Dos Sam y una Carter

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Para aclarar, cuando Sam Wilson y Samantha aparezcan a la vez, me voy a referir a Samantha por su nombre completo. Dicho esto, espero que disfrutéis el capítulo.

Esa misma tarde, Sam y Steve fueron a una charla de apoyo para soldados retirados

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Esa misma tarde, Sam y Steve fueron a una charla de apoyo para soldados retirados. Steve quería presentarle a Samantha el amigo que había hecho mientras salía a correr por las mañanas.

-A veces solo creo que esto empeora. El otro día un poli me paró, creyó que estaba borracha. Dí un volantazo para esquivar una bolsa de plástico...creí que era una bomba casera.

-Hay cosas que dejas allí, otras te las traes a la espalda- comenzó a hablar un moreno frente al atril, Sam supuso que él era el amigo de Steve.- Nuestro trabajo es ver cómo cargar con ellas. Necesitar una gran maleta, o un bolso... depende de tí.

La reunión se disolvió a los pocos minutos. Sam y Steve esperaron a que la gente saliera de la sala para acercarse al amigo de Steve.

-Mira quién está aquí, el corredor- exclamó Sam cuando notó a Steve acercándose acompañado de una mujer. Extendió una mano hacía Samantha amigablemente.- Hola, soy Sam Wilson.

-Samantha González- se presentó la chica, aceptando el saludo.

-Llevo aquí un buen rato, es muy duro- habló Steve después de que su amigo y su compañera se presentaran. Enseguida se apoyó en la pared, dejando un brazo alrededor de su compañera de manera inconsciente. Sam observó el movimiento, comprendiendo enseguida que ambos eran almas gemelas.

-Sí, hermano, todos padecemos lo mismo, arrepentimiento, culpa...

-¿Tu perdiste a alguien?- Steve notó el significado detrás de las palabras de Sam.

-A mi escolta de vuelo, Riley- afirmó el exsoldado.- En una misión rutinaria, una operación nocturna de rescate estándar, nada que no hubiéramos hecho miles de veces. Hasta que una granada propulsada le barrió del cielo. No pude hacer nada, me convertí en un mero espectador.

Aunque Sam hablaba como si lo tuviera completamente asumido, Samantha y Steve fueron capaces de notar el dolor en sus ojos, perder a un amigo de esa manera debió ser algo horrible.

-Lo siento- murmuró la pareja a la vez.

-Después de aquello me costó sudor y sangre encontrar un motivo para permanecer allí- es algo entendible, pensó Samantha, sería algo muy difícil permanecer en un sitio que te recuerde a un amigo recién fallecido.- Pero bueno, el número de personas que me dan órdenes se ha reducido casi a cero, ¿y tú? ¿Planeas dejarlo?

-No...no lo sé- contestó Steve, apretando ligeramente su agarre en la cintura de Samantha, asegurándose de que ella estaba allí, segura y a su lado.- La verdad, no sé qué haría con mi vida si lo dejara.

-¿Combates extremos? Es una idea genial que se me acaba de ocurrir, en serio, podrías hacer todo lo que quisieras, ¿cómo serías feliz?

Steve posó su mirada en Samantha, que estaba leyendo distraídamente un folleto de autoayuda- no lo sé.- En el fondo, Steve sabía perfectamente cómo sería su vida ideal, una casa de campo, un par de perros, tal vez hijos, pero lo más importante, a su alma gemela a su lado. Poder despertar todas las mañanas con la certeza de encontrar a su compañera profundamente dormida a su lado. Una vida hogareña y normal, como siempre había soñado mientras estaba en la guerra.

-Ya hablé con Tony, pero esta noche puedes venir a dormir a mi apartamento, si quieres

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-Ya hablé con Tony, pero esta noche puedes venir a dormir a mi apartamento, si quieres.

-Sería genial- comentó Samantha completamente animada. El día había tenido varios momentos tensos, pero en general había logrado su propósito de animar a Steve, se podía decir que el plan había sido un éxito.

Steve la llevó hacia su moto y sacó del portaequipajes un casco negro. Nada más conocer a Samantha se había apresurado a comprar uno por si alguna vez la llevaba de viaje, quería que siempre estuviera protegida. Se acercó a su chica y colocó con suavidad el casco sobre su cabeza, sujetándolo con facilidad y asegurándose de que todo estaba correcto.

-Listo, ya podemos irnos- exclamó Steve subiéndose en la moto y esperando a que Sam se ajustara detrás de él.

-Sigo sin superar que no uses un casco protector, conociéndote esperaba que siguieras todas las normas de seguridad- se burló Samantha, riendo ante el silencio de Steve que fingía no haberla oído.

El viaje no duró demasiado, en menos de diez minutos llegaron a un edificio de numerosos apartamentos. Ambos se bajaron y Steve la ayudó a quitarse el casco, sabía que era capaz de hacerlo sola pero cualquier excusa para tocarla era una oportunidad para él, adoraba sentir el cosquilleo que producía su vínculo.

-Es por aquí- la guió Steve hacia la puerta de su piso.

-Claro que no- exclamó una vecina saliendo del apartamento a su lado cargando un cesto lleno de ropa. Estaba hablando con alguién por teléfono, al verlos llegar trató de terminar la conversación- Oye, voy a colgar. Vale, adiós.- Se giró para ver a Steve y Sam, que estaban frente a la puerta del apartamento del soldado- mi tía, la pobre tiene insomnio.

-Es una pena- dijo Sam sin saber muy bien qué decir.

-Sam, ella es Sharon Carter, mi vecina. Sharon, está hermosa señorita de aquí es Sam, mi compañera- las presentó Steve sin apartar los ojos de Samantha.

-Es un placer- dijeron las dos chicas a la vez. Sam notó el cesto de la ropa que se veía bastante lleno y al parecer Steve también lo observó.

-Si quieres puedes usar mi lavadora, es más barata que la de abajo- como siempre, el Capitán se mostró amable, quería causar una buena impresión a sus nuevos vecinos.

-¿Cuánto cuesta?- sonrió la vecina sin apartar la vista de Steve.

-...¿nada?- Steve sonrió con incomodidad, acercando a Sam hacia él con un brazo.

-Gracias pero ya he puesto una lavadora en el sótano y no me gustaría poner mi uniforme de enfermera en la tuya, acabo de estar trabajando en el área de enfermedades infecciosas.

-Entonces no me acercaré- dijo Steve mientras comenzaba a sacar las llaves.

-Bueno, tampoco es eso- respondió enseguida la vecina. A Sam le estaba costando mucho aguantar la risa, era una de las conversaciones más raras e incómodas que había visto en su vida. Steve pellizcó ligeramente su cintura, divertido por la expresión de su compañera.- Ah, te has dejado la música encendida.

-Oh, sí, gracias- cuando la desconocida desapareció por las escaleras, Steve colocó a Samantha detrás de él, encarando la puerta con una expresión indescifrable.

-¿Está todo bien?- susurró su compañera, notando el cambio en el ambiente.

-Nunca dejé la música encendida- respondió silenciosamente el capitán. Acercó a Sam y la comenzó a guiar hacia la salida mientras marcaba un número en su teléfono a toda velocidad- Ven conmigo, voy a llamar a Tony para que venga a buscarte, nuestra noche se tiene que cancelar.

Samantha lo siguió en silencio, estaba tan nerviosa ante otra posible amenaza que no notó el ligero cosquilleo, casi imperceptible, de su hombro izquierdo, más específicamente en la estrella roja.

El Alma Gemela De Los VengadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora