Chiara.
Durante toda la mañana estuve revisando información valiosa sobre un caso importante para el bufete. Se aproximaba el juicio de mi cliente y necesitaba estar aún más preparada.
La extensión de mi oficina suena y contesto.
—Señorita Chiara, la licenciada Caruso espera su confirmación para la reunión del día de mañana en la academia.
Miro fijamente mi ordenador tratando de pensar.
—Confírmale mi asistencia, Sandra—Digo inspeccionando la carpeta marrón con la información de la academia.—Y dile que la información que me envió procede con la actuación de las chicas de esta noche, también la segunda, la próxima semana.
—De acuerdo, ¿Desea algo más?
—Un café estaría bien.
—Enseguida.
Cuelgo y me estiro en mi escritorio.
Mañana habrá una reunión en la Academia de baile M&P, academia que fundé hace dos años en honor a mi sueño frustrado de ser bailarina profesional.
Frustrado porque quisiste.
En mi familia bailar no era un profesión digna, nada que no beneficie a los negocios queda totalmente descartado. A pesar de que mis padres siempre han sido buenos y comprensivos conmigo, hay cosas que simplemente son así.
Debo admitir que estudiar derecho y ser uno de los abogados más prestigiosos de toda Italia es maravilloso, me gusta lo que hago, pero sin duda elegiría la danza ante todo.
Me concentro en terminar los detalles del caso cuando la puerta se abre, sé que es Sandra con mi café, ya que el olor llega a mis fosas nasales.
—Eres mi salvación, Sandra—Alzo la vista quedándome sorprendida.—¿Caleb?
—Esperaba que mi esposa me recibiera con algo más de afecto—Hace un puchero que lo hace ver tierno, dejándome el café en el escritorio—Y más aún, cuando traje tu café favorito.
Se ve demasiado bien con esa camisa azul, la misma que yo elegí esta mañana, se dobló las mangas hasta los codos, dejando ver algunos de sus tatuajes.
Sonrío enarcando una ceja.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo te dejaron pasar?
Abre la boca, falsamente indignado.
—Eres demasiado irrespetuosa y maleducada, Mia Regina—Giro la silla hacia un lado mientras se acerca a mí rodeando el escritorio, metiéndose entre mis piernas.—Tengo que limpiarte esa boca.
Toma mi barbilla, alzando mi rostro para verlo a los ojos, su pulgar juega con mi labio inferior y yo saco la lengua para que lo meta en mi boca.
Sus ojos se oscurecen mientras lo chupo, una de mis manos va a su erección y lo aprieto suavemente robándole un gruñido.
—¿Y cómo vas a limpiar mi boca, Mío Caro?—Pregunto, ya excitada.
Sonríe ladeando la cabeza, mira mis pechos y luego mis ojos otra vez.
—Sácalo—Ordena.
Gimo por su orden y me apresuro a desabrochar su pantalón. Lo bajo junto al bóxer, dejándo su miembro a mi vista.
Relamo mis labios extasiada, con ganas de meterlo en mi boca.
—Tómalo—Vuelve a ordenar.
Hago caso, masajeándolo de arriba a abajo con mi mano. Aprovecha para quitarse la camisa y tirarla en algún lado de la oficina.
Mis ojos no abandonan los suyos cuando llevo mi lengua a la punta para hacer círculos en ella.
Enreda sus dedos en mi cabello, atrayéndome más cerca. Deslizo mi lengua por toda su longitud, torturándolo.
—Sin juegos—Reclama.
—Como órdenes.
Lo meto hasta lo más profundo de mi boca, haciéndolo jadear y empiezo con mi tarea.
Mi boca sube y baja, una y otra vez. Mis ojos no se apartan de los suyos y con ayuda de mis manos hago más profundos mis movimientos en su pene.
Cierra los ojos por el placer, pero lo saco de mi boca, sin dejar de tocarlo con mis manos.
—Si cierras los ojos me detendré—Amenazo.
Gruñe y me acerca nuevamente para que lo vuelva a tomar. Lo hago sin rechistar y, en un arrebato lo meto lo más profundo que puedo y trago.
Gime alto, por la sensación, y lo hago otra vez, conteniendo las arcadas. Mis ojos pican por las lágrimas pero cuando lo veo estremecerse ante mí sin soportarlo, río victoriosa mientras lo observo terminar en mi boca.
Saco la lengua tomándo todo lo que me da, y tras enseñárselo me lo trago, limpiando mis labios con mi lengua.
—¿Es suficiente afecto para tí?—Pregunto acalorada.
—No, claro que no—Sonríe y me toma por el cuello para levantarme.
Me besa con vehemencia, igual o más excitado que yo. Me toma por los muslos y yo enredo mis piernas en su cintura.
Sus manos van a mi trasero, en cuál aprieta a su antojo mientras alza mi vestido enrollándolo en mis caderas. Camina un poco hasta dejarme en el pequeño mueble de mi oficina.
Se arrodilla entre mis piernas y las abre.
—Inclínate.
Obedezco y lo veo repartir besos entre mis piernas, cada vez más cerca de mi intimidad.
Un jadeo escapa de mi cuando llega ahí, y mis ojos se ponen en blanco cuando me come la vagina con deleite. Introduce un dedo y luego otro, moviéndolos dentro de mí al ritmo de su lengua.
—Oh, si, así...
Gimo, moviendo mis caderas a su ritmo.
—Tengo una propuesta para tí.
—¿S-Si? ¿Cuál?—Arqueo la espalda sintiendo el clímax llegar.
El mueve sus dedos más rápido, más duro, justo como me gusta.
Me corro gimiendo su nombre y caigo en el mueble, exhausta. Deja un beso en mí antes de levantarse.
Me ofrece su mano para que me levante, la acepto sintiendo mis piernas temblar por el orgasmo.
—Apóyate de la pared e inclina el culo, te voy a follar desde atrás.
Obedezco riendo bajo.
—¿Esa era la propuesta?
Mi risa se transforma en un gemido cuando me penetra de una sola estocada.
—No, pero ya hablaremos de esto—Deja un beso en mi hombro antes de empezar a moverse.
—Ajam—Digo, cerrando los ojos, entregándome al placer.
***
—¿Y bien?—Pregunto terminando de acomodar mi cabello hacia un lado.
—Eso lo hablaremos en la cena—Enfatiza dejando un beso húmedo en mi cuello.
—¿Cena?—Pregunto confundida.
—Así es—Mira su reloj con una sonrisa y pregunta:—¿Cenarías con esta pobre alma que daría todo por tí?
Río nerviosa con mi corazón amenazando por estallar en mi pecho.
—Si insistes...
Se acerca para besarme para luego tirar de mi, sacándonos de la oficina.
Miro mi escritorio con los documentos y suspiro prometiéndome a mi misma volver para terminar el trabajo.
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Pacto Con El Diablo [+18]
RomanceLas Vegas siempre tuvo un magnetismo para atraer a las personas. La música, el baile, los juegos y... Las bodas. Chiara Lombardi, hija del Empresario Carlos Lombardi despierta en una lujosa habitación de hotel, acompañada por nada y nada menos que...