal y los mensajes están abiertos a una miríada de interpretaciones, pero en aquel instante, cuando leí su invitación en la pantalla del ordenador, esta irradiaba una calidez poco habitual; supongo que emanaba del «tú te mereces algo mejor», o quizá del «estoy preocupada por ti». ¿Desdémona preocupada? ¿por mí? Acto seguido miro el móvil, hay un mensaje:

     

      Pásate el viernes sobre las ocho que Alex va a cocinar algo especial. Des xxxx.

     

      Por una vez, vamos a dar a Desdémona el beneficio de la duda.

      Cuando llego a casa de Desdémona, me doy cuenta de que estaba equivocada. Es fácil darse cuenta.

      A decir verdad, la cena fue un desastre.

      No, no me refiero a la comida, la comida fue fantástica: tomates asados con ajo de entrante, tagliatelle con pesto de avellana de primero y una cosa que se llamaba «chocolate del olvido» de postre. Por supuesto, todo cocinado por Alex y cada plato más sublime que el anterior.

      Así que no, la comida fue perfecta, la parte desastrosa la puso Desdémona que, desde el mismo momento en que entré por la puerta, no dio ni una.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora