Capítulo 19

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Al día siguiente.

-Hola Martha, soy yo.

Desdémona siempre hace lo mismo, como si fuera el único «yo» del planeta, o al menos como si fuera el único «yo» con el que me relacionara, pero podría reconocer ese acento genéticamente modificado en cualquier parte.

-Ah, Des, ¿qué pasa, gentil moza? -cuando nos estábamos preparando la Selectividad a veces no proferíamos insultos y saludos shakesperianos; es una cosa un poco infantil, la verdad es que hace tiempo que debería haber desterrado esa costumbre.

-En una palabra: ¡hipermegagenial! -se me encoge el corazón, lo siento pero no lo puedo evitar, no recuerdo ningún momento en mi vida en que la felicidad de Desdémona no haya tenido un efecto negativo sobre mí.

-¿Y eso?

-Bueno, es que no te lo quiero contar por teléfono, comamos juntas. No puedo esperar a ver la cara que pones cuando te lo cuente.

-Ah, vale, ¿dónde?

-¿Qué te parece en Galgarry?, Alex trabaja hoy y estoy segura de que le encantará verte.

-De acuerdo, ¿a qué hora? -Sé que mi tono suena algo reticente, las palabras son extrañamente inevitables.

Cuando cuelgo, enciendo un cigarrillo y aspiro el humo profundamente; a través de las vidrieras todo se vislumbra verde y luminoso. Hay un pájaro en un seto, atrapado. Lo observo fumándome el cigarrillo; el pajarillo bate las alas en vano durante unos treinta segundos, no parpadea de puro pánico, hasta que logra zafarse de las ramas y emprende el vuelo desapareciendo en el cielo londinense.


Dos horas después.

Cuando llego, el Galgarry bulle con el murmullo de los comensales en sus comidas de negocios en el descanso de mediodía. Desdémona está ahí, sentada en una mesa del centro y, aunque no lo veo, siento la presencia de Alex, que estará por ahí detrás de alguna pared.

Me acerco a ella dejando pasar a los camareros y siento como el aire se vuelve más denso. Veo mi reflejo en todas partes: en la pared que tengo frente a mí, en las que hay a los lados, y puedo ver la cocina cuando las puertas se abren presurosas. Unas quince Martha Seymore se dirigen a la mesa de Desdémona y durante un desconcertante segundo no sé cuál es la real. Sé que todo esto es un error, que debería haber puesto alguna excusa, debería haberle contado alguna razón por la que me era imposible venir.

Y para colmo está más guapa que nunca. Se ha hecho algo en el pelo, se ha puesto extensiones. Cuando llego a la mesa me da el menú y me saluda con una sonrisa, bueno, en realidad, más que una sonrisa parece un gesto de regodeo.

Está muy quieta, con las manos sobre el regazo, llena de energía contenida, como una mona esperando a saltar.

Pedimos la sopa.

-La receta es de Alex -me dice, contándome que parece que lo van a ascender pronto; claramente está preparando el terreno para algo, disponiéndolo todo para dar el golpe de gracia.

La camarera nos trae la sopa y al marcharse, le aprieta el hombro a Desdémona como diciéndole algo.

Cuando se va, Des da un sorbo a la sopa y toma aire profundamente para darle mayor efecto:

-Nosotros... -Me mira fijamente alimentando mi expresión, que cambia de forzada compostura a puro pánico. Ladea la cabeza y decide anunciarlo más formalmente:

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora