Capítulo 16

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      Tres días después.

      Estoy con Siraj en la exposición; no sé si os acordaréis, la exposición sobre Magritte. Otra estrategia más de reactivación. Ahí estoy de pie junto a él, mi ex anterior al actual ex, le observo hacer lo que mejor sabe hacer: mirar rectángulos, ya sea un lienzo o una pantalla de televisión, no hay mucha diferencia. Cuando Siraj mira un cuadro siempre lo mira directamente; a diferencia de mí, él nunca se molesta en leer la plaquita de al lado: «René Magritte, La traición de las imágenes, 1928-1929, óleo sobre lienzo».

      Reconozco el cuadro, es ése en el que aparece una pipa y debajopone «Ceci n'est pas une pipe». 'Esto no es una pipa'.

      —¿Y qué es entonces? —le pregunto a Siraj.

      —Es un cuadro —me dice sin mirarme—. Lo que quiere decir es que la imagen no es lo que representa y ésta fue la primera vez en la historia del arte moderno que alguien hizo esta afirmación, al menos de manera deliberada.

      Le encanta meterse en su papel de entendido en arte y he de reconocer que cuando se mete en él es cuando más atractivo me parece; cuando trata de hacerte comprender la estética arquetípica de un Rothko o la función de la repetición en un Warhol. Se le da muy bien desgranar las cosas para hacerlas más claras, y es tan entusiasta... es como si no hubiera en el mundo nada más importante. Sólo en estas situaciones se comporta así.

      «René Magritte, La condición humana, 1934, óleo sobre lienzo». Ah, sí, este también lo conozco: creo que lo vi en una postal: es ése en el que hay un lienzo sobre un caballete frente a una ventana tras la cual hay una vista panorámica; el cuadro y la vista panorámica muestran el mismo paisaje y el cuadro tapa la vista.

      Miro la guía de la exposición: «En esta obra el juego entre imagen y realidad sugiere que el mundo real no es más que una reconstrucción de la mente».

      Por alguna razón, frente a este lienzo de un lienzo le cuento a Siraj mis problemas en el trabajo.

      —¿Por qué le das tanta importancia?

      —Es difícil no hacerlo.

      —¿Por qué?

      —Porque trato con gente real, son problemas reales. —Me mira estupefacto, como si eso no fuera relevante.

      «René Magritte, La violación, 1935, óleo sobre lienzo». El cuerpo de una mujer en lugar de su cara. Los pechos son los ojos y el trasero es la boca. Éste es el que más me gusta: mirar una cara y ver otra cosa; al fin y al cabo todos lo hacemos ¿no? No sólo los hombres. En este preciso instante es lo que estoy haciendo: mirando a Siraj y viendo miles de cosas diferentes que seguramente no estarán ahí.

      —Ya sabes —me dice Siraj girándose hacia mí— todo se arreglará, como siempre.

      Nos vamos a tomar algo a la cafetería de la galería. Delante de un café irlandés y cigarro en mano, me dedico a aburrir a Siraj hablándole de Luke; sobre la manera en que se comportó en el Bar 52, sobre la mujer misteriosa...

      —Sé que ahora lo ves imposible —me dice Siraj—, pero lo superarás. Una mañana te levantarás y te darás cuenta de que se ha ido de tu cabeza. Lo superaste conmigo, ¿no?

      —Eh... sí, pero aquello fue diferente.

      —Muchas gracias —me dice en tono ofendido—, tú sí que sabes hacer sentir bien a un hombre.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora