Capítulo 19.

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Chiara.

Camino de un lado a otro en mi oficina del Olimpus, ya está hecho, mi padre está libre de todos los cargos y el futuro de mi familia está seguro.

Inhalo y exhalo tratando de ordenar mis pensamientos.

—Vamos, Chiara, eso era lo que querías—Me repito para convencerme de mis decisiones.

No he sabido nada de Fernanda, tampoco es que importe, está cumpliendo con lo que le ordené, pero la espera se hace eterna a medida que pasan los minutos.

Miro el reloj en la pared.

La puerta se abre y entra Mountier con una sonrisa en el rostro.

—¿Sigues aquí?

—No, es una alucinación que tienes conmigo, imbécil—Ruedo los ojos y me siento en el sofá de la oficina para disimular mis temores.

El ríe por lo bajo y se sienta en el sofá de enfrente.

—Entonces, ¿Para qué soy bueno? ¿Por qué me mandaste a llamar?—Pregunta con burla, él sabe perfectamente que es lo que quiero.

—Hablaré  con Russo y luego me largaré de aquí, no quiero saber nada de ustedes luego de que salga por la maldita puerta de la central—Dejo claro.

Vacila unos segundos para luego asentir.

—Como quieras, Lombardi—Acepta, poniendo las cartas sobre la mesa.—Eso si, debes saber tu posición como ex agente del FBI, hiciste un excelente trabajo con la pirámide, y aunque las mafias no son tan fáciles de eliminar dimos un gran paso gracias a ti.

Me hierve la sangre de la ira que tengo contenida, no puedo creer que el hijo de puta hable como si nada, como si prácticamente no me hubieran amenazado.

—Cuándo me apuntas con un arma y amenazas, no solo a mí, sino a los míos no puede llamarse colaboración, se llama chantaje—Me levanto para verlo desde arriba con asco.—Así que métete tus palabras por el culo y desaparece con tu hipocresía y tú gente de mi vida y de Italia.

Salgo dando un portazo. Ya mis cosas fueron llevadas a mi coche, solo me queda una última cosa por hacer.

Bajo al piso 4, dónde mantienen a los mafiosos que fueron arrestados en el operativo.

Axel me mira desde una distancia prudente como un niño pequeño que necesita aprobación, ruedo los ojos sin evitar que se acerque a mí.

—¿Hablarás con él?—Pregunta sin poder creérselo.

—¿Desde cuándo te tengo que dar explicaciones de lo que hago o no con mi vida?

Aprieta la mandíbula y asiente.

—Adelante, ve y dile cómo lo traicionaste como una vil perra.

Nisiquiera lo pienso antes de pegarlo con una fuerza bestial a la pared y colocar mi antebrazo en su cuello.

Sonrío al ver su cara de miedo. No es más que un pobre diablo.

—Por la misma razón deberías saber que no puedes conmigo, James—Lo reto y amenazo por parte iguales.—Una perra como yo puede destruir a un pobre imbécil como tú—Me acerco para susurrar en su oído mientras siento como algo de endurece en sus pantalones.—Sin tener que mover un sólo dedo.

Lo suelto y rápidamente llegan agentes para ver lo sucedido.

—¿Todo está bien, Lombardi?—Me preguntan con respeto, saben que conmigo es quién puede, no quién quiere.

—Por supuesto—Sonrío mostrando mis dientes.—Sólo me despedía del agente James y le dejaba un par de cosas claras. Me retiro.

Me doy media vuelta y sigo mi camino hacia el cuarto que buscaba antes de que me interrumpieran.

El número 512 aparece frente a mi y todo una respiración profunda.

Tú puedes, Chiara.

Abro la puerta y me recibe la mirada sorprendida de Caleb.

—Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí—Dice con jocosidad.

Lo ignoro para evitar una discusión y tomo haciendo en la única silla libre que hay en la habitación de interrogatorio, justo frente a él con una mesa de separación.

—¿Qué haces? ¿Vienes a ver cómo estoy?

—No.

Frunce el ceño, confundido.

—Pues dime lo que quieres, aunque no creo que pueda hacer algo por ti debido a la situación en la que me encuentro—Alza las manos que tiene esposadas a la mesa para que las vea.—Tal vez si me hubieras dicho antes te daría lo que quieres y más, pero cómo decidiste jugar conmigo y traicionarme, me temo que las posibilidades son escasas.

La manera en que me mira mientras dice estas palabras me golpea con fuerza .

Trago saliva tratando de mantener la compostura, debo ser fría, debo controlar mis sentimientos.

—Créeme que esto es lo mejor para ambos, era la única opción que...—Trato de explicar pero su risa me interrumpe.

—¿La única qué, perdón? Creo que no escuché.

—Caleb, mira, yo...

—¿Tú, Chiara? Por favor, habla de una maldita vez.

Una lágrima amenaza con salir, pestañeo varias veces para ahuyentarla.

—Se me presentó la oportunidad y la tomé, no me arrepiento de lo que hice porque fue lo correcto, mi familia estaba en juego y...

—...Lo correcto? Tú familia?—Pregunta cómo si no pudiera creer mis palabras.—¿Y qué hay de la mía? ¿Qué pasa con Fiore y Antoni? ¿Sabías que estaban en el maldito almacén que tú gente te explotó para joderme?

—Lo sabía.

—Tú diste la orden.

Lo miro con determinación y asiento lentamente.

Su cara hace un gesto de dolor, niega varias veces y finalmente de recuesta de la silla, vencido.

—Mi hermana... Lo único que me quedaba.

—Se que estás herido, pero en unos años verás esto de una forma totalmente diferente, hasta reirás de lo ocurrido y te darás cuenta que todo pasa por una razón, no miento cuando digo que fue lo mejor que pude hacer por ambos—Le digo, aunque es más para convencerme a mí mi misma.

Suelta una carcajada que retumba en la habitación, lágrimas salen de sus ojos y no se si es por la risa o por todo el dolor que estoy causando.

—¿No te lo dijeron verdad?—Pregunta entre risas de incredulidad.

Frunzo el ceño confundida.

—¿De qué hablas?

Niega para sentarse derecho y mirarme a los ojos.

—Nos extraditaran a Estados Unidos en unas horas.

Mi garganta se seca cuando entiendo de lo que habla.

—No...

—Sí, estoy sentenciado a muerte, amore.

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⏰ Última actualización: Feb 25 ⏰

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