Capítulo 01.

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Seis meses después.

Fortaleza russo, Italia.

Caleb.

—No hemos encontrado nada, señor.—Dice un tenso Marcos.

¿¡Nada!?

Estrello mi puño contra la mesa de mi escritorio.

—Calma, Caleb—Pide Antoni, Mi mejor amigo y consigliere.

—¿Calma?—Río con ironía.—¡Son seis meses, Antoni!

La ira se apodera de mí, miro a los inútiles que dicen ser parte de la élite.

—¿Y qué hacen ahí parados? ¡Largo!

Bajan la cabeza y salen de la oficina, todos excepto Antoni.

—Tienes que aprender que...

—Cállate—Espeto con furia.

—Ay, ¡por Dios! Déjame decirte tus verdades—Lo ignoro mientras voy al mini bar de la oficina por un whisky.—Llevas meses tras la pista de Lombardi, déjalo estar.

—Es mi esposa—Digo mirando el anillo en mi dedo, anillo que no me he quitado desde entonces.

—¿Y eso qué? Ella se fué, y se oculta muy bien, nadie, nisiquiera la élite a podido dar con ella. ¡Son tus mejores hombres!

—Lo sé—Admito apretando la mandíbula.

—¿Entonces por qué no lo aceptas?

—Porque no quiero—Es mi caprichosa respuesta.—Es mi mujer, mi dama y debe tomar su lugar.

Mi consigliere respira ondo, cosa que me hace reír.

Desde hace seis meses no he podido pensar en otra cosa que no sean los deliciosos labios de Chiara Lombardi.

Para mi fué una sorpresa encontrarla en aquel casino de Las Vegas con su mano derecha. Sin poder evitarlo me acerqué a la ardiente hija de uno de mis mejores socios, y al no ser rechazado no perdí oportunidad de seducirla.

Ese día llevaba un lindo vestido de seda negra, dejando a más de uno babeando por ella.

Lástima, terminó casada conmigo.

Despertar en aquella habitación de hotel completamente solo me hizo reír, yo solía hacerle eso a las mujeres, obtuve un poco de mi propia medicina.

Ella no estaba, el acta tampoco.

Y por si fuera poco los recuerdos de la noche llegaron a mí, haciendo que mi erección matutina doliera.

—¿Y qué piensas hacer entonces? ¿Eh? ¿Cómo la vas a encontrar?—La voz de Antoni me devuelve a la realidad.

Miro de nuevo el anillo en mi dedo, suspiro y me levanto arreglado las solapas de la traje.

—Esperaré el momento adecuado.

***


Después de seis horas de trabajo, froto mi cuello con cansancio.

—...Y eso es hasta el próximo cargamento.

—¿Cuánto?

—Doscientas toneladas.

Una carcajada sale de mí con fuerza.

—¿Doscientas?

—Eso dice—Afirma Antoni.

—¿Y qué hará con todo eso?—Pregunto con curiosidad.

—¿Metersela?—Dice divertido.

Vuelvo a reír hasta que unos toques en la puerta nos hace mirar a su dirección.

Pacto Con El Diablo [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora