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La pequeña habitación estaba toda sumida en un silencio abrumador, no se escuchaba más que máquinas emitiendo el ritmo cardíaco y los leves pasos de los que transitaban los pasillos

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La pequeña habitación estaba toda sumida en un silencio abrumador, no se escuchaba más que máquinas emitiendo el ritmo cardíaco y los leves pasos de los que transitaban los pasillos.

¿Qué es la muerte? ¿Es acaso el más allá?

Tras años de hacerse la misma pregunta, sólo pudo llegar a la conclusión de que la muerte era sólo el comienzo del fin. ¿Cómo llegó a esa conclusión? Ni él lo sabía, pero tenía un gran ejemplo al él estar acostado en una camilla de hospital por segunda vez en menos de dos años. ¿Qué había ocurrido? Simple, lo encontraron a tiempo antes de que su cuerpo se desangrara y su alma fuera libre. Cortó con profundidad, pero no midió el tiempo en el que los cortes tardarían en hacer efecto y mucho menos en que faltaban sólo quince minutos para que su padre regresara a casa.

Sí, totalmente patético de su parte olvidar tan enorme detalle.

—¿Cómo te sientes Lix?— preguntó la amable enfermera que se encargaba de monitorear su estado en el turno de la noche.

—Con ganas de morir y terriblemente patético por fallar en el intento. ¿Cómo están las niñas?— resulta que en los días que lleva internado, descubrió que la enfermera está casada con un famoso escritor que él solía leer cuando estaba en la escuela.

—Están bien, ya las niñas salieron de vacaciones con excelentes notas— le sonrió anotando varias cosas en una planilla que sostenía entre sus manos—. ¿Quieres algo de comer o ver televisión?

Posiblemente vomite todo lo que ingiera y prefiero no arriesgarme, así que la televisión estaría bien.

—¿Qué canal?

—Los infantiles, por favor.

La castaña asintió y colocó el canal que sus hijas veían con frecuencia y entregó el control remoto al rubio, quien le agradeció con una sonrisa para luego despedirse de ella con un leve movimiento de manos.

Una vez la chica salió, buscó a su alrededor algún objeto filoso que le sirviera, pero la habitación estaba completamente limpia de dichos objetos y se maldijo por no aceptar la invitación de la comida, quizá si pedía carne le llevaran un cuchillo, no importara que fuera de plástico, él sólo quería aliviar el dolor que sentía en su pecho al ser la cuarta semana sin estar con Hyunjin y el maldito reloj no dejaba de sonar desde que amaneció, lo que volvía todo más difícil de sobrellevar.

—¿Por qué no deja de doler? Ya estoy cansado, no aguanto más— suplicó entre lágrimas—. Sé que nunca he creído en ti y la verdad me vale mierda si existes o no, pero si de verdad existes, por favor que ya no duela, ya no quiero sentirme así— sollozó.

Por fuera, un preocupado rubio escuchaba todo mientras contenía las ganas de llorar, aferrándose al abrazo que le era brindado por su esposo. Le dolía ver a su hijo de esa manera, ya se había acostumbrado a verlo sonriendo grandemente y siendo tan extrovertido como lo fue de niño y ahora verlo así de triste y acabado, le dolía como nunca pensó.

Sabes que no soy bueno -Hyunlix-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora